Las blasfemias a Mahoma. De Angelillo de Uixó.
I parte. Los fantasmas.
“El moro está hecho a imagen y semejanza de Mahoma, aquel que me insulta a un moro, me insulta a Mahoma” tonadilla de la etnia calorro-chonis de Vall d´Uixó.
Noche sin luna y sin estrellas. Solo Júpiter tunante aparece difuso sobre una loma polar. Los cielos negros, brumosos de nubes espesas; y el viento cálido de poniente ruge a finales de septiembre del 2012.
En medio de unos bancales, dos algarrobos saqueados por la mano zurda y cobriza del calorro dan la bienvenida, entre jarales y romeros, a una humilde casa de persona honrada y trabajadora.
Al este da con el mar erizado de espumas rabiosas. El lejano faro parpadea ciclópeo erguido sobre las dunas. A la espalda de la pared sur de la vivienda, se encuentran las pistas ciclista ilegales de Vall d´ Uixó que rompen el patrimonio de trincheras y fosas comunes de la guerra civil.
Las flores plantadas con ternura y cariño por la asociación de víctimas de la guerra, manos blancas, falange Española, y las autoridades locales del PP, que embellecen la fosa común que acoge al santo Recaredo Centelles, y a varios oficiales del glorioso ejercito del caudillísimo y laureadísimo Francisquito Franco, han sido atropelladas por la goma fascista del ciclista de descenso y el motorista de trial. Los pétalos vuelan dispersos mecidos por el viento.
El infante Pacheco, noctambulo, sobrecogido por unas pesadillas y una llamada, se levanta de la cama. Sale nocherniego con una idea fija en su cabeza. Cierra la muerta, da unos pasos y vuelve para asegurarse de que está bien cerrada. Repite el ejercicio acrobático tres veces el buen hombre de orden.
Deambula entre sombras por las eras en dirección a las trincheras. Observa con terror en la siniestra noche las formas groseras de las ramas que se retuercen por la mano invisible y burlona del viento cómo muñones de los discapacitados en una asamblea del 15-M . Aparecen fantasmagóricos los verdes colores de los pinares, los amarillos de los romeros marchitos, los grises y azulados de las lavandas, iluminados por la linterna recargada a cada instante por una bobina manual. Las nubes hacen un claro, y redonda cómo un globo purpureo asoma la luna señalando una tumba revuelta. El viento aúlla feroz una espantosa canción:
-Aquí descansa Recaredo Centelles, santo e incorrupto, atormentada su alma por gente que profana su tumba.
Pacheco saca la cámara y filma los restos de la profanación. Queda la tierra santa blasfemada por la marca de los frenazos y derrapes de las bicicletas. Los ribazos que envuelven el paraje de tierra y piedra han sido derribados por el pico de hierro empuñado por el chonis y macarra de barrio, del que brotaron chispas incendiarias. Los nobles algarrobos, sostén de los padres lumpenproletarios de los que descienden los ciclistas marginales, han sido talados para no obstaculizar la marcha batueca del descenso. Pacheco retorna afligido a su hogar acompañado hasta un cruce de caminos por el alma de Recaredo Centelles. Abre su domicilio y a oscuras, sin tropezar con nada entra en su habitación. Bebe leche y agua de dos vasos que hay en la cómoda. Se coloca el gorro de dormir. Arrodillado ante el crucifijo apoya los codos en el colchón. Canta el padre nuestro, se santigua y se recoge en el lecho minutos antes de que cante el gallo los primeros maitines.
Dígame señor Pacheco, ¿desde cuando escucha voces que le insultan por la calle?- le pregunta el psiquiatra sentado en el diván y marcando en una hoja de test sus respuesta, y las respuesta que no da.
