La pinada del Corte Inglés
de valencia.
Coro de ancianos bajo ramas y piñas
de una negra pinada. Forman sus curvos cuerpos un arco repleto de
montículos de grasa. Todos juntos crean un rogle parlante de penas
y nostalgias. Relatan batallas perdidas que a nadie le importan.
Nadie las escucha más que las tórtolas que allí anidan. El sol de
julio cae vertical sobre la árida tierra de Vall d´uixó. La que ya
no se ha de cultivar, y el banco ha de heredar. Se respira un fuerte
olor a monte, a pino, a retama, a mar, y a liebre. Ninguna niebla
oculta la aparición de un joven gallardo, gallardo de verdad. Va
cargado con una bolsa repleta de lechugas y tomates. Pero a las
viejas y blanquinosas retinas, corneas secadas por la senectud,
abundantes de cataratas y lágrimas que gotean incontinentes. A aquel
que camina por el paraje de San Antonio, lo observan borroso. Cómo a
un caminante que surgiera envuelto de una bruma espesa.
Coro de ancianos:
¿Quién es ese?
Ese que camina es Angelillo de Uixó-
responde uno de ellos. El único joven del pueblo que vale la pena.
El mejor de todos nosotros. La esperanza y salvación de Vall d´uixó.
Nuestros egoístas hijos, malditos sean mil veces y mil veces más,
nunca llegarán a valer ni la mitad que él.
¿ Y de quien es hijo?- preguntan
varios ancianos del coro.
-Es hijo de su madre. Dicen que vino de
Valencia, otros que de una tribu perdida de nudistas entre el Júcar
y el Turia. No es batueco del pueblo.
Babeando, temblando, reumáticos,
levantan el brazo para saludar al identificado que acude junto a
ellos. Les dice modesto, siempre modesto:
- No se molesten en ser pródigos con los saludos, no se esfuercen.
Humano, sentimental, hace una
deferencia a las momias parlantes que apenas lo perciben. Respiran
con dificultad, con sonido asincopado, acompañado de ronquidos y
gruñidos semejantes al hermano puerco del que descendemos según los
antropólogos más alternativos, y por lo tanto más sabios que los
convencionales, además de advertirlo otros en esta materia
entendidos. El Magno les muestras las lechugas y tomates de la bolsa,
que les causa mucho gozo, recuerdos y alegrías. Para animarles saca
la flauta y toca una partitura del maestro alemán: Beethoven. El
himno de la alegría. Y ellos canturrean. Cuando finaliza les dice:
Oh ancianos, vosotros que vivisteis
los gloriosos días de la guerra civil, abrazados en vez de a una
mujer, o a un hijo, a un fusil. Vosotros, Oh dichosos, que
contemplasteis a nuestros amigos alemanes bombardear Vall d´uixó, y
hacer danzar a la gente de aquí para allá mientras todos ardían.
Las casas ardían, las campanas repicaban solemnes ardiendo, las
cruces ardían, las personas… ardían. Oh felices días de guerra,
de sangre, de camaradería, de destrucción. Oh ruido ensordecedor
de los tanques, el rugir de las metralletas, y el gemido de las
mujeres forzadas. Alegría, alegría, alegría. Días que por
desgracia yo no he conocido, y hay gente que no quiere que conozca.
Ea ancianos, no nos lamentemos este día tan hermoso. Mirar que
lechugas traigo. Las planto en mi corral.
-Bonicas de verdad- dice el coro.
El Magno orgulloso por el aprobado se
dirige a cambiarlas por otros alimentos. Los ancianos se quedan allí
con sus calaveras sobre su cuello. Atados a esa pinada esperan. Los
pajarillos trinan sobre las ramas. Abren sus alas y vuelan, y lo que
ven no les gusta. El pueblo ha cambiado mucho. La raza, la raza, la
raza, la raza, se pierde, está contaminada.
Al rato el Magno vuelve por el mismo
camino:
¿A donde vas?- le pregunta el coro.
A valencia ancianos- les responde.
Coro.
¿Tan lejos? ¿Iras en coche de línea?-
Magno:
Si.
Coro
¿ Y que buscas allí?
Magno:
La curación de un mal.
Coro
¿ Estás cómo nosotros enfermo?
Magno
Si.
Coro
Pues que no sea nada.
Magno
Eso espero.
Coro.
Pídele a Dios.
Magno.
Rezaré a Satán al llegar.
Coro.
Amen.
