La batalla del PP frente Gibraltar.
Y ocurrió que estaba llegando gracias
a Alá una patera al manto lechoso de las dunas de arena cercanas al
Peñón de Gibraltar, donde legionarios, facciosos, curas y monjas,
organizados por el PP desfilaban con capiruchos y antorchas ante la
verja con intención de tomarlo.
Y tenían al pueblo de Gibraltar en
vilo y muy asustados tras las murallas:
-Los españoles, los españoles, los
españoles – gritaban rodeados los llanitos.
La tropa de españoles
jaleaban:
Gibraltar Español.
Gibraltar Español.
Y habían sido armados tras la verja
niños, mujeres y los monos salvajes del peñón con armaduras,
palos, escobas. El presidente de la asociación de vecinos de
Gibraltar, Loor Sándwich, había sido nombrado capitán de la
defensa de Gibraltar para repeler la expedición Española.
Mientras estas cosas ocurrían, la vida
cotidiana seguía su curso, y la quilla de la patera era empujada por
el suave oleaje hacia la orilla. Avanzó unos metros clavándose en
la arena entre fascistas, beneméritos, curas y monjas, y miembros
del PP que hicieron todos al unísono muy sorprendidos:
-¿EH?
Los negros inmigrantes miraban la
escena con ojos cómo lunas desorbitadas viendo aquellos rostros
marcados por la violencia, el fanatismo y la estupidez.
Desde las murallas se escuchaba el
grito de victoria del pueblo de Gibraltar. Las mujeres abrazaban a
los niños, los hombres gritaban:
-La royal navy ha acudido. Estamos
salvados. Inglaterra nuestra patria no nos abandona, es cómo Rexona.
Una voz, suave, dulce, hermosa con
acento andaluz tras la verja empezó a cantar:
Good save de Queen.
Desde la arena al escuchar el canto, un
faccioso repleto de indignación puso su rodilla en la arena y
mirando el peñón oró:
-Frente al peñón, yo de rodillas en
la arena marco una cruz y para que todos sepan que soy un buen
español digo lo que todos han de gritar conmigo: Gibraltar español.
Y los inmigrantes mecidos por la suave
brisa de Agosto, fatigados, con llagas en la piel del sol y el
salitre, hambrientos, sintiendo aun el ligero balanceo de las olas
que morían en al popa de la patera, y con ganas de tomar tierra,
estaban paralizados por el esperpento nacional, pero con la seguridad
de que no estaban en ninguna isla perdida, si no en España, pues, Oh
inmigrante, solo en España pasan estas cosas.
Y entonces ocurrió por obra de Alá
que un joven negro llamado Simba, de cerca de dos metros de altura,
imponente cómo un Apolo, vestido con un taparrabos, se alzó de la
canoa mientras los rumis españoles berreaban para que les escucharan
los de la verja:
Gibraltar será español, aunque
tengamos que pasaros a todos a cuchillo.
Simba al tomar tierra hundió sus
salvajes pies de cerca de un metro de largo cada uno en a la arena.
Las monjas y los homosexuales
exclamaron al notar la presencia del imponente bruto:
OHHHHHHH.
Entonces el cafre Simba dobló la
cerviz, puso su descomunal rodilla sobre la arena frente al peñón.
Miró a los españoles y grito con su descomunal voz:
Gibaltrar Español.
Y, OH hermanos, de ese corazón moro
salió tal berrido que la verja tembló y los llanitos perdieron el
equilibrio y cundió entre ellos el desanimo.
El capitán de la junta
de defensa de Gibraltar, Loor Sándwich, dejo su raqueta de tenis
que llevaba cómo escudo y el mango de mortero de hacer gazpacho que
llevaba cómo arma de combate apoyada en la pared, avanzó unos pasos
y se dirigió a su pueblo muy afligido:
- El enemigo español ha capturado a
las tropas de salvamento, nos entregamos.
Entonces, Oh lector, se produjeron
muchos lloros entre los llanitos mientras unos de los curas cogiendo
de la mano al negro le hace meterse en las calidas aguas hasta la
cintura y lo españoliza:
En el nombre de San Jorge, San Miguel y
Santiago, te nombro Español, a partir de ahora y en honor a tu gesta
de llamarás Francisco Franco, y serás Español.
El resto de inmigrantes contemplando el
milagro españolizador saltaron al unísono a la arena, y todos de
rodillas frente al peñón gritaron:
Gibraltar Español. Gibraltar español.
Y esas frases conmueven a todos los
facciosos que lloran, y van convirtiendo a los salvajes en españoles.
Y fue entonces que los españoles
estaban apunto de entrar en Gibaltrar y colgar la bandera nacional
con el aguilucho negro cuando cientos de bengalas iluminaron la
escena:
¿ Eh?- Fue el grito de guerra de los
españoles frente a la verja.
Varios cazas a reacción sobrevolaron
las cabezas de los batuecos y asomaron portaviones de esa potencia
nuclear que es Reino Unido.
-Nos retiramos, nos retiramos- gritó
el sargento de la legión. Pero es tarde, cuando miró a su alrededor
contempló que sus compañeros hacía ya unos segundos habían huido
en desbandada gritando: mariquita y rojo el último. Huyeron, cuenta
la historia que si, pero valientemente, sin perder el honor ni la
valentía hispánica ante el desembarco de las famosas tropas de
elite británicas de kurgats. Mucho más duros que los marines
norteamericanos, curtidos en las Malvinas, Irak, Afganistán, lo que
demuestra que el español razona y no es insensato, sabe cunando le
conviene callar y con quien meterse.
-¿Habéis visto la cara de miedo que
tenían los británicos?- comentó un faccioso sacando pecho que paró
a beber de la cantimplora en medio de una senda de las montañas que
conduce a la Línea.
-Manos arriba, esto es un atraco- fue
la orden de un grupo de hombres a caballo, pañuelo en la cara y
armados con arcabuces.
El ejército de liberación de
Gibraltar organizado por el PP levantó las manos al cielo de una
forma muy digna.
-¿quienes ser?- preguntó curioso el
enorme negro llamado anteriormente Simba y ahora Franco.
-Traficantes de tabaco, desempleados,
bandoleros, rojos- comentó el Padre Ricardo.
-Haz todo lo que te diga Franco, que
caer prisionero de estos españoles es mil veces pero que de los
británicos- le confeso el cura.
Angelillo de Uixó.
La batalle del PP frente a Gibaltrar by Ángel Blasco Giménez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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