Empezó el día después al homenaje de Recaredo Centelles. Vera doctor... hicimos una procesión por el pueblo en su honor, y una romería al lugar donde los rojos le mataron . Acudimos todos los facciosos- católicos del lugar. Fue un día maravilloso. Repartimos comida entre los pobres, se rezo por los caídos por Dios y por España, bautizamos a un gitano evangelista, ! y a un autista !. En fin, hubo reconciliación Nacional y afirmación de los valores patrios- concluye con un ademán exagerado de satisfacción de hombre derechas que silencia sus traumas.
Por favor señor Pacheco, si quiere que le ayude debe contarme la verdad, usted oculta algo- el psiquiatra se muestra severo. Pacheco traga saliva y muestra su rostro verde de caimán estirado, dudas pueriles. El psiquiatra observa sus gestos, deja sus gafas sobre una mesita donde habla un reloj: Tic, tac, tic, tac. Hay unas bolas que le hacen compañía al parlanchín reloj. Nunca paran brincar de derechas a izquierdas, pendulares e hipnóticas, en movimiento uniformemente acelerado.
El silencio se vuelve violento.
Es cierto doctor- se decide a comentar Pacheco- Sobre la fosa común note algo. Creo que fue el principio de todo. Desde ese día no volví a dormir bien. El cura pasaba el botafumeiro, las mujeres de rodillas cantaban hosanna. Yo tenía unas ganas de gritar: ¿Pero no veis compañeros y compañeras que la fosa común del santo está llena de botes de red bull, cámaras ciclistas pinchadas, condones, botes de cerveza, y las flores que plantamos para el acto nos las han chafado esos energúmenos de las bicicletas y las motos de trial? Si por lo menos, doctor, esa gentuza fuera de izquierdas, se podría hacer algo. Pero encima son votantes, o hijos de votantes del PP. Todo el mundo se hizo el loco del estado del lugar ¿Sabe?- Pacheco descansa. Lanza un suspiro profundo, prolongado. Siente su corazón aliviado. Saca el pañuelo con la bandera de España y se seca unas lagrimas. Levanta del diván y anda dando cortos pasos hacia la ventana. Asoma los ojos vidriosos a la calle . Queda de espaldas al doctor que toma notas. Pega cabezazos afirmativos y de satisfacción sin parar de hacer anotaciones ilegibles.
-Ye Jessy, está noche festuki en el caseto de la montaña, junto a las trinchera¿que tanga llevas?- un choni montado en bicicleta le habla a una chica ordinaria que saluda al choni dejando unas bolsas de comida dada por cáritas en la acera. Le enseña su tanga de leopardo. El choni hace una caballito con la bicicleta.
¿Los ve doctor? Están por todas partes- se gira Pacheco entristecido mirando al doctor que se levanta y cierra la ventana.
Siéntese por favor- le indica el psiquiatra encendiendo unas luces blancas parpadeantes que escuchan la conversación.
Creo que sería bueno que se fuera una temporada de Vall d´ Uixó. Podría ir a Cataluña, allí no hay chonis. Nos los tiran a España, o los dejan en la frontera con Francia, incluso ha habido casos de tirarlos al mar.
-Lo había pensado doctor, pero en estos momentos me es imposible. Tengo cosas que hacer, muchas cosas...-responde con mirada de loco Pacheco. Un extraño brillo en sus ojos cargados de ira y de tics se adueñan de su gesto - Sobre las voces y las apariciones doctor, ¿puede darme algo para que no ocurran?- el timbre de voz de Pacheco se mezcla con el chirrido grillesco del timbre que anuncia que su turno ha terminado y le toca a otro demente.
El doctor le receta unas pastillas anti psicóticas.
Sale a la calle y compra la receta en la farmacia adyacente a la clínica. Observa desde la acera el centro de Vall d´ Uixó en plena ebullición de alegría y griterío.
Celebran los batuecos una gran noticia local tan fervorosa cómo la diada catalana.
Desde el balcón el alcaldito del PP de Uixó anuncia a los reunidos:
Por fin lo hemos conseguido. En vez de construir el hospital se va a construir algo más rentable e inteligente:un casino para convenciones a imitación del de las Euro Vegas, donde el juego y las mujeres estarán permitido. Los chonis, calorros, obreros, la oposición, lo celebra con entusiasmo y ardor.
