Detiene la
guardia civil a un chico por amor.
-¿Qué hago aquí?- me pregunto
encerrado en un oscuro calabozo de seis metros cuadrados iluminado
por un foco que se encuentra sobre una gruesa puerta verde con una
misteriosa mirilla de rejillas similar a la de los confesionarios.
Deja ver la mirilla un pequeño trozo pared. No hay ventanas. Hay
una cámara de vigilancia a la altura del techo, en una esquina. Está
cubierta con un protector de plástico transparente similar al de
los escudos de los antidisturbios. En el calabozo suena un pip, pip,
pip, cada tres minutos. Ese sonido nunca para. Se clava en la mente y
distrae de la profundidad del pensamiento que requiere :soledad, y
silencio. Cómo a mi nunca me ha gustado pensar, y mi pensamiento no
es profundo ni lógico, me es indiferente que este pitando cada tres
minutos. Incluso me gusta porqué es sencilla la melodía.
-Vaya, vaya, vaya- me digo tras mirar a
mi alrededor.
Estoy, oh lector, en una especie de
calabozo o algo así. Me arrepiento de haber exclamado los vaya,
vaya, vaya, en voz alta por si me ha escuchado alguien hablar solo y
piensan que estoy loco.
Pip, pip, pip- han pasado tres minutos.
¿Me vigilan?- me he puesto lector el
dedo en la boca y hago gesto reflexivo al preguntarme esto . Habló
en voz baja para que nadie me escuche.
- No, no puede ser- me respondo.
- ¿Por qué me iban a vigilar? sería absurdo que alguien quisiera vigilarme (sigo todavía hablando solo. Lo hago porqué no hay nadie más).
No le doy mayor importancia a la
situación. Me tumbo en la colchoneta donde estoy, que se encuentra,
oh lector, sobre un banco de hormigón. Sobre la colchoneta hay dos
mantas. Las mantas tienen olor a personas. Las huelo.
Alguien ha estado aquí antes que yo-
me digo mirando a la cámara.
El olor es un olor rancio y fuerte.
Hay mucho dolor y sufrimiento en ese olor. Siento un profundo respeto
hacia ese olor, me gusta. Huele a santidad.
-Está gente que ha pasado no son unos
putos pijos del PP- exclamo.
La gente deberíamos oler así- me
digo. Me huelo y me doy cuento que yo también huelo de forma
similar.
-Vaya, vaya, vaya- exclamo de la
sorpresa.
Aparto a las mantas, que son, oh
lector, de color marrón y me tumbo sobre el colchón.
Me doy cuenta de que no tengo correa en
el pantalón, ni cordones en los zapatos.
¿Qué extraño?- me pregunto.
Pip, pip, pip- han pasado tres minutos.
Me acuesto. La luz me molesta un poco
para conciliar el sueño, pero lo intento. Pierdo la noción del
tiempo. Hay muchos pitidos que evitan que me duerma.
Mejor, mejor, mejor- me digo. Dormir es
cómo estar muerto.
Al cabo de no se cuanto tiempo se abre
la puerta.
GRAÑÑÑÑÑ; GRUAÑÑÑÑÑÑÑ-
gruñen las bisagras.
Yo estoy tumbado. Doy un salto y me
pongo enseguida enfrente de la puerta para recibir en mi celda al
invitado sorpresa. Tengo miedo, lo que me provoca palpitaciones en el
pecho, de que la persona sea mi padre.
Estoy pensando la respuesta que voy a
darle.
-No se sido yo padre, es todo mentira.
Usted a mi edad seguro que hacía cosas así. De verdad, de verdad,
estoy intentando cambiar. Soy un buen chico. Quiero que usted se
sienta orgulloso de mí.
Entra ahora una agradable luz natural
blanca a la celda.
-OHHHHHHHHHH- exclamo yo feliz ante el
jorochó espectáculo de ver pasar la luz de verdad en este oscuro,
tétrico, franquista, aunque agradable calabozo donde llevo ya muchos
pitidos.
Pip. Pip. Pip- han pasado tres minutos.
La figura que aparece no es la de mi
padre. Me relajo y me siento de nuevo en la colchoneta. Se trata de
un hombre alto, con barba, ojos morenos, joven. Es muy fuerte. Va muy
bien arreglado. Va disfrazado con un uniforme verde muy planchado.
Le queda bien. Lleva hasta una pistola, ¡que imagino será simulada!
Es muy educado. Seguro que tiene estudios. Me llama caballero.
-Buenas tardes caballero- me dice.
!Será que estamos ya en la tarde!- me digo
para mi.
