domingo, 4 de julio de 2010

angelillo y la roja





Angelillo y la roja

Contemplo solitario desde las alturas de las montañas allá abajo, en el pueblo, al rebaño desunido, desmoralizado frente a la crisis, recogidos en su vidurria idealizando a la roja.
Yo soy una obra de roja sangre, vertida desde hace muchas generaciones, vencedora del pan diario y que lucha por su construcción final.
Vengo del lodazal de la miseria, del hambre y del trabajo.
Echado desde joven para servir al burgués que no perdono , del que guardo de sus fábricas un odio sanguinario, y del que quiero antropófaga venganza.
Odio también la hemiplejia de mi pueblo, sus gustos y costumbres.
Todo lo que hacen, lo que piensan y lo que sienten me sienta mal:
Sus fiestas de toros, su exageración con el fútbol , sus procesiones religiosas, sus ropas y sus rostros anoréxicos adulterados por el consumo, sus bailes de patanes.
No les perdono que acepten como si fueran cristianos con resignación la vida, ni su pánico a la lucha y al sufrimiento.
Veo a gentes que le temen a todo lo que no se debe temer: a la muerte, a la pobreza, al poderoso. Incluso por temer, le temen a vaguedades imprecisas como la de no ser felices.
Mientras venden nuestra nación a los mercados, nos recortan prestaciones y derechos !no sacan el machete!
Sacan cervezas, y airean las banderas opresivas mientras en sus hogares hipotecados disfrutan inactivos con sus plasmáticas pantallas observado moverse a la Roja.
Hacen la revolución de las butacas.
El pueblo en sus extensiones de balcones tiene una plaga de banderas de tres franjas:
Dos de roja sangre y una del amarillo de los campos de trigales.
En el centro del paño hay dibujado unas columnas, un escudo, y la corona.
En esas columnas del estado quiero yo ser atado, y como Sansón derribar el templo con todos bajo el techo.
Cúpulas de bancos, bóvedas de iglesias, paredes de la bolsas, construcciones que no dejan crecer al hombre, por mi roja sangre exijo, por la roja a la que sigo, que sean derribadas de un zarpazo furibundo por un pueblo enrojecido.
Trasmutaron la sangre de aquellos que lucharon y se derramaron por los campos.
No reconozco a esta generación de herreros, campesinos, albañiles: cobardes en lucha, misericordiosos con los empleadores, indiferentes con los problemas del proletariado y exhibidores de banderas estatales.
Debemos volver a la roja sangre para quitarnos las cadenas.
!Yo invoco a la roja, al internacionalismo anti globalización, a los brigadistas!
El circo romano del fútbol desprende aromas a incienso y opio.
Deprime ver tanta gente sin salida y de brazos cruzados aplaudiendo idiotamente a la selección.
Cuatro millones de desempleados, y de los que trabajan lo hacen en peores circunstancias que ayer. Solo este motivo de retroceso es suficiente para derramar gasolina.
Retrocede nuestra locomotora.
Los trenes a los se subía la gente cantando canciones y cargando el fusil ya no llegan a los andenes.
! Aquí tenemos el resultado!
Buitres negros sobrevolando el rebaño, vigilantes, lentos en su vuelo acrobático, observando la trashumancia y la transformación.
El rebaño padece hambre, sed, miseria de pulgas y garrapatas, se alimenta de rastrojos, mengua en su tamaño.
Cada día es menos ganado y más gusano que se arrastra por las hierbas sin sustancia.
Y entre el estiércol que se arrastra, está la selección de España.

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