Este Mariano Rajoy esta metiendo mano al dinero negro. Gracias a eso se podrá construir de nuevo casinos- comenta optimista un anciano a otro compadre. Están sentaditos los dos al sol en los bancos que hay frente al ayuntamiento.
No se Yo- responde dubitativo el otro anciano, el pesimista, sus manos le tiemblan de parkinson. Sapientísimo añade a sus dudas una coletilla aprendida a través de las experiencias de una larga vida repleta de traiciones, miserias y trabajos- No se Yo si le dejarán a Rajoy, es demasiado revolucionario.
El otro anciano asiente con su cabeza amplia cómo la de un búfalo.
Hú! Há! Hú Há! Sacatum Sacatum tam tam tam que summun pen que tum pan que, bombas bombas.
Suena amplificada la sinfonía bakaladera de Chimo Bayera de un BMW negro cómo un cuervo, feroz y violento. El auriga, un ser malcarado acompañado de otros seres no menos hoscos, repletos seriedad tiránica dibujada en sus caretos rasurados avanzan estirados. Pasan junto a Pacheco que está detenido leyendo las contraindicaciones de las pastillas.
-Hijo de puta, te vamos a matar si nos vuelves a filmar. Te vamos a matar hijo de puta, te lo juro por Cristo, que te matamos si publicas algo de nosotros en tu blog Juan Carlos I- el coche avanza dejando salir por las ventanas el humo de los porros y el eco de las palabras. La música de Chimo Bayo vuelve a subir hasta hacer temblar los cristales y las mentes de la clínica psiquiátrica contigua la Ayuntamiento y a la farmacia con su celebre himno :
“Así, me gusta a mí, así, me gusta a mí, así, me gusta a mí...”
¿Se lo decían a usted? - pregunta Pacheco confuso a un anciano que entra a la farmacia a por auditone.
El anciano sordo hace un gesto afirmativo. Encorvado entra aullando a la farmacia con la receta para que le atienda Amparito: Ahhh, Ahhhh, Ahhhh.
El BMW se para ante la señal de un policía que detiene el trafico en el paso cebra para que pasen niños. Pitan los farandules matones a las mamis que sonríen a los chulapos. El policía les hace la señal de que pasen.
Pacheco sigue su camino confuso. Intenta buscar una forma de aclarar lo que ocurre en su mente por las noches, y las apariciones de fantasmas durante el día. En una esquina de la judería adornada de helechos en la umbría, gatos acurrucados en los portales, ancianas sentadas dentro de los zaguán que venden las verduras de sus huertas, surge de la nada un calorro adolescente melenudo y barrigón. Uno de sus labios gruesos, carnales y rojos, cómo los de un judío, lo trae partido. Un brazo lo lleva en cabestrillo escayolado. Conforma la estampa heroica de un perro callejero apaleado en alguna cercana discoteca por motivo de alguna hembra, por drogas o quizás por unas zapatillas adidas.
Ye de güey, te mataremos si sigues metiéndote con nosotros, jaripe, jaripe- le dice con voz de carajillero que retumba entre la cacofonía de las casas del callejón de la judería.
Pacheco contempla con asco y horror la siniestra criatura la cabellera de bucles rizados cómo mechones de borrego lanudo que le caen hasta unos hombros asimétricos, donde se lee escrito en su piel a modo de tatuaje hecho con una raspa de pescado: Camarón está vivo. Su cara tostada de sol, cobriza, de nariz chata y ojos negros con cejas pobladas miran con furia al noble rostro de hombre de principios, gallardo, simétrico, equilibrado, de Pacheco que le dice ¿ Qué?
El engendro hediondo se aleja agitando groseramente al aire el brazo pulgoso en cabestrillos cantando: Ayy, Ayyy, Ayyy, el señor Jesucristo, Ayyy, Ayyy, Ayyy, que pena más grande tengo...
