miércoles, 29 de mayo de 2013

La luna y la profecía gitana de la crisis


La luna y la profecía gitana de la crisis.






Advierte el autor que la siguiente profecía no es real, y tampoco se pretende herir la sensibilidad de ninguna persona ni colectivo.








Por el oriente asoma la luna encendida a la vera del camino entre los cucuruchos de flores de mil colores del higo chumbo. A su lado maíz y pepinos han sido sembrados. Algo más abajo lechugas y pimientos, y andando meditando subiendo la cuesta de San Antonio, agotado de un día de escuchar hipocresías, mentiras, desatinos, opiniones de todo el mundo sobre las cuestiones de la crisis: Él. Un héroe que se ha quedado defendiendo su vieja heredad de la Vall d´Uixó de la codicia y la maldad del pobre, que es capaz de ocupar su hogar y vivir de los servicios sociales y cáritas cómo un hidalgo despreocupado. A su espalda queda el mediterráneo, extendido cómo un fecundo manto lechoso. Frente a la verja del corral asoma la cabeza alegre del pequeño Calígula, ladra al ver al amo. Las flores de los cactus cercanos a la verja de la puerta, radiantes y encendidas. Se acerca y olfatea. Recuerda el aroma del principio de su llegada a esas tierras, a esa casa. Recuerda a ella. Hace ya años, los primeros días de casados, enamorados correteaban por la finca amándose a cada instante, disfrutando de cada rincón de la enorme casa, pensando que la vida sería un camino de rosas. Plantaron en la entrada, junto a la verja del corral algunas flores. De entre los geranios crecieron higos chumbos, una señal sombría, un aviso de lo que acontecería. Ella murió efectivamente, un año después, tras dar los primeros frutos esa planta maldita, cuyos frutos mezclaron con naranjas de su huerta. Estaban en Soria, en el Moncayo, celebrando unas jornadas budistas. En un claro de bosque hablaban del Dalai Lama cuando una maldita tormenta lanzo un rayo que le dio a ella. Y todos aquellos se hicieron al instante cristianos, menos él, que guardo cierto rencor al señor. Pasaron los días, luego varios años. La heredad poco a poco fue perdiendo su brillo, sus ilusiones. A él la vida le doto de cierto sentido trágico a su personalidad. 













Quiso vivir de sus manos, de su trabajo, pero había mucho desempleo. Aun así algunos meses al año, pocos, trabajaba en cosas sin importancia. Mal, de mala gana, algo forzado, sin mucha motivación, escasilla se podría decir, devengando paro. Amargado, cada vez más amargado.
Los tiempos cambiaron a peor. No es Vall d´uixó una tierra para emprendedores, si no para guerreros. Un campo de batalla gitanesco, repleto de traiciones y puñales. En cada rincón hay un muerto, y alguien que aun lo recuerda: este por una fulana, este por una gitana, este por una higuera. Los higos chumbos fueron creciendo por doquier por Vall d´Uixo, en cada puerta una chumbera.











 Nadie hacia caso a la señal, a nadie le preocupaba, incluso había insensatos que los regaban. Las tierras del pueblo que eran la principal riqueza del lugar, no por sembrarlas, si no por especular con ellas, llego un día, el que todos sabían que llegaría que no valieron nada. Y entonces es cuando sonó la flauta de que todo había terminado.











 Muchos se tiraron de los pelos, crujieron de rabia los dientes, algunos se ahorcaron por no verse arruinados. Y otros, los del PP, se hicieron auténticos canallas. Tanto que las gentes del lugar, de natural violentas cómo su paisaje, varios años después de aquello, aun inmersos en la crisis, se asombran de que ninguno todavía no haya muerto. Que méritos de sobra han hecho, canallada tras canallada. Pero la desvergüenza del pueblo, los vicios de los pobres, la insolidaridad del obrero, y la historia del lugar, da carta blanca de caciques al PP. La gente de Vall
d´uixó se mata por matar. Sobre todo se mata a aquellos metidos en las drogas, en fulanas, en peleas. Se matan por cosas sin importancia, cómo los animales: por instintos, por entrañas, no por seguir bellas ideas, por hacer un mundo mejor. Crímenes bestiales de una tierra bestial. Hermosa en algunos rincones y horrorosa en otros.






