jueves, 12 de julio de 2012

III Hijoputada. Siempre contratan a los amigos el Ayuntamiento de Vall d' Uixó

Las hijoputadas del ayuntamiento de Vall d' Uixó.
III Villalba y la corrupción en las contratas. La primavera.
Tierra caliente de Vall d' Uixó, días de traca, flores y fiestas, mujeres vestidas con peineta y fallas en las calles. La crisis económica va de mal en peor, se ha producido cambio de gobierno.
Casa de campo destartalada en medio de la montaña bajo una luna gorda del color de la mantequilla, groseras estrellas de farolillos cuelgan de la noche, parpadean cómo un enfermo mental con tic en los ojos. Dentro de la vivienda un hombre de mediana edad, de pelaje largo cómo el de los gitanos, con algo de tripa boscosa se exhibe al trasluz de la ventana noctambulo . Va vestido en sandalias y calzoncillos. La mirada extraviada de afectado por el paro de larga duración, la moral se derrama cómo la mugre por el suelo porcelánico. Se cierne sobre un papel donde escribe con un lápiz que le saca punta cada tres renglones una carta de queja al ayuntamiento de Vall d' Uixó sobre la contratación en los caminos. Mira a su alrededor, la nevera parada, pelada de alimentos. Una bombilla chirría en el comedor acompañando los armónicos del estomago que cantan aleluyas, siente cansancio. Deja caer el lápiz a falta de la bala que desearía descargar sobre el cráneo de Villalba. Suena su golpe sobre el papel a madera talada y se pierde en el relato de la historia con la que quiere ingenuamente herirle en la vergüenza al jefe de contrataciones del Ayuntamiento. Cómo los negros de la minas de África que agotados les dejan descansar cerca de un árbol para morir, se retira al colchón de cabeza y se encoge entre lagrimas. Al día siguiente el canto del Kikiriki le despierta. El criollaje de la Vall d' Uixó sale en buscan de pan. Las mujeres hacen de chachas sin contrato para ganar jornales miseros, los hombres a buscar chapuzas, alguna peonada, recoger melones para venderlos de forma ambulante. Saturnino hace meses que no encuentra nada, ni un jornal. Intento vender melones cómo todos, pero no triunfo en el negocio. Van a salir los contratos de los caminos del Ayuntamiento. Se arrima cómo tantos a el cacique para que interceda sobre su caso. El Ayuntamiento celebra una fiesta privada. La gente aguarda fuera en espera de saber lo de los caminos. Tazas de chocolate sobre el mantel de una mesa, alguna botella de alcohol, ensaimadas. Manos blancas, sin callos, labios estrechos, rostros porcinos ingieren alimentos animados por la fraternidad y el buen tiempo. En una sabana colgada, escrito con rotulador : Enhorabuena Rafael. El concejal de hacienda acaba de conseguir el graduado en la Esso. En el ayuntamiento lo celebran en la larga hora del almuerzo , ya va por la segunda. Dejan los gorritos de papel, el confeti y vuelven a sus despachos. Entra un Villalba impuntual al despacho del graduado.
-Te felicito Rafaelito- abraza el macho cabrio de Villalba a Rafael , que con mirada de manso inocente de los que matan si se lo ordenan, y besan si se lo ordenan, abre sus gruesos brazos de campechano. Se funden creando un único ser palurdo los dos engendros populistas y criminales que la tierra caliente de Vall d' Uixó engendra cómo una sucia perra generación tras generación. Inagotable. -Ha sido difícil Villalbita de mi alma, las matemáticas no son lo mio- le dice aun sentimentalmente abrazado y con ronca emoción. -Lo se Rafaelito, lo se, tuviste suerte que la profesora fuera interina- suelta a su socio Villalba que se retira tras la breve felicitación agarrando dos ensaimadas de una bandeja sobre la mesa . El despacho de hacienda se dignifica ministerial con el cuadro enmarcado del graduado. Rafael tira la calculadora científica a la papelera con signo de alivio. Saturnino aguarda la llegada de Villalba a las puertas de su despacho, 12 personas más lo hacen. Mira