Tarzán de Angelillo de Uixó.
!Ancha es la sabana africana amigo Sancho! -Extensiones ilimitadas de avena silvestre y trigo orgullosamente erguidas se suceden por la ancha y plana sabana Africana para asombro del viajero Jesuita castellano. Las perdices entre las matas recogen el grano que el suave viento de levante ha derribado. El kilimanjaro nevado de fondo, las paredes del volcán se muestran azuladas. En el llano, un podenco andaluz abandonado husmea buscando conejos y salta asustado al escuchar los pasos de unos pies descalzos. Largas lanzas zulúes asoman brillantes entre el cereal dorado semejando a lo lejos su gallarda figura a la del noble baturro aragonés. Van envueltos los paganos salvajes en mantas morellanas y dornajos raídos. Son felices los herejes y caminan cantando canciones que espantan y acogotan a sus jefes blancos que van unos pasos detrás con la escopeta nacional cargada.
Majestad, España necesita un nuevo rumbo, un cambio de presidente que desmonte la ficción marxista del estado e inicie la era de la economía liberal- exclama un engendro hediondo patizambo de gruesa cabeza y piel escamosa a causa de una infección de mejillón gallego. El bicho cansado de llevar la escopeta colgando de sus cortos brazos a la altura de la cintura llama a un zulú para que se la recoja y le abanique un rato.
Disponed señor Don Manuel cómo deseéis de España - contesta con la mirada fija en la sabana el rey Juan Carlos I más preocupado en la caza que en las enigmáticas palabras de Fraga.
Las chicharras cantan, las gaviotas y el caribu sobrevuelan en infinito cielo azul, unas avestruces que picotean un viejo algarrobo carcomido por hormigas de la madera huyen ante la presencia de los zulúes. Estás aves con sus veloces patas capaces de alcanzar los 90 kilómetros horas al escuchar las voces humanas dan un par de metros para meter la cabeza en un agujero de la tierra.
Juan Carlos y Fraga recogen los huevos para el almuerzo y acercándose a los animales a los que acarician la piel con el cañón del fusil les disparan a bocajarro.
Los animales caen abatidos sobre el polvoriento suelo tras un breve eructo mortal.
Majestad, España...empieza a comentar Fraga imitando en el gesto al otro gran estadista de iguales mofletes porcinos llamado Churchill.
Por favor Fraga, vale ya con España, no me interesa coño, si me interesara España no estaría en África, estaría en España. Saca la navaja de albacete y ayudame a cortar las plumas de estos pajarracos que son para Normal Dubal - le recrimina en Rey ante la pose de Don Manuel que de pie y sudando no hace nada más que observar en posición de jornalero andaluz, manos en jarra.
Fraga servicial se tira al suelo sintiendo dolores de vientre al chocar su gruesa barriga con las rodillas. Cae rendido al suelo bajo el algarrobo. Un buitre sobrevuela su figura y Juan Carlos manda a unos cafres que con unas parihuelas hagan una camilla.
Vamos, vamos cafres, preparar estos huevos para el almuerzo- manda Juan Carlos aplaudiendo con las manos para que los negros que holgazanean se den prisa en preparar el almuerzo. Saca al cantimplora con whisky y le da a Fraga que se reanima. Sus labios finos, enrojecidos por un sol de África muy parecido al de Palomares se mueven lentos. Balbucea unas palabras misteriosa que causan lógica rabia en su majestad:
majestad, España, marxismo, Carrillo...
Por dios Fraga ,ya está bien de España, España esta bien y Carrillo también- le dice Juan Carlos levantándose y alejándose unos metros, echa un trago largo de whisky para soportar la situación- si me vuelves a hablar de España te dejo entre los zulúes, tu veras Fraga- le dice girándose, con los ojos rojos de rabia y vidriosos de la bebida. Ya me advirtieron que no te invitará al viaje, no se por qué lo he hecho- exclama arrepentido su majestad sentándose en una piedra con musgo que sirve trono africano y de mirador al monte de las animas: el kilimanjaro.
