viernes, 27 de julio de 2012

II. La llegada a la cruz roja. Los heróes que acuden a cáritas y la cruz roja

Los héroes que acuden a cáritas y la cruz roja. Episodios nacionales de Angelillo de Uixó.
II. La llegada a la cruz roja.
El sol amarilleando las calles. Cae cómo una lluvia dorada sobre los rostros. Ambiente colonial en las casa de los maestros destinadas al barbarismo de la función publica y agencias que órbitan junto a la administración atraídas por la gravedad del dinero público y gratuito. Las antiguas casas de los maestros ahora son de diferentes ministerios de la decadencia española: asuntos sociales, policía local, centro para drogadictos, urbanismo, cámara de comercio, cruz roja, cáritas, peñas taurina y futboleras... Los cohetes pirotécnicos siguen estallando mientras el voluntariado algo quebrado, de cuerpos extraños con patologías, entre muecas simiescas ponen vallas borregueras en el patio y entrada a la caseta de la cruz roja. Se afanan contra reloj en colocarlas para dirigir al personal indígena y extranjero asistente al evento. Se espera tranquilo y festivo. Van equipados al estilo de oficiales de algo, sienten orgullo de llevar la cruz roja sobre el pecho-! Beneméritos sean los heroicos humanistas! . Aspecto de beatos en sus rostros.
El alcalde de Uixó se acerca andando a la cruz roja guiado de su perro Villalba, el jefecito de contratas al que sigue , le lee la agenda al incapaz:- Ahora toca evento en la cruz roja- Deambula el canallaje rampante y feliz. Óscar con cara de memo observa las cruces de los cruzados recordando sus estudios de teología. El aprendiz de cura convertido a alcaldito, sin percatarse de que le observan suspira con la cabeza ida en la Pasión de Pascua y sus felices días juveniles en las romerías y trotes por los conventos. Mira al cosmos sin nubes, azul, buscando a Dios en la cúpula. Ve surcando el infinito una mancha blanca alada. Una aguerrida gaviota sobrevuela los tejados en el día marinero. A la entrada de la cruz roja, se afana un voluntario en poner un toldo verde para que los indigentes,los parados, los inmigrantes, que acuden a por su ración de alimentos no se insolen en la solemne espera. No has colocado más que tres bridas Tomasito- le dice apoyándose junto a una escalera de madera plegable que sujeta mientras hace equilibrios de cabra Tomasito el encargado de la cruz roja, un cruzado de aspecto sargentero que mira la operación con ojos toperos detrás de unas gruesas gafas, sobre ellas, la frente arrugada, escamosa y algo verduzca del tiempo que tiene el engendro chusquero cuya vida ha pasado buscándose la vida cómo los perros que se arriman a un amo buscando protección. Haciendo equilibrios, mostrando una sonrisa de imbécil el batueco Tomasito, deficiente intelectual cómo la mayor parte de voluntarios de la cruz roja, cumple su misión de poner el toldo verde protector. Tras contar con dificultad y ayudado de los dedos comprueba que ha puesto tres bridas para un toldo de 10 metros cuadrados. Es verdad patroncito- afirma lento de movimiento, contemplado las ráfagas de viento empujando el toldo. Espera Tomasito, que voy a buscar más, no te me muevas. Resuenan las campanas, las once, la hora de los invidentes, la calle bulle de farandules y autoridades, el toldo se vuela. Tomasito con su habitual poca sangre ve el comienzo de su vuelo, estira el brazo y lo repliega tímido, lo vuelve a estirar y agarra el toldo , cae de la escalera. El toldo surca los cielo seguido por muchos ojos cuyos iris verdean. Cae la tela sobre una