Se despiden, y el Magno embarca en el
autobús camino Nules, de allí, Oh camaradas, en tren rumbo al sur.
El Magno con el ojo en la ventana. A su
lado pijas estudiantes. Muy cortas de ropa, muy provocativas, y
modernas, tanto que dan nauseas. Están poco sociabilizadas, tienen
muy poca educación y principios éticos morales pese a sus estudios.
OH hermanos, hablan de sus putos exámenes muy serías, de sus
proyectos de vida aburguesados, y de ir a la piscina por la tarde. El
magno siente asco de las pijas, pero unos seguratas han jipiado al
magno y se han puesto cerca de él. Ahora ha de soportar el traqueteo
que tren, el olor de las pijas y la estúpida conversación de los
seguratas. El Magno cierra los ojos. Se transporta a Vall d´uixó.
Siente nostalgia y recuerda las pinadas salvajes y a los ancianos
aborígenes del lugar. Mascando chicle un segurata joven, de pelo
rapado, engalanado con tatuajes en el brazo de flores con espinas,
dialoga con su compañero, algo más bajo, de mediana edad, de
blancos cabellos.
- A 50 kilos doy fallo, pero siempre hay alguien en el gimnasio que me ayuda.
El segurata de
laureados cabellos, algo fondón, asiente el sermón gimnasiero.
- Siempre que hagas pesas debes pedir ayuda a algún chabalin para que cuando des fallo.
El segurata de blancos cabello asiente
atento.
- ¿Viste a Mister Olimpia levantando 200 kilos?
Responde el
segurata de blanco cabellos.
No.
Mister Olimpia es
capaz de hasta levantar 250 kilos. Ese tío es la ostia. Lleva
ganando todos los campeonatos de levantamiento desde el 2003. Espera
te voy a pone un vídeo de mister Olimpia.
Del amplio
bolsillo de sus pantalones bombachos fascista saca un móvil muy
guapo el segurata de las rosas tatuadas y aspecto de maricón nazi. Y
pone un vídeo de mister Olimpia. El Magno se siente empachado en la
mezcla de la conversaciones que se suceden de las putas pijas en
minifalda hablando de una jodida barbacoa en la piscina , sus
exámenes, y el repugnante segurata corriéndose se gusto con su puto
mierdoso de mister Olimpia mientras unos moros aprovechan para bajar
sin pagar cuando frena el tren en Sagunto.
Oh camaradas, el
Magno apoyado el ojo a la ventana ha llegado a valencia, y no le
gusta lo que ve. A la salida de la estación están apostados unos
milikos de la nacional con sus azules uniformes bajo un cielo
transparente cargado de mal olor a humano enjaulado, a hormigón, a
cemento. Los milikos dan una mirada al magno, pero hay otros
indigentes haciendo ronda por el lugar a los que prestan igual
atención. Y o por el calor, o por lo cotidiano de la violencia, no
hacen nada para garantizar el orden más que mirar de mala gana con
sus caras alargadas y fascistoides apostados sobre las azules
furgonetas con franjas muy cutres de la bandera de España
grafiteadas a lo Miró por la chapa.
El Magno mira a
todos lados. Coches, colmenas de edificios, semáforos. Hay que
andarse con muchos ojos camaradas de provincia en las grandes
ciudades. Le quedan dos horas de espera para la cita con el doctor,
así que da vueltas por la ciudad. Los edificios hablan sin que se
vea a ninguna persona. Es triste y estremecedor. Le entran ganas de
llorar al Magno sobre el asfalto que queman sus pies:
Dígame, dígame,
dígame.
Diga, pero diga.
¿Quién es? Por
favor, por favor. Hace días que no hablo con nadie.
¿Quién?
¿
Chi pin Ling hong Jonk?
Who
are you?
Salam
Malicum, malicum salam.
Qui
h´es, sis plau?
El magno contesta
a un portero automático.
-No hay nadie
señores. Habrá sido una pandilla de chiquillos drogados, o un
cartero quemado que habrá llamados a todos los timbres.
Nadie le da las
gracias por resolver el misterio. Camina solitario. Saluda a un grupo
de jubilados escoceses y no le devuelven el saludo. Hay gente de
muchos colores por las calles. Algunos tipos van vestidos de negro
pero no son curas. Llevan hábitos con dibujos de calaveras, cruces
colgando de su pálido cuello. Los ojos pintados, las uñas también.