Se quita la corona, a la que un negro hijo de un malvado hechicero llamado Baltasar observa con malas intenciones. El rey que se pasa la mano por la frente para enjuagarse el sudor nota la mirada golpista, se la vuelve a colocar y le da un fenomenal chiquillo al negro para que se mueva.
A los pocos minutos el almuerzo esta preparado. Consiste en huevos de avestruz escalfado, seguido de muslos de este ave del paraíso. Lo colocan en una tabla redonda plegable donde está gravado con grafiti el calco del rey Arturo. La mesa la llevan los porteadores bóers en las mochilas para celebrar almuerzos reales, gabinetes de crisis y reuniones de alto nivel entre gente de sangre azul allí donde se encuentre su majestad de cacería. Los zulúes comen con igual de entusiasmo que el rey y Fraga. Tiran de una palangana donde cocinan en la escudilla el delicioso caldo de cuello y cabeza de avestruz con ortigas silvestres y sal.
Fraga da un largo eructo y duerme, su majestad hace lo mismo, y los zulúes famosos en todo el mundo por haber inventado la siesta se extienden en el suelo a los pies del monarca. Dormitan apaciblemente haciendo a todos iguales la democrática siesta bajo un sol de justicia. Un mono ladrón atraído por una chapa brillante que cuelga del cuello de su majestad se encarama al rey durmiente y se la agarra. Sube al árbol con expresión de inteligencia y curiosidad.
Un león atraído por los ronquidos se acerca al grupo. Sigiloso entre el cereal avanza.
Un rugido espantoso le hace salir de una pesadilla a Fraga donde vislumbra un futuro terrible sin clases sociales en España. Al abrir los ojos ve entre los dientes de un león el cuerpo partido de un zulú. Rápidamente el rey y Fraga agarrando al escopeta suben al árbol pegando varios tiros al aire para que los zulúes bajen del árbol al que se suben.
Corra don Manuel, corra- le grita el rey desde la primera rama dando la mano a su compañero de raza.
Los zulúes, ágiles, vigorosos corren por la sabana. El león, alcanza a otro zulú y de un zarpazo le arranca un brazo, cómo una marioneta mutilada lanza terribles aullidos la bestia negra, el rostro desencajado del cafre le semeja a un diablo. Del brazo sale una torrentera de sangre que excita más al león que se comporta cómo ese rey sanguinario llamado Enrique VIII. Se lanza a otro zulú clavándole las zarpas sobre la espalda, le atraviesa de parte a parte el cuerpo saliendo por el pecho el pulmón y el corazón entre las garras del felino que de un bocado se los come. Pasa la lengua por el hocico relamiéndose el rey de la sabana
Dios, dios- exclama el rey de España tocando su pecho sin salir de su asombro-
¿que pasa majestad? Pregunta inquieto Fraga-
-me han afanado la medalla al valor los cafres- responde sobándose el cuerpo su majestad buscando la medalla.
Es cierto majestad- le dice Fraga al observar que le falta el pin al valor de la guerreara-!esos negro indocumentados son capaces de todo!- exclama Fraga furioso lanzando una mirada de odio a los negros que corren de un lado para otro perseguidos por el rugiente león.
Cómo ve Don Manuel todo el mundo no puede ser rey, ni ministro, es cuestión de valor y raza, a las pruebas me remito de que hay gente superior que debe gobernar aunque sea desde lo alto de una rama. De lo contrario llega el caos, el robo, el saqueo. Con lo que chanaba yo entre la muchachas con esa chapa. - exclama su majestad filosófico en cuclillas en una rama y achicado por el robo. Se siente vengado por su tocayo real al contemplar el romano espectáculo del circo de la sabana.
Amen majestad, nada más cierto, es ley que para que unos vivan otros deben morir, y estos últimos deben ser los menos aptos.
Lo que vemos es una lección de justicia, iusnaturalismo aristocrático liberal majestad- contesta satisfecho Fraga de que el león castigue a los jornaleros.
Cuando el león se ha candado de comer negros se retira y su majestad y Fraga bajan del árbol muy disgustados por el robo de la medalla.
Continuamos- grita Juan Carlos de mala gana y con rencor a los zulúes que quedan. Estos se reagrupa, recogen lo que pueden y siguen camino. El mono desde la rama se coloca la medalla y hace una peineta a la procesión. El rey por teléfono encarga que le hagan una nueva chapa al valor.
