Un pájaro desvalido.
de Angelillo de uixó.
La acción principal de esta escena
basada en hechos reales se sitúa en el patio de la ermita de San
Antonio en Vall d´Uixó cuatro horas antes de que en una casa
cercana entre la policía, dos detectives de la brigada criminal, un
periodista de Crónicas de la vall, una ambulancia, y se acerquen
curiosos los vecinos en batín a ver que ha pasado mientras unos
perros desconcertado y traumatizados son llevados a la perrera
municipal. La ermita es un templo de planta sencilla, con blancas
paredes y rodeado de pinos. Bajo del templo se ocultan polvorines
republicanos. El lugar queda sobre un cerro abrupto y solitario cuya
cota domina las vistas del castillo de Castro de Alfondeguilla, el
castillo de Vall d´ Uixó, las grutas de San José. A sus pies, el
pueblo, en el fondo el mar. Las montañas que la rodean ofrecen unas
intrincadas líneas de trincheras donde el ejército republicano, el
bando bueno, se cubrió de gloria sobre el enemigo derrotándolo y
causándoles grandes bajas, sin que se hagan conmemoraciones ni
celebraciones de estos hechos ante la casa de los muchos fachas que
tiene el pueblo hoy en día. Incomprensible, lamentable.
En la parte de atrás de la ermita,
senda principal por la que llegará el protagonista, hay un escabroso
sendero que permite el acceso a la misma. El templo está dedicado a
un Santo falso, un fraude llamado San Antonio. Generalmente la senda
de atrás es utilizada por penitentes. Sube el protagonista seguido
de tres perros sedientos. Acuden al aljibe a beber cuando se repente
el protagonista: un joven moreno desvalido, en el sentido del término
de que solo cuenta consigo mismo para salir adelante, su astucia,
que no es mucha, y sus relaciones personales, que son con gente que
está básicamente fuera del sistema o en muy serio riesgo de
estarlo.
Mal, mal, mal.
OHHHHHHHH;OHHHHHHH;OHHHHHHHHHH.
El protagonista es un ser indefenso
ante el sistema. Posee grandes valores de compasión, humanidad, y
una gran sensibilidad, pero no es homosexual (o cree el protagonista
no serlo)
El joven es victima de la sociedad y de
la incomprensión de sus semejantes que no lo entienden. Siempre que
sale de una entrevista de trabajo de la que es rechazado de forma
automática suele ir a un bar a tomar un café y balbucea para si un
mantra que reza:
-No me comprenden, no me comprenden, no
me comprenden.
En la ermita escucha un lamento,
triste, muy triste, y se detiene súbito.
- ¿ Ha sido mío este lamento? – se
pregunta desconcertado, observando cómo sus perros se han tirado a
un cubo repleto de agua que alguien ha dejado con agua del aljibe, y
a un trozo de pan que algún arrogante burgués ha tirado al suelo
tras dar dos mordiscos.
Vuelve a escuchar otro lamento. Se
vuelve a interrogar:
¿ He sido yo?
Y se contesta.
- No, no, no, ahora mismo no me estaba
quejando.
Mira a los perros jugar a perseguirse.
Tampoco han sido ellos, y sin embargo se escucha un lamento, es
seguro.
Mira el joven a todos lados. Da vuelta
sobre si mismo, empieza a caminar perturbado y muy asustado.
¿ Será cosa del hambre?- Se pregunta
con el estómago vacío. Hace un quiebro reflejo para no charfar una
cosa que desde el suelo le mira.
OHHHHH;OHHHHH;OHHHH- exclama haciendo
instintivamente una voltereta hacia atrás para evitar el accidente
mortal.
Se inclina hacia lo que ha visto dando
fin al misterio, respirando aliviado al comprobar que no está loco.
-Oh pobrecito, acabaras en un
cementerio de plumas de una caja de zapatos, cómo yo- el
protagonista es un pobre sin empleo que desea más que nada en el
mundo trabajar. Es un trabajador nato, pero por culpa de la crisis
es de esos que ya ha perdido la esperanza o la esperanza les ha
perdido a ellos. Con gesto triste y con las tripas gruñendo exclama
varios: OHHHHHH;OHHHHHH;OHHHHHH, ante la patética visión de la
muerte que ha de llegar inminente.
Se arrodilla junto a una pared de
mampostería centenaria de la ermita. Las blancas paredes son de cal,
parecen iluminar la blanca muerte de los esqueletos republicanos y
las nuevas muertes que han de venir.
Tiende hacia el suelo la mano.
Observa la reacción heroica de un polluelo que ataca con sus
escasas fuerzas. Abre las alas y trata de luchar.
-Oh pobre polluelo desvalido, por
favor, no sigas, no abras tus alas inútiles al vuelo. No ves que
tus esfuerzos son inútiles y van en contra tuya. No puedes huir.
El animal abre el pico a modo de
replica. Muestra el fondo rojo de su garganta. Pía desesperado y de
forma desgarradora presentado una batalla perdida que vence por la
compasión que genera su cuerpo frágil, feo, y enclenque.
La mano rodea el animal que queda
atrapado en ella. Se miran los dos desconocidos con dulzura, ambos se
comprenden. Están solos, perdidos, asustados, ante un mundo bárbaro
y cruel que aplasta la dulzura, el amor, los sentimientos de los
desvalidos.
El joven lleva en volandas al polluelo
y se sientan bajo un pino. Ninguno de los dos siente odio ni rencor
ante un tiempo, una tierra, un pueblo y una vida que los llama a la
muerte.
-No hay esperanza para ti, ni para mí,
ni para ellos. Le señala al polluelo los tres perros que felices,
vitales y distraídos juegan ajenos a la escena de los protagonistas.
Pronto moriremos todos, pero no debes ponerte triste- el joven
conmovido extrañamente da un beso al animal en la cabeza. El
polluelo pía indefenso.
Durante unos minutos el protagonista
con la espalda recostada sobre el pino imagina la cercana muerte. Ve
la casa de los gitanos que viven bajo la ermita, el bullicioso barrio
de texas, y con la mano que tiene libre les saluda en la distancia
irónico con el saludo fascista.
-Ave cesar los que van a morir te
saludan- se levanta de un brinco, y baja a su casa.
Deja el pájaro en una caja de zapatos.
Va a la cocina. Coge unas migas y las moja.
Acerca el dedo a su pico y le dice:
Come.
El pájaro lo rechaza.
Lo vuelve a intentar.
Come.
El pájaro las rechaza.
Su cabecita ahora se retuerce y
tiembla.
Los perros descansan enroscado en el
suelo.
Sus vecinos escuchan la televisión.
Jaaaaaaa, Jaaaaaaa, jaaaaaaaaa, no lo
conseguiremos- ríe desesperado el joven.
El pájaro muere en su mano.
Él va a por una vieja pistola, se la
pone en la cabeza y aprieta el gatillo.
Angelillo de Uixó.
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