viernes, 26 de julio de 2013

Los muertos del accidente del tren Gallego


Los muertos del accidente del tren gallego. 









La escena ocurre algunas horas después de descarrilar un tren en un pueblecillo sin importancia de Galia. El lugar está lleno de gente que deambula entre la chatarra en que se ha convertido el tren. Aun sale humo del amasijo de hierros. A los lados de la vía hay un mundo de gente viva interesada en lo que ha ocurrido: políticos del PP, periodistas. Psicólogos, médicos, empresarios de la localidad, trabajadores de la funeraria, familiares de los accidentados, y claro, los muertos, los protagonistas de la escena, que cómo no pueden hablar todo el mundo habla por ellos.










El presidente del país es esas fechas es aun un tal Marino Rajoy, al que le quedan horas en el puesto. Señalado dicho presidente de haber hechos cosas feas feas, feas de verdad, Oh hermanos. De esas que se pagan en España si uno es rico suponiendo que exista Satanás, cuando uno fallece, y si se es pobre se pagan en la prisión.
Ha acudido a ésta escena, Oh hermanos, el presidente muy de negro, serio y consternado.
La presa muy formal aguarda al presidente.









-Ha llegado, ha llegado- gritan varios síndromes de Down.
Todos los periodistas dejan las vísceras, los trozos de cerebro, las piernas que se han encontrado y a las que dicican fotos y acuden en manada junto al atril que con varios asientos de tren han levantado al presidente de España.
-AYYYYYY; AYYYYYY; AYYYYYYY, que pena, que pena, que pena más grande- declara el presidente a la prensa y a los familiares con los ojillos repletos de lágrima y las manos juntas cómo una mantis religiosa el pícaro presidente.
-¿es por su situación personal?- pregunta un periodista síndrome de Down.
El presidente pensando la respuesta emite un:
Ayyyyyy, Ayyyyyyy, Ayyyyyy.
El periodista parece satisfecho con la respuesta y no hace ninguna más.
Mira con timidez a la gente que aplaude, no hay abucheos. EL presidente suspira satisfecho comprobando que la cosa vaya bien. Se aventura a improvisar de lo ensayado con los asesores que tiemblan de miedo por el riesgo que puede causar a la opinión pública:
Ayyyyyyy, Ayyyyyy, Ayyyyyyyyy, Ayyyyyyyyyyy- exclama muy seguro de si mismo. Ha perdido ya la vergüenza, los miedos, incluso baja del asiento, toma realidad con el suelo y se mezcla entre el público chocando las manos cómo un cantante rock cuando se tira desde el escenario:
AYYYYYY; AYYYYYYYY; AYYYYYYYYYYYYYY, va consolando a las víctimas.
Las cámaras recogen el momento y los síndromes de Down de las gacetas escriben jorochos artículos repleto de patriotismo. Las encuestas de opinión pública del ganado español se disparan favorables al presidente. Días antes era tratado cómo un delincuente muy peligroso, pero de eso ya nadie se acuerda. Ahora la gente recuerda el:
Ayyyyyyyy, Ayyyyyy, Ayyyyyy que ha dicho.
Unos camilleros llegan con un paquete negro y lo dejan junto a otro.
Venga Juan, que tenemos que traer todo ese montón aquí- dice un camillero a su compañero señalando un montón de muertos.
Lo que yo no se es por qué nos obligan a cambiarlos de lugar- con gesto de fastidio contesta el compañero.
Es por el presidente.

-¿qué te parece? ha venido el presidente interesarse por nosotros-Pregunta educado un hombre de mediana edad, con cara de buena persona a su vecino que acaban de descargar- Incluso el presidente ha mencionado de que nos vana poner una medalla. 








Su nuevo vecino, cuya alma lucha por salir de la funda, es un joven con cresta de color rojo el pelo, aros en al nariz, y tatuajes de talego. Sale de la funda, camina confuso, tambaleándose por falta de práctica en su nuevo estado.. Mira con desprecio a su compañero.
-Que se vaya a tomar por culo el hijo puta estarrio ese. Yo no quiero su puta medalla, y que ni se le ocurra hablar en su nombre de mi persona- señala con el dedo hacia donde está el presidente hablando- Pero si toda la vida esos cerdos fascistas me han despreciado, me han humillado y me han golpeado- su compañero s epone la mano en la boca alarmado por sus palabras. El joven avanza, se vuelve hacia la funda de plástico donde está su cuerpo. Lo mira con tristeza. Media cara le falta y la cabeza la tiene abierta.
Ahhhhhhhh- grita. Comienza furioso a avanzar cómo un loco por las vías hasta donde está el presidente.
Su compañero le dice:
-Vuelve, vuelve, insensato, te va a meter en un lío.
El presidente se encuentra haciendo un discurso típico, calcado de otras situaciones parecidos con muchos blablaba, blababa.
-todos los españoles nos sentimos consternados por la muerte de está gente, ciudadanos ejemplares cuyas vidas y sus proyectos de vida se han truncado trágicamente.








JAAAAAA- ríe el punki que se ha colocado a su espalda.
La voz suena de ultratumba. Los síndromes de Down miran a su alrededor para descubrir de donde ha salido la voz.
Mi vida ya estaba truncada mucho antes presidente.
¿Quien me habla, quien me habla?- mirando a todos lados el presidente busca la voz aterrorizado.
Los síndromes de Down de las gacetas comienzan a disparar las cámaras. Una nube de flases parpadeando cómo reflectores antiaéreos cubre un frente de varios metros. El punki se queda ciego y cae al suelo. Se levanta con cuidado pues aun no controla los movimientos de su alma. Trata de romper las cámaras pero no puede, simplemente las atraviesa.
Un miembro del gabinete de presidente se apresura a salir al atril:
-Esto es obra de Rubalcaba. Estribándolo en sus gacetas, corran, corran, escriban.
Los escribanos síndrome de down redactan el ataque de Rubalcaba.








-Nada ni nadie evitará que estás personas tengan su homenaje- insiste el presidente.
-Lárgate de aquí facha- grita el punki- los muertos no queremos que saques provecho de nuestra desgracia.
De repente unos brazos sujetan al punki que grita asustado:
UGGGGGGG; UGGGGGGGGGGG; UGGGGGGGGG.
De un empujón algo lo tira al suelo, le da varias patadas en la boca por la que empiezan a tirar mocos verdes.
Levanta la vista el fantasma y ve frente a él al revisor, una muchacha guardia civil, un mecánico, un albañil, que empiezan a pegarle de forma sádica.
Parar- ordena al resto el revisor jadeando al cabo de varios minutos.
Se agacha al punki y le susurra.
-Hijo mío, escucha, ahora estamos muertos. Nuestras familias necesitarán salir adelante, y lo deberán hacer sin nosotros. Yo he dejado tres hijos, un ex y una querida. ¿ No querrás joderles la vida, verdad muchacho?
El punki acostumbrado a las detenciones, dolorido y viéndose rodeado, contesta muy educado:
-No señor, no señor, soy un buen muchacho, es que me he puesto nervioso, nada más señor.
-Bien, bien, bien muchacho, ahora ve a tu funda y métete en tu cuerpo un rato, aun puedes hacerlo. Por mi parte queda olvidado el que viajeras sin billete, no se lo diré a San Pedro.
Gracia señor, muchas gracias, ahora mismo voy a mi funda, me duele mucho la cabeza.
Angelillo de Uixó.





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