El kilimanjaro asoma plateado y turquesa, dormita entre sus leyendas románicas y bosques embrujados, de vez en cuando humea desde el cráter incienso. Domina toda aquella inabarcable extensión, su cumbre nevada contrasta con el calor asfixiante de la sabana. El rey se abofetea cara y Fraga hace lo mismo. Los zulúes se ríen de los extranjeros mostrando sus marfílicos y afilados dientes.
¿Que hacéis para que no os piquen los mosquitos?- Les pregunta el rey intrigado de que no se ceben con ellos estos dípteros que se alimentan de su sangre azul.
No hacer nada baas, ellos preferir su sangre a la nuestra- le responde un zulú de dos metros de alto y menos de 60 kilos, cuyas costillas enseña por la fina piel de negro toro bravo, y cuya sangre tendría que buscar el esforzado mosquito en los profundo de sus negras venas. Por ello prefieren los manantiales abundantes, azulados y sanguinolentos de Fraga y su majestad que brotan a flor de piel.
De repente suena una espantosa trompeta.
Dumbo, dumbo, dumbo- gritan los salvajes emitiendo espantosas muecas. Votan excitados arriba y abajo, suena el golpe hueco de la lanza contra el suelo cuando descienden y el horroroso ruido del palmoteo de las plantas de sus pies. Un sudor frío invade la frente del rey y de Fraga ante la visión majestuosa y enorme de los elefantes derribando un par de olmos centenarios con sus colmillos para devorar las nutritivas raíces.
Cruje la madera bajo los envites de los paquidermos . Polvo y raíces amarillentas suben hacia el cielo mientras el olmo va cayendo a la tierra poco a poco junto los nidos de golondrinas.
Dumbo, dumbo, dumbo- gritan los salvajes con su voz aguda mostrando sus blancos dientes y rojos labios gruesos de diablos, votan cada vez más alto. Juan Carlos los contiene cómo puede.
Quietos, quietos, salvajes- les da varios latigazos a esos cuerpos delgados, fibrados y fuertes que apenas siente el dolor de los latigazos. Su majestad es auxiliado por Fraga en las labores de contención- esperad, que los espantareis.
Baas dumbos, baas dumbos- señala un cazador zulú con una enorme cicatriz que le cruza la cara de parte a parte a causa de un combate con un hipopótamo.
Los veo, los veo. En silencio, el silencio y contra el aire que nos olerán- recrimina el rey a los cafres.
Si baas- contestan los zulúes.
Cómo serpientes reptan entre los fértiles campos de trigo y maíz de la sabana.
Majestad, ¿quiere mi pañuelo? - ofrece servicial Fraga al completar el rostro de Juan Carlos que ha quedado embadurnado al meter la cabeza en una enorme bola tierna de mierda de elefante.
Gracias Don Manuel- le contesta dignamente su majestad pasándose el pañuelo con el logo del PP por la frente, cuello, guerrera, orejas, y sonándose su nariz de la que salen restos de excrementos.
Un elefantito se columpia sobre el vientre de su madre, y otro elefantito se acerca a jugar y ya son dos elefantitos columpiándose sobre le vientre de una madre, otro acude y ya son tres los elefantitos que se columpian. La panza sirve de tobogán, suben por la trompa que hace de escalera.
El patriarca olfatea con su enorme trompa el aire, el resto de la manada tranquila come, juegan, se dan caricias. Los más veteranos a la sombra de un pino piñonero recuerdan acontecimientos de su vida, la separaciones de familiares capturados para el circo de Ángel Cristo.
A pocos metros el rey y Fraga al grito: Santiago y cierra España disparan. Fraga tras el gatillazo cierra sus gruesos ojos y parte de un tiro el colmillo de un elefante. El rey dispara a la elefanta madre y le da en la barriga, la bala rebota en su dura piel y le da a un elefantito que se columpia matándolo.
