viernes, 9 de agosto de 2013

La batalla del PP frente a Gibraltar

La batalla del PP frente Gibraltar.





Y ocurrió que estaba llegando gracias a Alá una patera al manto lechoso de las dunas de arena cercanas al Peñón de Gibraltar, donde legionarios, facciosos, curas y monjas, organizados por el PP desfilaban con capiruchos y antorchas ante la verja con intención de tomarlo.
Y tenían al pueblo de Gibraltar en vilo y muy asustados tras las murallas:
-Los españoles, los españoles, los españoles – gritaban rodeados los llanitos.
La tropa de españoles jaleaban:
Gibraltar Español.
Y habían sido armados tras la verja niños, mujeres y los monos salvajes del peñón con armaduras, palos, escobas. El presidente de la asociación de vecinos de Gibraltar, Loor Sándwich, había sido nombrado capitán de la defensa de Gibraltar para repeler la expedición Española.
Mientras estas cosas ocurrían, la vida cotidiana seguía su curso, y la quilla de la patera era empujada por el suave oleaje hacia la orilla. Avanzó unos metros clavándose en la arena entre fascistas, beneméritos, curas y monjas, y miembros del PP que hicieron todos al unísono muy sorprendidos:
-¿EH?
Los negros inmigrantes miraban la escena con ojos cómo lunas desorbitadas viendo aquellos rostros marcados por la violencia, el fanatismo y la estupidez.
Desde las murallas se escuchaba el grito de victoria del pueblo de Gibraltar. Las mujeres abrazaban a los niños, los hombres gritaban:
-La royal navy ha acudido. Estamos salvados. Inglaterra nuestra patria no nos abandona, es cómo Rexona.
Una voz, suave, dulce, hermosa con acento andaluz tras la verja empezó a cantar:
Good save de Queen.
Desde la arena al escuchar el canto, un faccioso repleto de indignación puso su rodilla en la arena y mirando el peñón oró:
-Frente al peñón, yo de rodillas en la arena marco una cruz y para que todos sepan que soy un buen español digo lo que todos han de gritar conmigo: Gibraltar español.
Y los inmigrantes mecidos por la suave brisa de Agosto, fatigados, con llagas en la piel del sol y el salitre, hambrientos, sintiendo aun el ligero balanceo de las olas que morían en al popa de la patera, y con ganas de tomar tierra, estaban paralizados por el esperpento nacional, pero con la seguridad de que no estaban en ninguna isla perdida, si no en España, pues, Oh inmigrante, solo en España pasan estas cosas.
Y entonces ocurrió por obra de Alá que un joven negro llamado Simba, de cerca de dos metros de altura, imponente cómo un Apolo, vestido con un taparrabos, se alzó de la canoa mientras los rumis españoles berreaban para que les escucharan los de la verja:
Gibraltar será español, aunque tengamos que pasaros a todos a cuchillo.
Simba al tomar tierra hundió sus salvajes pies de cerca de un metro de largo cada uno en a la arena.
Las monjas y los homosexuales exclamaron al notar la presencia del imponente bruto:
OHHHHHHH.
Entonces el cafre Simba dobló la cerviz, puso su descomunal rodilla sobre la arena frente al peñón. Miró a los españoles y grito con su descomunal voz:
Gibaltrar Español.
Y, OH hermanos, de ese corazón moro salió tal berrido que la verja tembló y los llanitos perdieron el equilibrio y cundió entre ellos el desanimo.





 El capitán de la junta de defensa de Gibraltar, Loor Sándwich, dejo su raqueta de tenis que llevaba cómo escudo y el mango de mortero de hacer gazpacho que llevaba cómo arma de combate apoyada en la pared, avanzó unos pasos y se dirigió a su pueblo muy afligido:
- El enemigo español ha capturado a las tropas de salvamento, nos entregamos.
Entonces, Oh lector, se produjeron muchos lloros entre los llanitos mientras unos de los curas cogiendo de la mano al negro le hace meterse en las calidas aguas hasta la cintura y lo españoliza:
En el nombre de San Jorge, San Miguel y Santiago, te nombro Español, a partir de ahora y en honor a tu gesta de llamarás Francisco Franco, y serás Español.
El resto de inmigrantes contemplando el milagro españolizador saltaron al unísono a la arena, y todos de rodillas frente al peñón gritaron:
Gibraltar Español. Gibraltar español.
Y esas frases conmueven a todos los facciosos que lloran, y van convirtiendo a los salvajes en españoles.
Y fue entonces que los españoles estaban apunto de entrar en Gibaltrar y colgar la bandera nacional con el aguilucho negro cuando cientos de bengalas iluminaron la escena:
¿ Eh?- Fue el grito de guerra de los españoles frente a la verja.
Varios cazas a reacción sobrevolaron las cabezas de los batuecos y asomaron portaviones de esa potencia nuclear que es Reino Unido.






-Nos retiramos, nos retiramos- gritó el sargento de la legión. Pero es tarde, cuando miró a su alrededor contempló que sus compañeros hacía ya unos segundos habían huido en desbandada gritando: mariquita y rojo el último. Huyeron, cuenta la historia que si, pero valientemente, sin perder el honor ni la valentía hispánica ante el desembarco de las famosas tropas de elite británicas de kurgats. Mucho más duros que los marines norteamericanos, curtidos en las Malvinas, Irak, Afganistán, lo que demuestra que el español razona y no es insensato, sabe cunando le conviene callar y con quien meterse.






-¿Habéis visto la cara de miedo que tenían los británicos?- comentó un faccioso sacando pecho que paró a beber de la cantimplora en medio de una senda de las montañas que conduce a la Línea.
-Manos arriba, esto es un atraco- fue la orden de un grupo de hombres a caballo, pañuelo en la cara y armados con arcabuces.
El ejército de liberación de Gibraltar organizado por el PP levantó las manos al cielo de una forma muy digna.
-¿quienes ser?- preguntó curioso el enorme negro llamado anteriormente Simba y ahora Franco.
-Traficantes de tabaco, desempleados, bandoleros, rojos- comentó el Padre Ricardo.
-Haz todo lo que te diga Franco, que caer prisionero de estos españoles es mil veces pero que de los británicos- le confeso el cura.
Angelillo de Uixó.





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