moto que pistonea. Envuelta para regalo en marcha, se estrella contra una pared. La rueda en el aire gira, el ruido del motor se acelera violento hasta parar. Un fantasma ensabanado de verde, con cabeza de hormiga por el casco se levanta del suelo. Aplausos y risas de los gachupines que pasean. La gasolina por el suelo mezclada con aceite y sangre. La cruz roja socorre al accidentado. Lo cargan en la ambulancia y ruidosa de sirenas y luces, entre aplausos y risas lo pasean al hospital. El encargado de los cruzados saluda al alcalde y le pide disculpas por el incidente. -No tiene importancia- socrático, humano, tolerante, experimentado en eventos el alcalde, pasa pagina interesando en el acontecimiento presente. -¿ Habrá suficiente alimento para todos los pobres?- pregunta interesado. -Si mi alcaldito- responde el sargento con rostro lunero de hombre sincero sobre su panza de Sancho que se frota cómo una parturienta. -¿ Quiere ver la mercancía?- le interroga esperando que diga que si para que le recompense con una caricia y recomendación. Quiero verla- aspa Óscar las manos, une los delicados dedos de hembra casta. Suenan los zapatos a césped chafado , se hunden las suelas. Varias hormigas que han robado alimento resultan heridas, pero la colonia no se revoluciona, lo acepta y no salea la calle panflentera y pancartenera. Una mujer morena, de larga cabellera negra azabache, mirada felina, imponente en su sexo vivaz, escotada de pechos grandes y redondos que deja ver con orgullo. Se acompaña de dos bebes negruzcos, vivarachos, metidos en una poltrona de la que protestan cautivos. Hace la mujer un saludo cargado de intereses al alcalde. Mi alcalde ¿ que hay de los trabajos en los caminos? Le visite el mes pasado y me dijo que estaba hecho. El alcalde la mira con un vago recuerdo. Autoritario y plenipotenciario, borrascoso en el recuerdo, resuelve sentencioso: -Pida cita y arreglamos el asunto. OK, señor alcalde, ahorita mismo pido cita con usted- Y cuando empieza lo del reparto de alimentos. Ya ve mi alcalde lo que tengo sobre mi, marido sin trabajo, y otros dos cómo estos que tengo en casa. - la coima señala los engendros negruzcos y escandalosos que mueven la boca en la poltrona móvil piando : Guag, guag, guag, guag- Enseguida Rosarito comienza el dispendio, ponte a la cola y cuando termine el reparto de viandas me buscas que tengo algo para ti, es muy especial- le dice el sargento de la cruz roja mostrando una sonrisa con sarro. En el labio superior una hilera de cerdas canosas del bigote le confiere autoridad, el pelo de arriba laureado de canas, despejado en una calva que adorna la coronilla. La gachupina deseando saber la sorpresa, con los instintos abiertos y los brazos en pose de jarra, picarona e interesada cómo las pobres, indigna la que no tiene honor ni honra pregunta: -¿Qué es? Un carrito nuevo marca janet. Tiene doble cadena de seguridad. No se te escaparan los Atilas que llevas- sonríe el grupo al unisono bajando la vista a los animalillos salvajes de la poltrona con ruedas que agitan los brazos morenos, repleto de arañazos de las peleas entre ellos y mostrando procaces dos dientes, augurio del mal. La coima abraza al cruzado, le da un arremuco. El carro sin frenos queda desgobernado y va por el jardín hacia abajo hasta estrellarse con un arbusto. Los Atilas de dentro berrean magullados escandalosamente. Tienen pulmones de delincuentes. En las parte trasera del jardín de la cruz roja hay un almacén, dentro descansa aparcado un enorme camión con las puertas abiertas.