Los elefantes con su ensordecedor sonido de trompetas y clarines golpean con sus enormes y apisonadoras patas las tierra que tiembla. Fraga y su majestad asustados se retiran dando instrucciones a los negros de que ataquen. Se produce un enorme lanzamiento de jabalinas que vuelan cómo una nube por el cielo. Dan en las duras pieles de los elefante que se lanzan a la carga.
Fraga, Fraga, vuelva, me he roto la cadera- grita quejumbroso su majestad Juan Carlos que ha tropezado en la retirada y al caer se ha roto la cadera.
Se escuchan los aullidos de varios negros que han sido capturados por las trompas de los elefantes y los machacan estrellando sus cuerpos enrollados en la trompa contra los arboles, rocas, y luego en el suelo los chafan cómo cucarachas. Una nueva andanada de lanzas cae sobre los elefantes. Varios negros se montan en la grupa de las bestias y de pie les clavan en la nuca la lanza.
Fraga arrastra a su majestad que llora desconsolada. En lo alto de una colina, fuera ya de peligro contemplan la pelea. Admiran el valor de los negros lanzándose a cuerpo descubiertos contra los elefantes.
Si fueran payos de la benemérita Don Manuel, no le quepa duda que les enjaezaba a todos una medalla de oro del cuello- le dice conmovido Juan Carlos al contemplar a los salvajes cómo se sacrifican por su superior amo blanco.
Es una pena majestad que solo sean marginales sin cualificación, es su destino- replica piadoso y conmovido de la carnicería Fraga.
Los negros consiguen alejar a los elefante de la dirección del rey. La batalla se va a alejando a lo largo de la sábana entre unos campos de girasoles.
Juan Carlos pierde el conocimiento a la sombra de un granado.
Cae la noche, ojos brillantes acechan bajo la luna llena envuelta en tinieblas. Las cortinas de las sedosas nubes apagan y encienden la luz amarilla de la luna. Los aullidos con la llegada de la noche se suceden incesantes: pezuñas, bufidos, rugidos, aleteos de alas, rodean al rey que delira y Fraga que no para de disparar la escopeta cuando escucha el menor ruido.
Las hienas ríen merodeando, las cebras rebuznan, los búfalos mugen, el vampiro murciélago gira en torno a ellos vigilantes. El horror se llama: El áfrica negra.
La blanca escarcha del rojo amanecer pone fin a las tinieblas, los dos cuerpos blancos tiritan. Unos rinocerontes pastan a pocos metros y una figura desgarbada, de largas barbas, melena se acerca lenta.
Un blanco majestad, un blanco- grita eufórico Fraga dejando la escopeta en el suelo y acercándose con los brazos abiertos al engendro que camina descalzo entre harapos.
Hola, hola, forastero. ¿What is your name? My name is Manuel fraga, I' am from Spain. This is the Kind- señala al monigote del rey bajo el granado que mira con un ojo abierto y otro cerrado.
En engendro no dice nada, observa cómo idiota e intenta utilizar el sentido común para comprender. Se rasca el cogote y se suena la nariz con los dedos.
Hola, hola le dice Fraga de rodillas, necesitamos ayuda, help, help. Can you help us? ¿comprendes?- besa desesperado la mano al forastero que guarda un espantoso silencio.
Fraga alarmado se pone en pie y mira a los ojos del asilvestrado visitante intentando adivinar que le pasa.
El engendro vestido con un zaragüelles que le cubre el rabo levanta las manos y se pega en el pecho . Da un gruñido sordo espantoso y se sobrecoge Don Manuel cómo ante la visión de un fantasma.
Ahhhh, ahhhh, ahhhh, ahhhhh- chilla de forma muda golpeando la lengua con los dientes el idiota.
Aparte don Manuel, que es Lucifer- dice el rey que ha recobrado tras ese gruñido el sentido y ha conseguido en un esfuerzo supremo coger la escopeta que apunta hacia la aterradora aparición.
Ahhhh, ahhh, ahhh- sigue gritando espantosamente el desconocido.
Del taparrabos saca una tablilla y un boli bic donde escribe en castellano:
Mi nombre es Tarzán, soy un sordomudo de origen español, huérfano y criado por unos misioneros jesuitas expulsados de España que viven en paz cómo granjeros ecológicos en una ecoaldea a 10 millas de aquí.
