La luna y la profecía gitana de la
crisis.
Advierte el autor que la siguiente
profecía no es real, y tampoco se pretende herir la sensibilidad de
ninguna persona ni colectivo.
Por el oriente asoma la luna encendida
a la vera del camino entre los cucuruchos de flores de mil colores
del higo chumbo. A su lado maíz y pepinos han sido sembrados. Algo
más abajo lechugas y pimientos, y andando meditando subiendo la
cuesta de San Antonio, agotado de un día de escuchar hipocresías,
mentiras, desatinos, opiniones de todo el mundo sobre las cuestiones
de la crisis: Él. Un héroe que se ha quedado defendiendo su vieja
heredad de la Vall d´Uixó de la codicia y la maldad del pobre, que
es capaz de ocupar su hogar y vivir de los servicios sociales y
cáritas cómo un hidalgo despreocupado. A su espalda queda el
mediterráneo, extendido cómo un fecundo manto lechoso. Frente a la
verja del corral asoma la cabeza alegre del pequeño Calígula, ladra
al ver al amo. Las flores de los cactus cercanos a la verja de la
puerta, radiantes y encendidas. Se acerca y olfatea. Recuerda el
aroma del principio de su llegada a esas tierras, a esa casa.
Recuerda a ella. Hace ya años, los primeros días de casados,
enamorados correteaban por la finca amándose a cada instante,
disfrutando de cada rincón de la enorme casa, pensando que la vida
sería un camino de rosas. Plantaron en la entrada, junto a la verja
del corral algunas flores. De entre los geranios crecieron higos
chumbos, una señal sombría, un aviso de lo que acontecería. Ella
murió efectivamente, un año después, tras dar los primeros frutos
esa planta maldita, cuyos frutos mezclaron con naranjas de su huerta.
Estaban en Soria, en el Moncayo, celebrando unas jornadas budistas.
En un claro de bosque hablaban del Dalai Lama cuando una maldita
tormenta lanzo un rayo que le dio a ella. Y todos aquellos se
hicieron al instante cristianos, menos él, que guardo cierto rencor
al señor. Pasaron los días, luego varios años. La heredad poco a
poco fue perdiendo su brillo, sus ilusiones. A él la vida le doto de
cierto sentido trágico a su personalidad.
Quiso vivir de sus manos,
de su trabajo, pero había mucho desempleo. Aun así algunos meses al
año, pocos, trabajaba en cosas sin importancia. Mal, de mala gana,
algo forzado, sin mucha motivación, escasilla se podría decir,
devengando paro. Amargado, cada vez más amargado.
Los tiempos cambiaron a peor. No es
Vall d´uixó una tierra para emprendedores, si no para guerreros. Un
campo de batalla gitanesco, repleto de traiciones y puñales. En cada
rincón hay un muerto, y alguien que aun lo recuerda: este por una
fulana, este por una gitana, este por una higuera. Los higos chumbos
fueron creciendo por doquier por Vall d´Uixo, en cada puerta una
chumbera.
Nadie hacia caso a la señal, a nadie le preocupaba,
incluso había insensatos que los regaban. Las tierras del pueblo que
eran la principal riqueza del lugar, no por sembrarlas, si no por
especular con ellas, llego un día, el que todos sabían que llegaría
que no valieron nada. Y entonces es cuando sonó la flauta de que
todo había terminado.
Muchos se tiraron de los pelos, crujieron de
rabia los dientes, algunos se ahorcaron por no verse arruinados. Y
otros, los del PP, se hicieron auténticos canallas. Tanto que las
gentes del lugar, de natural violentas cómo su paisaje, varios años
después de aquello, aun inmersos en la crisis, se asombran de que
ninguno todavía no haya muerto. Que méritos de sobra han hecho,
canallada tras canallada. Pero la desvergüenza del pueblo, los
vicios de los pobres, la insolidaridad del obrero, y la historia del
lugar, da carta blanca de caciques al PP. La gente de Vall
d´uixó se mata por matar. Sobre todo
se mata a aquellos metidos en las drogas, en fulanas, en peleas. Se
matan por cosas sin importancia, cómo los animales: por instintos,
por entrañas, no por seguir bellas ideas, por hacer un mundo mejor.