II.
Están las ramas gordas, pequeñas, carnosas, planas, puntiagudas, caóticas, del higo chumbo frente a él, que contempla absorto la luna. La huerta entre bancales de caliza calcárea brilla bajo su influjo, mientras recuerda entre las dudas, la inacción, el temor, la angustia, las ausencias de quienes se han ido a trabajar a Bélgica y Francia. Piensa si Pilar o María, su pobre vecina que ha acabado de Lyon. ¿Verán ellas, tortolillas emigradas, la misma luna de España, o un manto purpúreo de nubes la cubrirá? Sus conjeturas se interrumpen cuando observa dos rostros morenos de un rom y su romi que buscan cobijo.
  • Chache ¿sabes primo de alguna casa por aquí para alquilar?- le pregunta un rom más negro que un demonio, bizco y gordo cómo un sapo, y peludo cómo un visón.
  • No- responde sin creerle en lo de alquiler. Vuelve su mirada a las lechugas con temor al escuchar las tripas del rom y la romi croar. La romi haciendo volar la falda de lunares se abalanza hacia el aromático romero. Pregunta con medio rostro cubierto por su tupida melena caracolera negra cómo el negro carbón:
  • Paillo. ¿Puedo coger una rama?
  • Y el paillo dice:
  • Si.
Y ella la alza a la luna, que brilla dorada, redonda, sobre la cova. Una cueva cercana situada frente a ellos, al sureste, donde habito el hombre prehistórico Uxense. La romi diciendo unas palabras demoníacas da vueltas a un círculo que ha dibujado con los dedos en la tierra. Saca unas castañuelas y baila. Cruza un mochuelo gritando, pone freno a su frenesí la romi y da la buena ventura:
-Paillo, o te vas al extranjero o un mal fario en estás tierras te aguarda. La crisis para los paillos en estas tierras va duras muchos años.
Él intrigado le pregunta:
-¿No ha de haber ninguna respuesta, ni una revolución?
Ella agita la rama de romero, rompe varias pinchas de higo chumbo y las tira al suelo. Luego baila sobre ellas y se mira los pies descalzos.
-No paillo, no. No esperes ninguna revolución.
¿Y Marinadela?- le pregunta intrigado. Calígula ladra tras la verja y mueve el rabo con ganas de salir.
La romi se sienta, traza un triángulo en la tierra y cae en trance. Habla con los ojos en blanco:
-Cadena perpetua para Gordillo por atracar un mercadona, y en Marinadela ha de terminar siendo alcalde Óscar Clavell.








-Pero si es el mayor bandolero que ha dado la tierra. Dicen los socialistas que emparentado con José María el tempranillo, tanto él cómo el felón que el acompaña en los atracos: Villalba- responde fuera de si el paillo con lágrimas en los ojos y desesperado.
-Paillo, no digas eso chache, que por los romis, los chonis, los batuecos ha hecho mucho- le dice el rom agradecido al alcalde de vall d´uixó. Hace sañalar el aumento en el presupuesto de toros, fútbol, así cómo la construcción de iglesias evangelistas, beatificaciones cómo la del fascista Recaredo Centelles, y el cierre de escuelas publicas que amenazan la cultura rom. Además de convertir los servicios sociales en un burdel donde se da lencería fina a las quicas para que traigan más quiquitos morenos a este mundo, y carritos de bebes a las moras.
-El horror, el horror, el horror- grita el paillo bajo la luna.
El rom ríe con la sabiduría de su pueblo libre que vaga errante sobre la tierra:
-Paillo, mientras el perro camina no muere de hambre- le dice cogiendo dos lechugas. La romi le da un beso en la mejilla al paillo para consolarlo y baja la cuesta cantando. Saca unas castañuelas y camina bailando. El rom le acompaña a la voz, despreocupado de la crisis, y el paillo contempla la luna pálido. En su cara se ve el semblante del que ha visto un destino funesto. Una cruz se dibuja en la arena y un charco de sangre de Caín brota entre el maíz trazando las palabras: España, España, España.
Angelillo de Uixó.





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