verde a las personas, con el dedo les señala. -Tu, tu, tu y tu, el resto se puede ir, mañana no vendré al tajo que tengo inauguración de un taller escuela para subnormales. El resto, para el jueves. Salen los batuecos rechazados a las calles y se funden con el gitaneo, la morisma y el criollaje sudamericano que deambula perdido viendo las procesiones, las fallas, la corrupción y sin saber ni donde ir, ni que hacer. Redención. Saturnino, el mismo que tantas veces cómo la mayoría de personas de Vall d' Uixó ha pensado degollar a Villalba, cuando entra, frente al tirano tartamudea. Un halo de maldad protege al cacique. Villalba, en pose de caudillo arrogante suspira, se agiganta y le dice que se siente. -¿Qué se puede hacer por usted?- conciliador le tiende la mano culebrera que engancha a la de Saturnino. Siente el calor de un hombre caliente, sanguinario. -Necesito trabajo- suplica Saturnino. - Me lo temía- retira la espalda y la mano hasta que da con el respaldo de la butaca. -No encuentro nada- hace gesto compungido Saturnino. -Así están todos- responde frío y aburrido, se hunde más en su butacón pareciendo un sapo psicópata que quiere dar fin a la conversación para saltar a otro charco más placentero, la señorita en minifalda rumana. -Por favor, por favor, ¿no puede meterme un mes siquiera en los caminos? me hundo- Saturnino ahoga su voz, sus ojillos se entrecierran dejándolos a intervalos en blanco. -Mirare por usted. No se preocupe, aquí en Vall d ´Uixó nadie se queda en la estacada, nadie. El ayuntamiento está preparado. Entre todos conseguiremos arreglar los problemas. Vaya, vaya con Dios y deje el asunto en mis manos, miau- le despide Villalba felino, se pone en pie con gesto risueño que intranquiliza a Saturnino. Sale de la mano de Villalba. Fausto de fallas, alegría en el pueblo, los pobres por las esquinas, las falleras mean con dificultad en los rincones de las plazas por lo aparatoso del traje regional. La pezuña del toro golpea las calles. Gritos, algarabía, peleas, alcohol. La masa negra del pueblo extendida bajo los balcones donde asoma aguileños los caciques junto las banderas patrias exhibiendo rostros acerado, trajaneros y augustales, empleando sarcasmo en las palabras. Saludan al pueblo, infunden terror, amenazan con exclusión social al que critique sus cacicadas. Saturnino se entera de que queda fuera de los trabajos del ayuntamiento. Entran por orden alfabético los amigos de Villalba, los “encargos” del alcalde, los”compromiso” con ciertas asociaciones. El pueblo no dice nada, algún comentario ingenioso de “todos son lo mismo.” Los batuecos aprovechan la verbena. Si tienen ocasión bailan, brincan, brindan. Las erotizadas mujeres,vestidas muy cortas, danzan groseramente sujetando con sus manos tubos de cristal con alcohol. Luchan por sobrevivir. Es una tierra caliente, la gente reclama en latitudes frías. En Vall d' Uixó solo hay gusanos muy calientes que se devoran unos a otros. Saturnino escribe, deja una instancia la ayuntamiento denunciando que siempre cogen a los mismos, que no se atiende las necesidades reales de la gente. La carta le llega a Villalba que en intimidad de su despacho viendo un canal porno se saca el miembro y descarga aliviado semen amarillo viscoso sobre la reclamación. En la puerta una farandula con tres hijos, de tres amantes, reclama entrar a trabajar en los caminos. Teatral la coima de barrio marginal, gesticula pendeja sus miserias, sus apreturas. Se humilla la hembra. Abre la boca cómo un pececillo, lleva sus delicadas manos al moño, se pasa los dedos embrujados de anillos por el vientre, y los sube mariposeros recorriendo su cuerpo hasta alcanzar máximo vuelo. Danza a lo Carmen de Bisset. Villalba, en pose de oficial francés con guiños patrios al fascismo, paternal, aquiescente, concede mesecito en los caminos. Angelillo de Uixó

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