Pacheco detiene a una chica embarazada que ha presenciado la escena.
-¿ Ha visto y ha escuchado a eso?- le pregunta dudando de la escena.
-SI, algo he escuchado- le responde indiferentes rancándose la barriga la embarazada.
Pues debería acompañarme a la comisaria- le exhorta Pacheco sintiéndose más tranquilo de no sufrir alucinaciones.
Oh no es para tanto, a mi unos chavales viniendo para aquí me han dicho guarra. Soy madre soltera ¿sabe? También me han ofrecido hacer una película porno. Por cierto, ¿está usted casado?
Pacheco le hace la señal de la cruz y se aleja hablando solo:
-OH Recadero Centelles que suerte tienes de descansar fusilado en tu tumba. Aunque ganamos la guerra, la hemos perdido en la transición. Sin moral no hay nada.
Una fuente histórica en una plaza morisca alegra el día caluroso. Sus aguas frescas y blancas caen dichosas sobre una charca donde un romano o un griego hubiera cantado a una ninfa perseguida por un sátiro. Pacheco se agacha a beber cuando aparece un renault megane cuyos ocupante le increpan: - No queremos que nos filmes las carreras hijo puta, te vamos a matar. Él sigue bebiendo. Mira su reflejo en las aguas. Su imagen turbia se difumina entre las ondas:- Es solo cosa de tu imaginación, ese coche no existe- se dice.
Además ¿ acaso yo filmo algo?
Al llegar a casa toma dos pastillas psiquiátricas y deja transcurrir el día. Las sombras van cubriendo el pueblo, las campanas suenan a lo lejos, y en la televisión los informativos aplauden al valiente Rajoy por sus recortes.
II parte. La blasfemia.
Montes de Uixó, montes de garrofera y piedra. Entre bancales siempre se encuentra alguna casa humilde y abandonada, a veces son ocupadas, pero ellas esperan otras gentes. Gentes de ayer, gentes de una raza extinguida por el inmigrante andaluz, por el chulo castellano, o el étnico indio-balcánico que malvive para su desgracia y erradicación de su cultura en pisos de protección oficial, afinado. Todos ellos son palmeros del PP, y del faccioso militar, genocidas de la raza Catalano-Valenciana, que dueños de está tierra, ahora ante el usurpador inmigrante deben agachar la mirada.
Está nueva casta ensucia los montes con escombros cuando se apropian de las pequeñas construcciones centenarias de piedra seca para hacerse un cortijo. Talan los arboles cómo el algarrobo, el almendro, el alcornoque, el níspero, para quemar su leña los domingos, venderla por los bares, o plantar oliveras.
Ocupan las plazas públicas colaborando con la policía en los desalojos de los manifestantes aborígenes que revindican : dignidad, fueros y autogobierno, para en su lugar cantar salvas rocieras. Silencian y humillan el pasado morisco de las tierras de levante, e increpan al moro que trabaja de sol a sol por cuatro monedas, y que al terminar su trabajo lo veréis subir a los montes místico y profeta para recordar su pasado califal hablando la lengua olvidada de nuestras tierras, que nadie revindica más que la sabia comunidad musulmana autóctona: El algarabía.
Una tarde mustia y aburrida en la periferia ibérica. Madrid está siendo tomada por manifestantes. En Vall d´Uixó los hispano- chonis preparan una fiesta, y el moro Alí sube al monte a por unos higos para su mujer que está enferma. Cree Alí que una serpiente de cabeza blanca le silba para encantarla y alimentarse de la leche de su pecho con el que amamanta a su bebe dormido con la cola de la serpiente en la boca. Alí busca a la serpiente y unos higos. Las malas hierbas invaden el paisaje. Los bancales que un día fueron la riqueza y prosperidad de alguien, ahora son madrigueras de conejos y de escorpiones. Las ratas saltan torpes y sonoras entre los matorrales. Alí camina con cuidado de no meter el pie y partírselo entre las piedras del camino cubierto por hierbajos amarillos y secos sobrevolados por nubes de diminutas moscas blancas.