Se acerca haldeando el reverendo de cáritas. Lleva el morro torcido y el gesto tocinero. Se mete entre el corrillo. El alcalde, el perrito Villalba, el sargento, contemplan asombrados la cantidad de mercancía. El curita saluda al personal, echando una mirada cargada de frustración exclama envidioso: -Recristos, que buen genero, esto parece el corte ingles y no la cruz roja. Este camión debe medir 58 pies-. De un salto de rana se encala en el remolque. Grita para si en voz alta debido a su sordera: Chocolate el gorriaga, leche pascual, garbanzos lupita. Hociquea perruno entre la limosna. Abre un paquete de azúcar sugar y mete su dedo que lleva a la boca exclamando: divino, divino. En medio del pasillo del remolque junto a un basquet de alcachofas junta los brazos y reza a los feligreses congregados : -A nosotros señor Óscar solo nos ha llegado una furgoneta. Tras la sisa acostumbrada del voluntariado, a la jauría de pobres no le ha quedado más que harinas y pastas. ¿ Que clase de caridad tenemos en este pueblo? ¿ Un monopolio de la cruz roja? El sacerdote, cebado de muchos pucheros,de muchas cenas y eventos, con rabia saca pasta de dientes de un embalaje, grita al alcalde. Este siente mucho el oprobio. El cura barrunta:-colgate Alcalde, colgate, de menta, a nosotros nos traen pasta de dientes sin marca, ni sabor. Tira la pasta de dientes y la chafa, espermática se escampa. De un bote salta al suelo y lo bendice de un escupitajo saliendo cabizbajo. El cruzado sonríe, el alcalde le pega un discreto codazo. Sea usted más diplomático hombre. Saca pecho el cruzado y juntando estrepitosamente las palmas le dice al alcalde eufórico: -¿Que le parece, que le parece? Trina el capellán. Dentro de poco nadie acudirá a sus puertas. Vencera la cruz roja a cáritas. ¿ usted que prefiere?- interesado clava la mirada miope al alcalde esperando gestionar la miseria vitalicio. En mi cargo no se permite elegir entre los modelos de caridad, los dos son buenos para la causa, a la iglesia se le respeta en mi presencia- sentencia el alcalde. Por supuesto, por supuesto excelencia. El comentario ha sido sobrevenido por la herencia del republicanismo de mis padres, estamos en el mismo bando, gestionar la miseria- humilde acata obediencia riendo en su corazón el triunfo a la iglesia y las futuras ganancias y ofertas de empleo. El alcalde se asombra de la cantidad y calidad de las marcas reconociendo el poder de la cruz roja. Suben al camión.
¿ Las compresas son necesarias?- pregunta algo pudoroso el alcalde que escudriña?- En cáritas eso no se da. Hombre, ya sabe, las mujeres..., también damos condones. Esto no es la iglesia-le responde ruborizado el sargento. Comprendo, comprendo ¿ a tan poco llegan ya los miserables ciudadanos de mi pueblo que hay que llevarles condones y compresas? A eso y más alcalde: pañales , detergente, butano, medicinas, no tiene nada la mayor parte de la gente. ¿ Y por que no se mueren de suicidio?- pregunta curioso frente a las toneladas asistenciales del camionaco el alcaldito. No se crea, algunos lo hacen, pero la mayor parte le cogen cariño a la vida- ciceroniano pasa la mano por la coronilla y lanza un bostezo el cruzado. Villalba silencioso y acaparador carga bolsas de comida para su casa. El sargento hace lo propio, el alcalde se muestra reticente por qué tiene aroma a pobreza, y él es más de efectivo. Villalba le hace gesto invitándole nuevamente, pero Óscar mariposa delicada lo desprecia con mueca de asquito. Se le retuercen las tripas del calor, de la pobreza, de la violencia del pueblo, del contacto con la chusma, del hartazgo de la vida. Para evitar defecar piensa en el dinero mientras cruza las piernas logrando contener la diarrea. Ocultan varias bolsas en un rincón oscuro Villalba y el cruzado. Salen juntos los tres hablando hacia un despacho de la cruz roja. Los cohetes festivos no paran de estallar en el cielo, acompañados por el repique de campanas. Fiestas y hambre, pobreza y baile bajo un sol amarillo omnipresente. La gente se va acercando a la recogida de alimentos. Tomasito ha puesto el toldo,inquieto cómo un chimpancé deambula a ver que pilla dentro del camión para su mama, una de las llamadas locas del pueblo que tiene paga por ese cargo. Vuelve corriendo al despacho donde se han refugiado bajo las aspas del ventilador Villalba, el alcalde y el encargado de la cruz