Despiertan motos de trial a un
ecologista.
Sigo aun vivó en la Vall d´Uixó. Me
acabo de dar cuenta porqué he abierto los ojos. Me vuelvo a dormir.
Me despierto. Estoy sudado. Unas aspas colgadas del techo de mi
habitación giran lentas sobre mi cabeza. Estoy en la cama medio
desnudo. No se oye nada. Hace mucho calor. Es un calor húmedo de
agosto. Por la ventana entra luz amarilla muy fuerte, demasiado
fuerte a mis ojos acostumbrados a la oscuridad. Cierro los ojos y
pienso con horror que aun estoy en Vall d´Uixó. Las aspas giran
lentas. No quiero salir a la calle, no quiero hacer nada. Solo deseo
estar encerrado y alejado de las calles de Vall d´uixó
Si, no deseo ver nada, deseo volver al silencio, a
la oscuridad. No quiero ver la luz nunca más, no quiero escuchar
ruidos. Cierro los ojos. Siento un profundo dolor en el alma. Sigo
en mi cuarto. Las aspas giran lentas y pesadas, cómo hélices de
helicópteros. Cierro los ojos recordando, pensando. Oigo los latidos
de mi corazón, la sangre fluir por mis venas, las gotas de sudor
recorriendo mis brazos hasta lentamente caer en la sabana. ¿Cuánto
tiempo llevo así? No lo se, es posible que días. Fuera se escucha
algún petardo por las fiestas taurinas de Vall d´uixó. La gente a
estas horas se retira borracha a su casa a descansar. El sol ya está
alto. Cierro de nuevo los ojos y por fin me duermo otra vez. No se
cuánto tiempo pasa.
De repente, de detrás de la casa
escucho un fuerte ruido de motor, voces, piedras desprendidas de un
ribazo. Me levanto de la cama. Me pongo unos pantalones cortos.
Salgo a la terraza. Desde allí se divisan las trincheras de Vall
d´uixó y el cartel explicativo que ayude a colocar de la guerra
civil. Muy cerca de la casa que se encuentra sobre la loma de un
pequeño barranco, un grupo de motoristas de trial están tirando los
ribazos con sus motos. Las piedras se desploman. Las raíces de los
árboles sienten el peso de las ruedas, la tierra se desprende a su
paso y cae barranco abajo, las ramas más finas y bajas de los
árboles ceden ante el empujón bárbaro de los motoristas. Las aves
abren sus alas y se lanzan a volar abandonando sus nidos. Vuelvo a mi
habitación. Saco la cámara y disparo sobre ellos. Están ahora
venga la risa. Me miran. Ahora un motorista rompe una rama que le
molesta, otro le sujeta la moto. Al cabo de varios minutos ya se han
alejado monte arriba destrozando todo lo que encuentran a su paso.
Vuelvo a mi cama. No quiero ver nada más. No quiero escuchar ningún
ruido. Sigo aun en Vall d´Uixó, y aun sigo vivo. Cierro los ojos.
Las aspas giran lentas y pesadas.
Angelillo de Uixó.
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Así nos sentímos muchos en este pueblucho (da igual el numero de habitantes, es mas la calidad) viendo como se premia la barbarie y la estupidez día a día. Al menos la semana que viene ya se larga la gente a la playa y se puede volver a salir a la calle. Te han sacado en la prensa como si fueras la ETA ( como a la PAH, vaya) no hagas caso, sigue siendo mas persona que los mata toros parañeros estos, que el calor se acabara en un mes y volverá el otoño para enfriar la mente.
ResponderEliminarJoder hijo Angelillo la que estas liando!!!
ResponderEliminarrecetas de cocina