No se puede saber a ciencia cierta si son varón o hembra. Llevan
flequillo hitleriano que les tapa un ojo. Un horror. El Magno cuando
pasa uno de estos por su lado se gira sin disimulo a observar con
curiosidad, incluso siente las ganas de tocar a alguno, sobre todo
sus órganos genitales. Del asfalto valenciano sale humo. En su
huerta nunca ha visto una cosa así, la tierra cubierta por hierbas
evita ese fenómeno confuso que le transporta al desierto. Es
Valencia un desierto donde surge en verano por sus calles un vapor
turbulento que marea. El suelo está lleno de alcantarillas. Las hay
por todas partes. El Magno asombrado piensa:
¿Para que quieren
tanta alcantarilla los valencianos? En vall d´uixó facsa tira los
residuos al río subterráneo, o al torrente del Belcaire.
De una
alcantarilla ve nacer a un hombre. Observa cómo brota.
-Tengo que buscar
algún sitio verde. Esto no lo soporto- se dice y pregunta inquieto
a los transeúntes donde hay un parque.
Desacostumbrados
a hablar con personas no le contestan. Balbucean y le dan unas
monedas.
Al final ve unas
ramas y se dirige hacia ellas. Una pinada extraña aparece en el
viejo cauce del río Turia. Toda una horterada de plantas y árboles
muy alineados, verdes, urbanizados, florecen de forma antinatura.
Baja hacia ellos, olfatea.
-Este pino apenas
huele a pino, huele a rosal. Inquieto se arrodillas sobre un
montículo de cursi césped, y observa atento la tierra: -No hay
ninguna cadena de laboriosas negras hormigas formando una larga
procesión. Ni en las flores abejas, ni tábanos, ni avispas.
-¿Pero qué es
esto?
Camina asustado
bajo la pinada. Tiene un ataque de ansiedad, de cautiverio, de
irrealidad. La pinada está llena de huecos, sin que crezcan a su
alrededor arbustos: zarzamoras, llentiscles, romeros, tomillos,
espinos, esparraguera. Deambula por el lugar. Entre los pinos en vez
de ancianos hay fulanas pijas tatuadas tomando el sol en bikini en el
césped. Están tumbadas sobre la hierba, con las piernas arqueadas,
moviéndolas y cerrándolas cómo si fueran unas tijeras. Entre las
ramas de los pinos se escucha la ciudad. El ruido de los motores, las
voces de la gente que va cargada de bolsas pijas y tienen la geta de
putos señoritingos burgueses intelectuales. Pasean y hablan de
cine, de cultura. Llegan al oído del Magno un comentario de un par
de frikis sobre el judío Woody Allen. El magno siente ganas de hacer
trizas a esa pareja de chicos que van de la mano, cuando ocurre algo
más grave.
Alza los ojos y observa con la boca abierta, leyendo
entre un claro de las ramas de los pinos:
El corte inglés.
El Magno exaltado en la rama declama:
- Oh no por los
clavos de nuestro señor Jesucristo ¿qué es esto? Maldita raza de
Valencianos, ¿que le habéis hecho a estos pinos que tienen que
vivir junto el edificio de el corte inglés? Subiendo a sus ramas
observa con terror el edificio que alberga mercancías conseguidas
con el sudor de esclavos. Toda ésta mercancía tiene la finalidad de
a vestir, calzar, alimentar, dar ocio, a un tipo de hombre de raza
inferior y antinatural. En el patio del corte inglés hay un show
repugnante para cualquier persona menos para el rey Juan Carlos. Un
safari de elefantes, hipopótamos de cartón piedra que recrean el
África salvaje, incluso hay representado un negro cocinando a un
misionero.
Oh pinos que no
tenéis ardillas en vuestras ramas ! Ni mariposas hay en este horrido
y cutre lugar!; y sin embargo tenéis que presenciar un paisaje de
cartón piedra de África.
Al girar la vista
desde las ramas ve un edificio anunciando a la Samsung. El magno
desciende. Sube a un taxi y va al consultorio del doctor para probar
un tratamiento alternativo con imanes.
-Dentro de un par
de semanas ha de volver- le dice el doctor al terminar. Muy severo
le recomienda:
-Le aconsejo amigo
que no vuelva a dormir con perras. Pueden trasmitirle enfermedades
infecciosas cómo la que tiene, e incluso más severas.
Y recuerde:
higiene, higiene, higiene.
Angelillo de Uixó
en su viaje a Valencia y su terapia de imanes resultones.
La pinada del Corte inglés de Valencia. by Ángel Blasco Giménez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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