roja. Escuchan las noticias de la radio sobre el rescate de España , la prima de riesgo, y brindan por su largo reinado comiendo chocolatinas robadas. Entra el engendro subiéndose los pantalones que se le caen , lleva un tirita en su frente abollada del golpe. Histeriquin, tartamudo y ecocalico, gesticulando macaquero: -Fur...fur...fur.. ivos -¿Qué? - dicen los tres ante el batueco que repite la operación léxica cerrando los ojos y juntando las cejas. Fur..fur..furrrr. Toma Tomasito bebe coñac, lo necesitas, respira, calmate-le dice al monigote idiotizado. Volviéndose el encargado hacia sus compañeros les aclara- se vuelve tartamudo cuando se asusta- Tomasito tranquilo y chupando de la botella que le retira su jefe, aclara apestando el aliento, tiene el gesto bobo: Furtivos, están robando en el camión. Hijos de perra, son los gitanos para la reventa, o la china y el indio. Esta horda acaba con todo- saca un revolver de un cajón de la mesa el cruzado. Mira el tambor del cargador y mete unas balas brillantes que todavía no han sido estrenadas. -¿ Es un revolver?- pregunta palurdo el alcalde. -Si- responde el busca vidas de la cruz roja- Esto ya se lo he dicho, no es cáritas alcalde. Yo no pongo la otra mejilla. Si hubiera visto la de negros que me cargue en Sierra Leona y en el Congo repartiendo mijo. Salen de nuevo. Los parásitos sociales que van a por comida se empiezan a agolpar para pedir. Observan la carrera por el césped de las autoridades curiosos. Entran en el almacén tras el sargento mirando a todas partes. - Aquí no hay nadie- dice Villalba mirando por las esquinas. Mira bien Villalba, mira bien- le dice el alcalde acercándose a la puerta del camión. Se han llevado varias cosas, no hay duda - señala el cruzado con el cañón del revolver que amartillea. El remolque parece revuelto con cajas abiertas. De repente se escucha un ruido ratonil y unos mordiscos. El cruzado dispara hacia el sonido destrozando varias botellas de leche que caen sobre una sombra que se levanta con un queso lunar. -S...oy, s...oy..to...ma...- la voz familiar hace que no recargue el revolver. EL cruzado cuaquero y guason sonríe apoyando el revolver sobre la pancha. Es Tomasito alcalde, es Tomasito. EL resto ríe epiléptico y nervioso. Tomasito empapado en leche de vaca también ríe sin comprender por falta de entendimiento, come mellado su alimento favorito, queso Garcia Vaquero plus ultra curado. -Vamos fuera a recibir a los gachupines que ya se escucha la fanfarria de voces y el griterío morisco de los indignos del pueblo- sentencia el alcalde. En la calle una gran cola de colorines: los quiquilleros cobrizos con sus caras oscuras de asesinos viscerales de navaja, acompañados de sus mujeres gordas, feas, viciosas y de gruesos pechos y manos extendidas en posición piadosa de mendicantes. Van manchadas de fritangas sus anchas blusas de luto veraniego. Los rumanos aparcan sus BMW y dando voces empujan para ponerse los primeros haciendo los dueños del lugar. Expresivos son los ojos azules de los transilvanos vampiricos. Los españoles , el lumper obrero, protesta a la europea: a esto no hay derecho, ya debería haber empezado el reparto de vianda, Mariano Rajoy nos mata, nos mata. No llegamos a la siesta. Entre empujones animales hay tiempo para las risas. Van cargados con sus carritos para llenar. Hacen chistes los congregados tras posicionarse, bromas bajo la insolación, hermandad entre la pobredumbre. Miran a los coches que pasan y les saludan. -Juanito, Juanito- un gachupín latinajo de albacete abandona el puesto. Una furgoneta que circula despacio para ante la llamada. -¿Que es esa cola Antonio?- pregunta el de la furgoneta curioso contemplando a los indignos de la cola. Hoy dan un carro de alimentos los de la cruz roja, aparca y coge, hay de todo. ¿ Ah si?- pregunta asombrado viendo la procesión de carritos de la compra. Si hombre, no seas tonto y ponte en la cola ! para que se lo lleven los moros !-le dice Juanito señalando a un grupo de albano kosovares. Ahora aparco, pero no llevo carrito- le responde. Pues ve a casa y cogelo, díselo a tus vecinos, venir rápido que los rumanos...- organiza Juanito. La furgoneta se mete en la carretera rozando un coche que le pita y le saluda con un: hijo puta. Lenta y torpe, abollada, sube calle arriba la furgoneta.

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