Los muertos del accidente del tren
gallego.
La escena ocurre algunas horas después
de descarrilar un tren en un pueblecillo sin importancia de Galia. El
lugar está lleno de gente que deambula entre la chatarra en que se
ha convertido el tren. Aun sale humo del amasijo de hierros. A los
lados de la vía hay un mundo de gente viva interesada en lo que ha
ocurrido: políticos del PP, periodistas. Psicólogos, médicos,
empresarios de la localidad, trabajadores de la funeraria, familiares
de los accidentados, y claro, los muertos, los protagonistas de la
escena, que cómo no pueden hablar todo el mundo habla por ellos.
El presidente del país es esas fechas
es aun un tal Marino Rajoy, al que le quedan horas en el puesto.
Señalado dicho presidente de haber hechos cosas feas feas, feas de
verdad, Oh hermanos. De esas que se pagan en España si uno es rico
suponiendo que exista Satanás, cuando uno fallece, y si se es pobre
se pagan en la prisión.
Ha acudido a ésta escena, Oh
hermanos, el presidente muy de negro, serio y consternado.
La presa muy formal aguarda al
presidente.
-Ha llegado, ha llegado- gritan varios
síndromes de Down.
Todos los periodistas dejan las
vísceras, los trozos de cerebro, las piernas que se han encontrado y
a las que dicican fotos y acuden en manada junto al atril que con
varios asientos de tren han levantado al presidente de España.
-AYYYYYY; AYYYYYY; AYYYYYYY, que pena,
que pena, que pena más grande- declara el presidente a la prensa y a
los familiares con los ojillos repletos de lágrima y las manos
juntas cómo una mantis religiosa el pícaro presidente.
-¿es por su situación personal?-
pregunta un periodista síndrome de Down.
El presidente pensando la respuesta
emite un:
Ayyyyyy, Ayyyyyyy, Ayyyyyy.
El periodista parece satisfecho con la
respuesta y no hace ninguna más.
Mira con timidez a la gente que
aplaude, no hay abucheos. EL presidente suspira satisfecho
comprobando que la cosa vaya bien. Se aventura a improvisar de lo
ensayado con los asesores que tiemblan de miedo por el riesgo que
puede causar a la opinión pública:
Ayyyyyyy, Ayyyyyy, Ayyyyyyyyy,
Ayyyyyyyyyyy- exclama muy seguro de si mismo. Ha perdido ya la
vergüenza, los miedos, incluso baja del asiento, toma realidad con
el suelo y se mezcla entre el público chocando las manos cómo un
cantante rock cuando se tira desde el escenario:
AYYYYYY; AYYYYYYYY; AYYYYYYYYYYYYYY, va
consolando a las víctimas.
Las cámaras recogen el momento y los
síndromes de Down de las gacetas escriben jorochos artículos
repleto de patriotismo. Las encuestas de opinión pública del
ganado español se disparan favorables al presidente. Días antes era
tratado cómo un delincuente muy peligroso, pero de eso ya nadie se
acuerda. Ahora la gente recuerda el:
Ayyyyyyyy, Ayyyyyy, Ayyyyyy que ha
dicho.
Unos camilleros llegan con un paquete
negro y lo dejan junto a otro.
Venga Juan, que tenemos que traer todo
ese montón aquí- dice un camillero a su compañero señalando un
montón de muertos.
Lo que yo no se es por qué nos obligan
a cambiarlos de lugar- con gesto de fastidio contesta el compañero.
Es por el presidente.
-¿qué te parece? ha venido el
presidente interesarse por nosotros-Pregunta educado un hombre de
mediana edad, con cara de buena persona a su vecino que acaban de
descargar- Incluso el presidente ha mencionado de que nos vana poner
una medalla.
Su nuevo vecino, cuya alma lucha por
salir de la funda, es un joven con cresta de color rojo el pelo,
aros en al nariz, y tatuajes de talego. Sale de la funda, camina
confuso, tambaleándose por falta de práctica en su nuevo estado..
Mira con desprecio a su compañero.
-Que se vaya a tomar por culo el hijo
puta estarrio ese. Yo no quiero su puta medalla, y que ni se le
ocurra hablar en su nombre de mi persona- señala con el dedo hacia
donde está el presidente hablando- Pero si toda la vida esos cerdos
fascistas me han despreciado, me han humillado y me han golpeado- su
compañero s epone la mano en la boca alarmado por sus palabras. El
joven avanza, se vuelve hacia la funda de plástico donde está su
cuerpo. Lo mira con tristeza. Media cara le falta y la cabeza la
tiene abierta.
Ahhhhhhhh- grita. Comienza furioso a
avanzar cómo un loco por las vías hasta donde está el presidente.
Su compañero le dice:
-Vuelve, vuelve, insensato, te va a
meter en un lío.
El presidente se encuentra haciendo un
discurso típico, calcado de otras situaciones parecidos con muchos
blablaba, blababa.
-todos los españoles nos sentimos
consternados por la muerte de está gente, ciudadanos ejemplares
cuyas vidas y sus proyectos de vida se han truncado trágicamente.
JAAAAAA- ríe el punki que se ha
colocado a su espalda.
La voz suena de ultratumba. Los
síndromes de Down miran a su alrededor para descubrir de donde ha
salido la voz.
Mi vida ya estaba truncada mucho antes
presidente.
¿Quien me habla, quien me habla?-
mirando a todos lados el presidente busca la voz aterrorizado.
Los síndromes de Down de las gacetas
comienzan a disparar las cámaras. Una nube de flases parpadeando
cómo reflectores antiaéreos cubre un frente de varios metros. El
punki se queda ciego y cae al suelo. Se levanta con cuidado pues aun
no controla los movimientos de su alma. Trata de romper las cámaras
pero no puede, simplemente las atraviesa.
Un miembro del gabinete de presidente
se apresura a salir al atril:
-Esto es obra de Rubalcaba.
Estribándolo en sus gacetas, corran, corran, escriban.
Los escribanos síndrome de down
redactan el ataque de Rubalcaba.
-Nada ni nadie evitará que estás
personas tengan su homenaje- insiste el presidente.
-Lárgate de aquí facha- grita el
punki- los muertos no queremos que saques provecho de nuestra
desgracia.
De repente unos brazos sujetan al punki
que grita asustado:
UGGGGGGG; UGGGGGGGGGGG; UGGGGGGGGG.
De un empujón algo lo tira al suelo,
le da varias patadas en la boca por la que empiezan a tirar mocos
verdes.
Levanta la vista el fantasma y ve
frente a él al revisor, una muchacha guardia civil, un mecánico, un
albañil, que empiezan a pegarle de forma sádica.
Parar- ordena al resto el revisor
jadeando al cabo de varios minutos.
Se agacha al punki y le susurra.
-Hijo mío, escucha, ahora estamos
muertos. Nuestras familias necesitarán salir adelante, y lo deberán
hacer sin nosotros. Yo he dejado tres hijos, un ex y una querida. ¿
No querrás joderles la vida, verdad muchacho?
El punki acostumbrado a las
detenciones, dolorido y viéndose rodeado, contesta muy educado:
-No señor, no señor, soy un buen
muchacho, es que me he puesto nervioso, nada más señor.
-Bien, bien, bien muchacho, ahora ve a
tu funda y métete en tu cuerpo un rato, aun puedes hacerlo. Por mi
parte queda olvidado el que viajeras sin billete, no se lo diré a
San Pedro.
Gracia señor, muchas gracias, ahora
mismo voy a mi funda, me duele mucho la cabeza.
Angelillo de Uixó.
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