Para junto a una pequeña vivienda atacada por un grupo de vándalos que han roto las ventanas, robado el hierro de las verjas, de las puertas, así cómo los cables de la luz para venderlo al chatarrero. Al lado de la casa queda todavía una vieja higuera que recuerda otros tiempos donde una familia de agricultores subían los domingos a comer la paella con cuchara de madera, y sentados en sillas de esparto, bajo la sombra del árbol contemplaban felices, tranquilos, el valle de Uixó repleto de campos de naranjos que llegaban hasta el mar, y las pequeñas huertas que hoy son PAI recalificados por bancos y constructoras.
Una bici de descenso en el collado de enfrente ve cómo la mano se Alí se alarga hasta coger unas brevas, y luego cometido el delito, pausado, camina el hombre tranquilo de campo buscando serpientes por el suelo con una vara.
El ciclista hace unas llamadas por el móvil y cuenta la nueva.
La tarde se oculta tras las montañas, los cielos se tiñen de rojo, y el bullicio alegre y festivo que aportan las etnias a la sociedad se hace sentir en el pueblo.
Un grupo de hispano-chonis sube a la caseta de Peñacreus. Lo hacen manada de 20 batuecos. Ascienden coreando insultos, patadas y gritos de cante jondo: -Ayy, Ayyy, Ayyy, el señor que pena más grande, Ayyy, Ayyy, Ayyy. De entre ellos destaca un en altura , cuyo fracaso en la logse le hizo enrolarse militar voluntario para Afganistán. Al ser el único con empleo es el caudillo de la tropa.
Hay que tabasar a los moros, fungán tos a jalufo . Allí en Afgansitan nos los cargábamos a base de bien. Aquí nos achicaran- les comenta ilustrado al resto de chonis que hacen señal afirmativa con el cráneo.
Que paguen el robo de los higos- comenta resuelto un joven de cabeza rapada con la camiseta de la selección española. Se hace un porro delante de la caseta a la que han llegado cómo refuerzo positivo por el esfuerzo.
También hay que darle a Pacheco- achula liando otro porro sentándose en un bancal un chonis de 15 años delgado de hambre, sucio, y abandonado por unos padres divorciados 14 años mayores que él. Vive el chonis con la abuela que está harta de él.
Si tíos, ese maricón de Pacheco va criticando o algo parecido- gritan varios chonis indignados. La jauría saca los diente y escupen veneno. Comienza a dar patadas a las paredes de la caseta. Un chonis semejante a un pollo, afectado de conjuntivitis en un ojo, de la excitación se mete el puño en la boca y lo muerde hasta hacerse sangre. El ojo bueno se inyectan de sangre, y su cuerpo apesta a pedos que se tira. Otro pega con la cabeza a un pino, varias piñas caen.
Tras varias caladas de porro y algo de cerveza se les olvida la rabia.
Que empiece el festuki- sacan dos de ellos entre los matorrales una batería de camión robada dos jornadas anteriores y que ocultan entre la maleza. Conectan luces y el equipo de música.
Surge sobre el mar iluminando las sombras de la noche, la luna roja y vengativa para aquellos Españoles que son injustos, la luna purpura para aquellos latinos o gitanos que merecen repudio, castigo y dolor, mientras en el barrio musulmán de Vall d´Uixó, la luna asoma lechosa para aquellos que siguen el camino recto. Los chonis no saben que toda oveja tiene redil que la encierra.
-¿ Va a venir la Cocos y la Jessy, o qué?- pregunta el militar poniendo sus manos sobre su pene que saca y agita.
-Ostia ten calma, que son solo las once, ahora llamó al Josele- le tranquiliza entre risas de camaradas un colega pasándole la cerveza y sacando el móvil.
-¿ Va a venir la Cocos o qué? ¿ y la Jessy qué?- le pregunta al Josele el lenteja escupiendo saliva en las eses por faltarle dos piños de la boca. Adorna a este engendro, sobre un cuerpo delgado por falta de alimentos en la infancia, las marcas en el cogote apepinado de las pedradas que recibía en la escuela y en barrio.
