miércoles, 12 de junio de 2013

La pinada del Corte Inglés de Valencia


La pinada del Corte Inglés de valencia.





Coro de ancianos bajo ramas y piñas de una negra pinada. Forman sus curvos cuerpos un arco repleto de montículos de grasa. Todos juntos crean un rogle parlante de penas y nostalgias. Relatan batallas perdidas que a nadie le importan. Nadie las escucha más que las tórtolas que allí anidan. El sol de julio cae vertical sobre la árida tierra de Vall d´uixó. La que ya no se ha de cultivar, y el banco ha de heredar. Se respira un fuerte olor a monte, a pino, a retama, a mar, y a liebre. Ninguna niebla oculta la aparición de un joven gallardo, gallardo de verdad. Va cargado con una bolsa repleta de lechugas y tomates. Pero a las viejas y blanquinosas retinas, corneas secadas por la senectud, abundantes de cataratas y lágrimas que gotean incontinentes. A aquel que camina por el paraje de San Antonio, lo observan borroso. Cómo a un caminante que surgiera envuelto de una bruma espesa.
Coro de ancianos:
¿Quién es ese?







Ese que camina es Angelillo de Uixó- responde uno de ellos. El único joven del pueblo que vale la pena. El mejor de todos nosotros. La esperanza y salvación de Vall d´uixó. Nuestros egoístas hijos, malditos sean mil veces y mil veces más, nunca llegarán a valer ni la mitad que él.
¿ Y de quien es hijo?- preguntan varios ancianos del coro.
-Es hijo de su madre. Dicen que vino de Valencia, otros que de una tribu perdida de nudistas entre el Júcar y el Turia. No es batueco del pueblo.
Babeando, temblando, reumáticos, levantan el brazo para saludar al identificado que acude junto a ellos. Les dice modesto, siempre modesto:
  • No se molesten en ser pródigos con los saludos, no se esfuercen.
Humano, sentimental, hace una deferencia a las momias parlantes que apenas lo perciben. Respiran con dificultad, con sonido asincopado, acompañado de ronquidos y gruñidos semejantes al hermano puerco del que descendemos según los antropólogos más alternativos, y por lo tanto más sabios que los convencionales, además de advertirlo otros en esta materia entendidos. El Magno les muestras las lechugas y tomates de la bolsa, que les causa mucho gozo, recuerdos y alegrías. Para animarles saca la flauta y toca una partitura del maestro alemán: Beethoven. El himno de la alegría. Y ellos canturrean. Cuando finaliza les dice:
Oh ancianos, vosotros que vivisteis los gloriosos días de la guerra civil, abrazados en vez de a una mujer, o a un hijo, a un fusil. Vosotros, Oh dichosos, que contemplasteis a nuestros amigos alemanes bombardear Vall d´uixó, y hacer danzar a la gente de aquí para allá mientras todos ardían. Las casas ardían, las campanas repicaban solemnes ardiendo, las cruces ardían, las personas… ardían. Oh felices días de guerra, de sangre, de camaradería, de destrucción. Oh ruido ensordecedor de los tanques, el rugir de las metralletas, y el gemido de las mujeres forzadas. Alegría, alegría, alegría. Días que por desgracia yo no he conocido, y hay gente que no quiere que conozca. Ea ancianos, no nos lamentemos este día tan hermoso. Mirar que lechugas traigo. Las planto en mi corral.
-Bonicas de verdad- dice el coro.







El Magno orgulloso por el aprobado se dirige a cambiarlas por otros alimentos. Los ancianos se quedan allí con sus calaveras sobre su cuello. Atados a esa pinada esperan. Los pajarillos trinan sobre las ramas. Abren sus alas y vuelan, y lo que ven no les gusta. El pueblo ha cambiado mucho. La raza, la raza, la raza, la raza, se pierde, está contaminada.
Al rato el Magno vuelve por el mismo camino:
¿A donde vas?- le pregunta el coro.
A valencia ancianos- les responde.
Coro.
¿Tan lejos? ¿Iras en coche de línea?-
Magno:
Si.
Coro
¿ Y que buscas allí?
Magno:
La curación de un mal.
Coro
¿ Estás cómo nosotros enfermo?
Magno
Si.
Coro
Pues que no sea nada.
Magno
Eso espero.
Coro.
Pídele a Dios.
Magno.
Rezaré a Satán al llegar.
Coro.
Amen.
Se despiden, y el Magno embarca en el autobús camino Nules, de allí, Oh camaradas, en tren rumbo al sur.