Majestad, majestad, no dispare, es joven español discapacitado perroflauta. Estamos de suerte , carece de lengua y oreja para no entruchar entuertos ni malsinar de usted a los republicanos.
Fraga hace la señal de que le pase la libreta , escribe:
Necesitamos ayuda, el rey de España está herido.
Tarzán se dirige al rey, lo huele ,y lo carga al hombro. Caminan durante horas por la orilla de un riachuelo de aguas mortecinas de mansa corriente con truchas que saltan para atrapar algunas moscas y sumergirse de nuevo en sus fría aguas comparables a las del Urbión. En las orillas de río que riega las fértiles huertas un ejercito anónimo de horticultores preparan los caballones para la siembra de primavera, estercolan las eras, se afanan abrir de parte a parte la tierra con los bueyes, reparan las milenarias acequias herencia de los árabes y el rey Salomón, tiran hojas de baladre macerado en las esquinas de los campos para repeler al jabalí, al conejo y al rinoceronte que tanto mal hacen a las cosechas.
El cielo se oscurece anunciando tormenta.
Un rayo que desciende de las nubes cae sobre una vieja encina y parte una gruesa rama. Las chicharras casan en su chirriar inquieto y alegre, los saltamontes se refugian entre las matas de tomillo y hierbabuena. Los simios se alejan a las cuevas y las cebras con las orejas levantadas agachan la cabeza y rumian la alfalfa resignándose a aguantar el chaparrón. Gruesas gotas van cayendo una detrás de otra sobre los campos de centeno hasta que poco a poco formar una cortina de agua. Una campana suena a los lejos, les sirve de faro en una inmensa llanura convertida en barrizal. Tras un verja donde hay un limonero y un naranjo surge una construcción austera de planta sencilla, lisa, pintada de blanco y con la cruz en lo alto del tejado, la bandera de España en el balcón y el águila fascista en el centro de la fachada.
Fraga grita:
Majestad estamos salvados. La embajada española en África.
En el campanario un viejo ataviado con el habito tira con fuerza de las campana que repica llamando al recogimiento a los hermanos que cuidan con esmero la huerta ecológica. Con sus diminutos ojos miopes cree distinguir el beato la figura del hermano Tarzán que cristianamente lleva a un creyente al hombro. Persignándose el anciano Jesuita deja de tirar de la cuerda y hace la señal de la cruz exclamando:
Santo es Tarzán, el Recadero Centelles de la sabana- exclama.
Baja por la escalera de caracol y llama a las puertas de la celda del prior.
Reverendísimo padre Abelardo, Tarzán llega con un cristiano al hombro, un nuevo milagro.
El prior que lee en el claustro a escondidas el nombre de la rosa, oculta el libro colocando encima el apocalipsis de San Juan y levantándose lentamente sin mediar palabra se calza unas sandalia y sale junto a hermano a recibir a los peregrinos.
El hermano Igor se cruza en la sacristía con ellos, y de naturaleza bastante alcahuete sigue con recelo de jorobado a la comitiva. Tarzán se detiene frente al quicio puerta.
Tarzán ¿ qué ha pasado? Pregunta el prior Abelardo. El idiota sordomudo sacando la libreta escribe lo acontecido. Don Manuel con los labios hinchados y resecos del calor, con sus fuerza agotadas balbucea unas palabras antes de caer desmayado devorado por al fiebre:
Su majestad, Juan Carlos I de Espa...
Es el rey- grita prior Abelardo.
II parte. Tarzán en Madrid.
Grandes manifestaciones recorren España pidiendo la abdicación de Juan Carlos I al saber que el rey abandono España para irse de cacería en los días del crack bursátil de bankia. La policía a caballo con porra recorre las calles cargando, pegando y deteniendo estudiantes. Varios universitarios anarquistas aparecen en el manzanares con el vientre hinchado asesinados por miembros de la policía. Los anarquista se empiezan a organizar para poner bombas con las que eliminar la tiranía de los liberales. Los liberales escondidos en los despachos de nuevos ministerios, el senado y el parlamento organizan el toque de queda, restringen las leyes democráticas y alientan a los sectores más radicales para que se organice la guerra civil y ellos huir del país con el dinero de bankia.