Está en la puerta contemplándome, de
ahí no pasa. Creo que es tímido. La mano la tiene apoyada en la
culata de la pistola simulada. Entonces lo juzgo cómo uno de esos
tipos un poco desconfiado ante los desconocidos. Los tímidos tienen
algo de desconfiados.
Yo lo miro desde mi colchoneta.
-Hola- le respondo a su señal de
amistad.
-¿Sabe usted por qué está aquí?- me
pregunta muy serio.
Yo imagino que se trata de alguna
adivinanza o broma que filma la cámara. Reflexiono.
Pip, pip, pip- suena el pito. Han
pasado tres minutos.
Le doy vueltas y más vueltas a la
cabeza para ver si puedo responder de forma correcta, pero no lo
consigo. Me siento idiota por no saberlo. He vuelto a fracasar en
encontrar la solución a una simple pregunta. Con los crucigramas,
los problemas de lógica, las ecuaciones, me ocurre lo mismo desde
chiquitito. Creo que a estás alturas de mi vida ya no hay arreglo.
No- le respondo con absoluta
sinceridad.
ÉL lanza un suspiro. Sigue en al
puerta. Me mira con esa típica mirada que causa la decepción.
¿Juraría eso ante un tribunal?- me
pregunta muy serio.
Claro- le respondo.
Pip. Pip, pip- han pasado tres minutos.
La puerta se cierra. EL calabozo se
queda en penumbra y yo, Oh lector, me tumbo sobre la colchoneta y me
pongo a llorar. Yo soy de los que sufren mucho cuando decepciono a
personas que esperan más de mí. A al desconocido lo he decepcionado
sin duda. Creo que él también se siente mal.
Pasan varios días. La puerta se vuelve
abrir. Aparece de nuevo el mismo agente.
-Buenas tardes caballero- me saluda muy
educado.
Hola- le respondo yo.
-¿sabe usted ya por qué se encuentra
aquí?- me pregunta.
Yo reflexiono muy concienzudamente.
Está vez no quiero equivocarme, o luego se que lo pasaré muy mal y
me bajará mucho la autoestima.
Hago, Oh lector, lo único que se puede
hacer cuando no se sabe.
Me pongo de rodillas y avanzo por el
suelo del calabozo cómo un perro. Me abrazo a sus rodillas y lamo
sus brillantes y hermosas botas con la lengua.
Él lanza un agudo suspiro:
OHHHHHHHH.
Notó cómo sus enormes piernas,
semejantes a torres moras se aflojan. Ante mi tacto se van relajando.
Desde el suelo, en posición de humillación alzó cómo un perro
sujeto por una gruesa y prieta cadena la vista hasta que se cruza con
la suya. Noto sus hermosos ojos negros semejantes a brillantes
luceros de la noche mirándome con ternura. Su mano cae sobre mi
pelo. Noto cómo lo agarra y el fuerte tirón que le sigue.
Experimento un gran placer. Me relamo. Ahora sacude mi cabeza a un
lado y a otro. Del pelo me lleva a la colchoneta. Quedo boca abajo.
Mi boca muerde la colchoneta mientras el pantalón ante mi absoluta
pasividad va bajando. Mis nalgas brillan en el oscuro calabozo cómo
la luna. El se inclina hacia a mi, y me susurra al oído lo más
hermoso que nadie me ha dicho nunca.
-Estás aquí detenido porqué te amo.
Angelillo de Uixó.
Advertencia del autor únicamente para
subnormales, jueces, periodistas de espejo publico, el levante, canal
9, la corporación del PP de vall d´uixó con su alcalde Óscar
Clavell al frente . Ésta
historia es de ficción. F-I-C-C-I-Ó-N. Así lo juro por el dios
verdadero Gobo, y su hijo que vino a salvarnos dando con una cruz,
Katulu. Por favor respetar mi vida y mi derecho a la expresión. Yo
no me meto con vosotros.
Detiene la guardia civil a un chico por amor by Ángel Blasco Giménez is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
Haces bien en satirizar no solo a tu cuerpo sino 'al cuerpo', las fotos son a co jo nan tes, tienes atrezzo de todo tipo. Sigo leyendo tu blog con pasión (feb2011) me encantan tus relatos y bueno los vídeos...acompañan. Si no dejo comentarios en tus relatos es porque están perfectos como están, sin comentarios, olvidados, inalterables, como la carta de un preso previa a su ejecución encontrada años después en un resquicio oculto de la celda y que ya no admite replica sino meditacion.
ResponderEliminar"Estás aquí detenido porque te amo."
ResponderEliminarMuy bueno el relato, lo voy a enviar a foropolicia a ver si lo saben apreciar...
Por cierto, ya saliste de tu calabozo de amor y pasión ¿no?, o eso o tu amorcito te pasó una tablet para que estuvieras entretenido ¿cuanto tiempo estuviste?