El Magno con el ojo en la ventana. A su lado pijas estudiantes. Muy cortas de ropa, muy provocativas, y modernas, tanto que dan nauseas. Están poco sociabilizadas, tienen muy poca educación y principios éticos morales pese a sus estudios. OH hermanos, hablan de sus putos exámenes muy serías, de sus proyectos de vida aburguesados, y de ir a la piscina por la tarde. El magno siente asco de las pijas, pero unos seguratas han jipiado al magno y se han puesto cerca de él. Ahora ha de soportar el traqueteo que tren, el olor de las pijas y la estúpida conversación de los seguratas. El Magno cierra los ojos. Se transporta a Vall d´uixó. Siente nostalgia y recuerda las pinadas salvajes y a los ancianos aborígenes del lugar. Mascando chicle un segurata joven, de pelo rapado, engalanado con tatuajes en el brazo de flores con espinas, dialoga con su compañero, algo más bajo, de mediana edad, de blancos cabellos.
  • A 50 kilos doy fallo, pero siempre hay alguien en el gimnasio que me ayuda.
El segurata de laureados cabellos, algo fondón, asiente el sermón gimnasiero.
  • Siempre que hagas pesas debes pedir ayuda a algún chabalin para que cuando des fallo.
El segurata de blancos cabello asiente atento.
  • ¿Viste a Mister Olimpia levantando 200 kilos?
Responde el segurata de blanco cabellos.
No.
Mister Olimpia es capaz de hasta levantar 250 kilos. Ese tío es la ostia. Lleva ganando todos los campeonatos de levantamiento desde el 2003. Espera te voy a pone un vídeo de mister Olimpia.
Del amplio bolsillo de sus pantalones bombachos fascista saca un móvil muy guapo el segurata de las rosas tatuadas y aspecto de maricón nazi. Y pone un vídeo de mister Olimpia. El Magno se siente empachado en la mezcla de la conversaciones que se suceden de las putas pijas en minifalda hablando de una jodida barbacoa en la piscina , sus exámenes, y el repugnante segurata corriéndose se gusto con su puto mierdoso de mister Olimpia mientras unos moros aprovechan para bajar sin pagar cuando frena el tren en Sagunto.
Oh camaradas, el Magno apoyado el ojo a la ventana ha llegado a valencia, y no le gusta lo que ve. A la salida de la estación están apostados unos milikos de la nacional con sus azules uniformes bajo un cielo transparente cargado de mal olor a humano enjaulado, a hormigón, a cemento. Los milikos dan una mirada al magno, pero hay otros indigentes haciendo ronda por el lugar a los que prestan igual atención. Y o por el calor, o por lo cotidiano de la violencia, no hacen nada para garantizar el orden más que mirar de mala gana con sus caras alargadas y fascistoides apostados sobre las azules furgonetas con franjas muy cutres de la bandera de España grafiteadas a lo Miró por la chapa.







El Magno mira a todos lados. Coches, colmenas de edificios, semáforos. Hay que andarse con muchos ojos camaradas de provincia en las grandes ciudades. Le quedan dos horas de espera para la cita con el doctor, así que da vueltas por la ciudad. Los edificios hablan sin que se vea a ninguna persona. Es triste y estremecedor. Le entran ganas de llorar al Magno sobre el asfalto que queman sus pies:
Dígame, dígame, dígame.
Diga, pero diga.
¿Quién es? Por favor, por favor. Hace días que no hablo con nadie.
¿Quién?
¿ Chi pin Ling hong Jonk?
Who are you?
Salam Malicum, malicum salam.
Qui h´es, sis plau?

