sábado, 6 de julio de 2013

Él es un arco iris.




Él es un arco iris.





Biografía de Angelillo de Uixó.








España ahoga, anula, elimina a los no católicos. Batuecos, farándules de Vall d´uixó en un ocaso mortecino Julio del 2013 celebran fiesta hispánica. En Madrid, tras la presentación de la ley del aborto por el ministro de justicia Jesucristo, se celebra el día del orgullo gay. Un anacronismo reciente en el nuevo rumbo de la patria que vira de nuevo hacia la moral católica. Vall d´Uixó es ajena al orgullo gay. El anacronismo nunca ha existido. El 6 de Julio celebra por barrios festejos taurinos, y asfixiantes verbenuchas con el Fary de banda sonora. Pasodobles y flamenco gitano suenan a través de la chirriante megafonía. Una bestia vomita encajonada, sangra. Tiñe de alegría las calles su sufrimiento y muere brutalmente apuntando con los cuernos en el cajón el rostro de un miserable albañil en paro. Su asesino es un ser embrutecido, sudado, inmundo de raza latina. Una vez encajonado el toro, desde los huecos de las tablas del cajón lo ha apuntillado poco a poco entre gritos de los farándules y golpes de pezuña de la res. El espectáculo es deprimente y triste, incomprensible. El engendro tiene una cara extraña, desencaja de felicidad sádica que mantiene de forma estática varios minutos. Extiende los brazos morenos al cielo que declina tras un día claro, azul casi blanco traslucido. EL farandul semeja al boxeador Rocky celebrando su macabro triunfo tras una victoria sangrante.

Grita:

Muerto, muerto, muerto.




El ocaso cargado de resplandores ilumina un ser bajito, ágil, en chándal de Adidas. Posee unos ojos pequeños, negros, muy móviles que ven el mundo cómo un bizco. Recela, acecha y lleva malos instintos. Ha matado cómo un cobarde. Mata por diversión, por asco a su vida y al mundo. Sin duda es Caín resucitado entre los suyos: entre la estirpe de Caín. El resto de personas son iguales. Unos más altos, otros más bajos, unos incluso menos inteligentes o nada inteligentes, pero todos son lo mismo: Nada o la gente de Vall d´Uixó. Un pueblo brutal, sanguinario y encajonado cómo la bestia, incapaz de quitarse el yugo.

Angelillo de Uixó baja a la fuente a por agua. Esquiva la mirada de la calle donde se celebra la fiesta. Sin ver ha visto todo, ha sufrido con el animal, y sufre por el hombre inferior. El aljibe de su casa está medio seco y cree que tardará de nuevo en llover.

La tarde de cielo azul, luminoso, transparente, ha desaparecido. Nubes holandesas cubren el paisaje y el crepúsculo entre rayos luminosos que encienden el cielo y avanzan desde el oeste, donde vive la sierra que amenaza con tragarse el valle de Uixó. Llegan retumbando truenos y tempestades cómo a lomos de un caballo desbocado. El fary metido en los altavoces silencia. Ya están los eléctricos y fulminantes cómo hachas del holocausto: los rayos. Y llega una gota y otra. Y luego una cortina de agua que parece llevarse toda la inmundicia y dejar la melancolía de la herida de la vida, o quizás la melancolía de la herida de la muerte.





Dura unos minutos el agua de tormenta.



EL negro sobre el dorado de los últimos rayos de sol, y el rojo sobre el negro envuelve las moles piramidales de las pardas montañas. Sobre el sendero de la ladera por el que ha descendido Angelillo de Uixó, se vuelve, y queda cómo Lot contemplando las casetas de San Antonio y 10 años de vida, que dejan al ojo una fotografía que parece un Rembrandt, o una escena de la película de Apocalipsis Now. EL toro muerto sobre el asfalto. Sobre el gotas de agua, y un arco iris que se ha formado. En torno a la res cae una lluvia de gritos, patadas de niños gitanos a la bestia. Son los colores del salvajismo de un pueblo pobre, incivilizado y decadente.




Cierra la escena la exclamación de Angelillo de Uixó con una botella vacía de agua contemplando la aparición del arco iris:

Da ganas de pegarse un tiro.





Alza los ojos al cielo con ganas de ser fulminado. El arco iris tiende un puente que descansa sobre el nido de ametralladoras de la guerra civil en la suave colina de Peña creus. Bajo la peña el barrio marginal y torero de texas. Y el otro pie del arco iris se cruza nervudo el arco del acueducto romano visigodo, bajo el cual serpentea un pequeño torrente vivo que viene espumoso de Assumet. Angelillo de Uixo está en el centro del arco del arco iris. Amenazador gravita sobre su cabeza de rojos y violetas encendidos.

Las nubes se han vuelto del color de la sangre y casi tocan la tierra. Están hinchadas y entre ellas brotan columnas densas que parecen pilares que suben el sufrimiento del pueblo, al cielo. Flota el arco iris cómo un sueño, o una pesadilla.




Esto no es real- exclama angelillo de Uixó que escucha explosiones, que o son truenos o petardos de los farándules. En Vall d´uixó la tierra explota sanguínea cómo el cielo. Se confunde tierra y cielo, mar y cielo, al observar el marino horizonte donde se juntan. Las campanas y los rayos sonoros estallan luminosos, asesinos, en el camino que hace cansado Angelillo de Uixó. Todo parece irreal. Las voces cadavéricas, rotas, carajilleras que llegan de las calles de Uixó se mezclan con el olor a hierba mojada, a humedad, a podredumbre. EL pueblo es macabro, y el brillo y la fuerza del rayo se confunden con el brillo de la navaja. El arco iris en su viaje pasa por debajo del pecho de Angelillo de Uixó haciéndole una radiografía. Poco a poco el espejismo apocalíptico va desapareciendo. La tormenta se aleja sobre la mar, y deja paso a la última luz del día y los primeros destellos de planetas y estrellas.









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Él es un arco iris por Ángel Blasco Giménez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

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