miércoles, 5 de junio de 2013

Creí ver arder la casa abandonada


Creí ver arder la casa abandonada.







  1. Resumen de los hechos.
Los hechos son los siguiente: en la tarde de ayer, en Vall d´uixó, bajo la ermita de San Antonio, a martes de 4 de junio. Un humo blanco sale de una vieja ruina embargada por el banco Santander que se encuentra junto a otros esqueletos de casas habitadas formando un cementerio de ladrillos donde malviven perros y personas, no mereciendo los perros semejante vida. Es frecuente ver a pobres marginales salidos de los callejones más oscuros de Vall d´uixó rondar por la casa abandonada, así cómo saludar a los pobretes del lugar, pues unos y otros forman hermandad. La asaltan a plena luz del día, con el impudor de saber que no pasará nada pues se encuentran en zona de concentración de pobres de solemnidad en una España pobre a punto de estallar.









 Y que si no es estalla es por cuestiones raciales, donde en este país o marca, el aborigen de natural batueco, que más que cobarde o pacifista, es un inferior intelectual y no tiene pensada la alternativa. Por eso aquí no pasa nada, y se dice a modo de consuelo: si somos pobres es porque vivimos por encima de nuestras posibilidades. Y es cierto, se vivió con memez y con estupidez, pero amigo, ahora vives por debajo de tus posibilidades.
En esa tea encendida de España donde no se sabe donde lanzar la antorcha, sale el humo blanco de la vieja ruina que asciende a un cielo alto y soleado de junio que presagia horrores al formar sus algodoneras nubes la forma de un puño que golpea, y cuya sombra se extiende sobre los paramos de España, donde se sufre más que se vive.






  1. llamando a la policía.





-¿ Es la policía?- pregunta el poeta nostálgico, con el sentimiento visible en el rostro del que sufre no solo por los recuerdos y ausencias, si no por el dolor de los acontecimientos, por la impotencia de vivir en la injusticia, en la inmoralidad, y no poder hacer nada más que llamar a la policía.
El poeta con el teléfono en la mano piensa para si: si pudiera dar un golpe de estado e imponer mis leyes para regenerar la nación. Su figura de hombre bueno, penitente y justo, se yergue sobre un ribazo alargándose su larga sombra hasta la ahumada casa abandonada; o lo que han dejado de ella los bárbaros Atilas que han pasado arrasando sobre ella sin respetar ni un objeto que dejara su antiguo morador. Cables, bombillas, azadones. Todo, todo se lo han llevado los pobres para venderlo en el rastro. Nada físico queda de aquel viejo andaluz que llego a los países catanes del sur buscando fortuna. No tuvo mucha suerte cómo vendedor de gusano de seda, que era su oficio. Comercio muy lucrativo en ese precioso, caluroso y exótico país de donde venía. Allí aun existe la industria de la seda, así cómo del algodón, amen del hachis, principal negocio de Andalucía junto el toreo. 









La venta ambulante de gusanos de seda en la sociedad de vall d´uixó cuya tradición es la del esparto para hacer sandalias y escobas no cuajo. Dándose cuenta del carácter de estas gentes, rápidamente, cómo un hábil emprendedor transformo el viejo feriante andaluz su ruinoso negocio de bellos y laboriosos gusanos de seda en a la venta de tirachinas en las ferias, gimnasios y colegios. Entrego a protectoras de animales, grupos ecologistas locales y a su vecino, de oficio poeta, muy concienciado con la defensa de los animales los gusanos de seda, amenazando con un tirachinas que si no se los quedaban los tiraba en una cuneta y encima los apedreaba por hipócritas perroflautas.
El poeta al ver salir el humo blanco de ese montón de escombros arruinados en que se ha convertido la casa recuerda al venerable anciano. Vierte una lagrima in memoriam al conmemorar su muerte hace más de un año. La espicho cómo un buen andaluz, sin sufrir, durmiendo, tranquilo. Era una tarde de agosto, venía cargado de dinero al vender en un colegio de barrio marginal de vall d´uixó que tenía partido de futbol al día siguiente contra el equipo de otro barrio marginal todos lo tirachinas, junto unos arcos y ballestas también de fabricación artesanal, y complementos de esas armas cómo piedra de diámetro adecuado para las gomas, y flechas de caña de bambú muy afiladas con alambres y hierros en las puntas que colocaba en las vías del tren. Esa tarde, aunque llegó con mucho dinero, lo hizo agotado y malherido de una pedrada que el dio un niño chonis que quería probar el arma antes de comprarla. 









El anciano se tumbo en el corral, entre una montañita de hojas de morera medio descompuesta. No sabia que bajo aquella hojarasca había proliferado una colonia de gusanos de seda que le envolvieron hasta formar un capullo perfecto donde el aire no pasaba. Así murió, en lo mejor de su vida, cómo siempre ocurre. Iba a jubilarse al día siguiente de esa fatídica tarde, y volver a su hermoso país. Quería comprarse un campo de almendros, un cortijo, y apuntarse al programa de televisión: chicas buscan esposo con cortijo para casarse con una negra desesperada. Pero todos aquellos sueños murieron bajo la seda que aprovecho el corte ingles cuando la policía al descubrir el cadáver se la vendió.
- ¿dígame?- contesta una voz institucional de mujer cuyo oficio desfigura no solo sus sentimientos, si no su sexo. Su voz firme y autoritaria.
¿Es usted un bromista?- pregunta malhumorada la mujer con cierto tono de amenaza y brutalidad policial.
- Perdone agente, estaba recordando, y se me ha ido el santo al cielo- le dice el poeta con el móvil en el oído y el humo cegándole los ojos.
-¿En que podemos ayudarle?- le pregunta evidentemente incomoda, poco poética, irritable cómo putas las mojas.
- Estoy viendo salir humo de una casa donde no vive nadie. Pero fuego no veo.
¿Podrían pasar a ver que ocurre?
Ahora mando una patrulla- se produce un silencio tras decir esto y cuelgan ambos. El poeta se retira a su cuarto, se arrodilla y le reza a Júpiter por la salvación del alma de sus vecinos.
El humo blanco asciende cómo el espíritu de los difuntos que no pecan entre ese armazón de ladrillos que espera su demolición, o la ocupación por parte de algún desgraciado miserable.
La policía acude a la indicación. Rápidos, directos, conocedores por antecedente el lugar. Los pobres del lugar, culpable de algo se meten en sus casas al ver los uniformados. Los perros enjaulados ladran. Su aspecto de maltrato y cautividad da ganar de hacer llorar a cualquier persona sensible. Los agentes dan dos vuelta y se van. Escucha el poeta a lo lejos a un farandul vecino que finge ser un buen ciudadano preguntar con cinismo.
-¿ocurre algo agentes?-
  • No- se escucha responder con más cinismo a los agentes.
Angelillo de Uixó. 









Licencia de Creative Commons
creí ver arder la casa abandonada is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

No hay comentarios:

Publicar un comentario