Crímenes bestiales de una tierra bestial. Hermosa en algunos
rincones y horrorosa en otros.
II.
Están las ramas gordas, pequeñas,
carnosas, planas, puntiagudas, caóticas, del higo chumbo frente a
él, que contempla absorto la luna. La huerta entre bancales de
caliza calcárea brilla bajo su influjo, mientras recuerda entre las
dudas, la inacción, el temor, la angustia, las ausencias de quienes
se han ido a trabajar a Bélgica y Francia. Piensa si Pilar o María,
su pobre vecina que ha acabado de Lyon. ¿Verán ellas, tortolillas
emigradas, la misma luna de España, o un manto purpúreo de nubes la
cubrirá? Sus conjeturas se interrumpen cuando observa dos rostros
morenos de un rom y su romi que buscan cobijo.
- Chache ¿sabes primo de alguna casa por aquí para alquilar?- le pregunta un rom más negro que un demonio, bizco y gordo cómo un sapo, y peludo cómo un visón.
- No- responde sin creerle en lo de alquiler. Vuelve su mirada a las lechugas con temor al escuchar las tripas del rom y la romi croar. La romi haciendo volar la falda de lunares se abalanza hacia el aromático romero. Pregunta con medio rostro cubierto por su tupida melena caracolera negra cómo el negro carbón:
- Paillo. ¿Puedo coger una rama?
- Y el paillo dice:
- Si.
Y ella la alza a la luna, que brilla
dorada, redonda, sobre la cova. Una cueva cercana situada frente a
ellos, al sureste, donde habito el hombre prehistórico Uxense. La
romi diciendo unas palabras demoníacas da vueltas a un círculo que
ha dibujado con los dedos en la tierra. Saca unas castañuelas y
baila. Cruza un mochuelo gritando, pone freno a su frenesí la romi
y da la buena ventura:
-Paillo, o te vas al extranjero o un
mal fario en estás tierras te aguarda. La crisis para los paillos en
estas tierras va duras muchos años.
Él intrigado le pregunta:
-¿No ha de haber ninguna respuesta, ni
una revolución?
Ella agita la rama de romero, rompe
varias pinchas de higo chumbo y las tira al suelo. Luego baila sobre
ellas y se mira los pies descalzos.
-No paillo, no. No esperes ninguna
revolución.
¿Y Marinadela?- le pregunta intrigado.
Calígula ladra tras la verja y mueve el rabo con ganas de salir.
La romi se sienta, traza un triángulo
en la tierra y cae en trance. Habla con los ojos en blanco:
-Cadena perpetua para Gordillo por
atracar un mercadona, y en Marinadela ha de terminar siendo alcalde
Óscar Clavell.
-Pero si es el mayor bandolero que ha
dado la tierra. Dicen los socialistas que emparentado con José María
el tempranillo, tanto él cómo el felón que el acompaña en los
atracos: Villalba- responde fuera de si el paillo con lágrimas en
los ojos y desesperado.
-Paillo, no digas eso chache, que por
los romis, los chonis, los batuecos ha hecho mucho- le dice el rom
agradecido al alcalde de vall d´uixó. Hace sañalar el aumento en
el presupuesto de toros, fútbol, así cómo la construcción de
iglesias evangelistas, beatificaciones cómo la del fascista Recaredo
Centelles, y el cierre de escuelas publicas que amenazan la cultura
rom. Además de convertir los servicios sociales en un burdel donde
se da lencería fina a las quicas para que traigan más quiquitos
morenos a este mundo, y carritos de bebes a las moras.
-El horror, el horror, el horror-
grita el paillo bajo la luna.
El rom ríe con la sabiduría de su
pueblo libre que vaga errante sobre la tierra:
-Paillo, mientras el perro camina no
muere de hambre- le dice cogiendo dos lechugas. La romi le da un beso
en la mejilla al paillo para consolarlo y baja la cuesta cantando.
Saca unas castañuelas y camina bailando. El rom le acompaña a la
voz, despreocupado de la crisis, y el paillo contempla la luna
pálido. En su cara se ve el semblante del que ha visto un destino
funesto. Una cruz se dibuja en la arena y un charco de sangre de Caín
brota entre el maíz trazando las palabras: España, España,
España.
Angelillo de Uixó.
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