El magno contesta a un portero automático.
-No hay nadie señores. Habrá sido una pandilla de chiquillos drogados, o un cartero quemado que habrá llamados a todos los timbres.
Nadie le da las gracias por resolver el misterio. Camina solitario. Saluda a un grupo de jubilados escoceses y no le devuelven el saludo. Hay gente de muchos colores por las calles. Algunos tipos van vestidos de negro pero no son curas. Llevan hábitos con dibujos de calaveras, cruces colgando de su pálido cuello. Los ojos pintados, las uñas también. No se puede saber a ciencia cierta si son varón o hembra. Llevan flequillo hitleriano que les tapa un ojo. Un horror. El Magno cuando pasa uno de estos por su lado se gira sin disimulo a observar con curiosidad, incluso siente las ganas de tocar a alguno, sobre todo sus órganos genitales. Del asfalto valenciano sale humo. En su huerta nunca ha visto una cosa así, la tierra cubierta por hierbas evita ese fenómeno confuso que le transporta al desierto. Es Valencia un desierto donde surge en verano por sus calles un vapor turbulento que marea. El suelo está lleno de alcantarillas. Las hay por todas partes. El Magno asombrado piensa:
¿Para que quieren tanta alcantarilla los valencianos? En vall d´uixó facsa tira los residuos al río subterráneo, o al torrente del Belcaire.
De una alcantarilla ve nacer a un hombre. Observa cómo brota.



















-Tengo que buscar algún sitio verde. Esto no lo soporto- se dice y pregunta inquieto a los transeúntes donde hay un parque.
Desacostumbrados a hablar con personas no le contestan. Balbucean y le dan unas monedas.
Al final ve unas ramas y se dirige hacia ellas. Una pinada extraña aparece en el viejo cauce del río Turia. Toda una horterada de plantas y árboles muy alineados, verdes, urbanizados, florecen de forma antinatura. Baja hacia ellos, olfatea.
-Este pino apenas huele a pino, huele a rosal. Inquieto se arrodillas sobre un montículo de cursi césped, y observa atento la tierra: -No hay ninguna cadena de laboriosas negras hormigas formando una larga procesión. Ni en las flores abejas, ni tábanos, ni avispas.
-¿Pero qué es esto?
Camina asustado bajo la pinada. Tiene un ataque de ansiedad, de cautiverio, de irrealidad. La pinada está llena de huecos, sin que crezcan a su alrededor arbustos: zarzamoras, llentiscles, romeros, tomillos, espinos, esparraguera. Deambula por el lugar. Entre los pinos en vez de ancianos hay fulanas pijas tatuadas tomando el sol en bikini en el césped. Están tumbadas sobre la hierba, con las piernas arqueadas, moviéndolas y cerrándolas cómo si fueran unas tijeras. Entre las ramas de los pinos se escucha la ciudad. El ruido de los motores, las voces de la gente que va cargada de bolsas pijas y tienen la geta de putos señoritingos burgueses intelectuales. Pasean y hablan de cine, de cultura. Llegan al oído del Magno un comentario de un par de frikis sobre el judío Woody Allen. El magno siente ganas de hacer trizas a esa pareja de chicos que van de la mano, cuando ocurre algo más grave. 













Alza los ojos y observa con la boca abierta, leyendo entre un claro de las ramas de los pinos:
El corte inglés. El Magno exaltado en la rama declama:






- Oh no por los clavos de nuestro señor Jesucristo ¿qué es esto? Maldita raza de Valencianos, ¿que le habéis hecho a estos pinos que tienen que vivir junto el edificio de el corte inglés? Subiendo a sus ramas observa con terror el edificio que alberga mercancías conseguidas con el sudor de esclavos. Toda ésta mercancía tiene la finalidad de a vestir, calzar, alimentar, dar ocio, a un tipo de hombre de raza inferior y antinatural. En el patio del corte inglés hay un show repugnante para cualquier persona menos para el rey Juan Carlos. Un safari de elefantes, hipopótamos de cartón piedra que recrean el África salvaje, incluso hay representado un negro cocinando a un misionero.
Oh pinos que no tenéis ardillas en vuestras ramas ! Ni mariposas hay en este horrido y cutre lugar!; y sin embargo tenéis que presenciar un paisaje de cartón piedra de África. 







Al girar la vista desde las ramas ve un edificio anunciando a la Samsung. El magno desciende. Sube a un taxi y va al consultorio del doctor para probar un tratamiento alternativo con imanes.
-Dentro de un par de semanas ha de volver- le dice el doctor al terminar. Muy severo le recomienda:
-Le aconsejo amigo que no vuelva a dormir con perras. Pueden trasmitirle enfermedades infecciosas cómo la que tiene, e incluso más severas.
Y recuerde: higiene, higiene, higiene.







Angelillo de Uixó en su viaje a Valencia y su terapia de imanes resultones.






No hay comentarios:

Publicar un comentario