Palacio de oriente, en una gran cama con cabecera de hierro forjado con la figura dos leones. El rey con cara de hepático contempla los frescos del techo y se mira en un espejo cóncavo y deformado.
Fraga entra junto Esperanza Aguirre con expresión en la ceja de patriotas. Pasan para darle el parte de las detenciones de estudiantes y que su majestad firme el endurecimiento de leyes.
Juan Carlos firma y atienden a la cuchara de una hermosa colombiana con los pechos fuera que le da caldo de sopa de ave.
Buen aspecto tiene la sopa- dice Don Manuel con las aletas de la nariz vibrando por el olor del caldo.
Va, regular- exclama su majestad que come sin entusiasmo, tan solo por tocar los pechos a la colombiana- en África hacen mejor las sopas, la carne es más fresca.
Esperanza Aguirre haciendo un guiño gitano con expresión de chita aborda sin cortesías lo que venia a solicitar al rey.
Majestad, la calle está intranquila, el pueblo se subleva.
¿De verdad?- pregunta el rey mirando a Fraga que hace gesto afirmativo con la cabeza.
¿Y que será de mi?- pregunta Juan Carlos.
Ya lo sabe- responde Esperanza Aguirre.
¿El exilio?- pregunta temblando de miedo y arropándose hasta el cuello con la sábana mientras la colombiana aguanta la cuchara que alegre humea la sémola con caldo.
A Venezuela o Argentina majestad toca el exilio- dice fatalista Fraga.
¿Qué se puede hacer ministro?- pregunta Juan Carlos.
Un nuevo presidente que aplique mediadas liberales a la economía, utilice la mano dura con la calle y no tenga miedo a las criticas, además de no hablar más de la cuenta.
¿Y quien en este país es capaz de hacer eso? Lo de la mano dura cualquiera, pero callar , cómo no sea mudo- pregunta Juan Carlos.
Esperanza Aguirre da dos palmadas y aparece un figura conocida por su majestad que balbucea emocionado:
Tarzán- dice el rey al ver a su salvador.
El imbécil da un gruñido sordo con la lengua:
Ahhh, ahhh, ahhh.
La colombiana se espanta ante el salvaje liberal.
Ahora se llama Mariano Rajoy majestad, lo hemos bautizado así por que Tarzán es palabra batusi que significa gilipollas, y claro, eso aunque da votos resta credibilidad en los mercados internacionales. Será el presidente del Partido popular- explica vehemente Don Manuel mirando al monigote de Tarzán.
¿Qué mejor liberal alguien que se ha criado en la jungla? Podrá aplicar a la economía las leyes de la selva- apuntilla Esperanza Aguirre en los motivos ideológicos de la elección del presidente del partido popular retorciendo sus labios y asomando su risa macabra.
Nadie, nadie mejor que Tarzán desde luego- dice afirmativamente el rey.
Y los periodista no podrán sacarle ninguna respuesta por que es mudo, ni atenderá consejos sensatos de la oposición que vayan en contra nuestra por qué es sordo- anima entusiasta Fraga que contempla al imbécil cómo se pega palmadas en el pecho y se aupá simiesco a la cortina que descorre.
Bravo, bravo, ese viaje a África al final va a ser un bendición- exclama el rey.
Y ya vera cuando este salvaje aplique la bestialidad de recortes que tenemos pensado hacer. !qué país nos dejará majestad, que país!- ufana sonríe Esperanza Aguirre. A lo lejos se escuchan las manifestaciones contra el Borbón. El rey desde la ventana que ha abierto Tarzán ve a lo lejos un globo hinchable con la figura de dumbo, y la masa gris de los manifestante chillando cómo los animales de la jungla. Juan Carlos se mete bajo la sábana.
Tarzán se da golpes en el pecho, sale al balcón y grita:
Ahhh, ahhh, ahhh.
El negro populacho tiembla ante el liberal.
Angelillo de Uixó.
Fotos extraídas de google y del algarabia.blogspot.com.
tarzán, de Angelillo de Uixó por Ángel Blasco Giménez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 3.0 Unported.
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