-Esperar un poco tíos que estoy en el templo. Si que vienen, se están poniendo guapas- de fondo se escucha el canturreo fanático: levantando las manos al señor, levantando las manos al señor...
La cuadrilla que comparten porros y cerveza miran al lenteja y le preguntan al unisono:
-¿Qué?
-El Josele está en el templo, dentro de un momento llega.
Entre ansiedades, desespero, golpes a objetos, exhibición de patadas de karate y drogas hacen tiempo hasta que aparece el Josele con las coimas. Silbidos, aplausos, y guapas, guapas, reciben a un par de chicas maquilladas extravagantemente y que se complementan físicamente. Una es gorda, la otra onoréxica. Los chonis les dan unas cervezas que engullen cómo señoritas educadas eructando al terminarlas. La música bakalado les embriaga de vida y se dejan llevar las dos amigas mientras son sobadas por todas partes.
La más bajita, la Cocos, regordita con peinado semejante a un argamboy , sufre retraso intelectual y ninfomanía aguda. Sonríe al grupo de forma amable dejando ver sus dientes podridos que adorna un rostro redondo de pan quemado. Su amiga, la Jessy, hija de una yonki que se prostituía por una dosis, de cuyo padre se dice que puede ser cualquier del pueblo, es agarrada por el soldado con el que tiene cierto parecido familiar.
Pacheco despierta cómo todas las noches al tañer de las campanas cuando da la medianoche. Coge la cámara y sale a la fosa común de Recaredo Centelles. El espíritu del santo le aguarda y le guía en silencio hasta la caseta. El chirriar de los grillos, la tonadilla de los sapos que melancólicos saludan a la luna da paso a los gritos, jadeos, suspiros, golpes de la orgía.
El militar tirando la botella de coñac vacía al suelo se coloca un turbante y da voces de alférez:
Mirad soy Mahoma y me follo a la Jessy. La muchacha con la bragas bajadas y agarrada por el militar del brazo retorcido en su espalda con una llave de konfu, ríe la gracia. Con las botas le abre sus delgadas piernas que quedan en forma de V invertida. Esto es lo que le hacemos a las putas de Afganistán el ejercito Español. Algunas son niñas de 12 años que tienen las piernas más delgaditas que la Jessy, o que mis brazos. Carne tierna mora, carne deliciosa, no probaréis nada igual. Mahoma es grande.
El grupo ríe. La Cocos de rodilla va pasando la boca por los penes sudorosos de la pandilla, que ayudan y facilitan en trabajo de la muchacha empujando su gruesa cabeza contra sus cojones, sonando entre sus diente podridos el tono de las castañuelas gitanas.
Pacheco regresa a casa acompañando hasta la tumba a Recaredo Centelles. De rodillas ante el crucifijo ora el padre nuestro, bebe leche y agua, reza el padre nuestro de rodillas ante el Crucificado y duerme cómo un bendito.
Al día siguiente el orden del mundo sigue su curso. El kikiriki de los gallos de los corrales de San Antonio le despiertan al despuntar el alba.
Por la calles siguen las apariciones de voces desconocidas que le increpan y le insultan en su camino al psiquiatra.
-Señor Pacheco ¿conoce la hipnosis?- le pregunta el psiquiatra.
Claro doctor- responde Pacheco.
Quiero que siga este reloj con la mirada- el doctor saca un reloj de pulsera y lo pasa por los ojos a Pacheco susurrándole- Va usted a quedarse dormido. Cuando escuche los chasquidos de mis dedos me contará que hizo usted por la noche.
Pacheco en trance se va relajando poco a poco, su rostro de hombre de orden se suaviza poco apoco, sus músculos se relajan tumbados en el diván.
Estoy en la cama y siento una llamada, la de Recaredo Centelles, el beato de la Vall d´Uixó fusilado por las hordas rojas. Me levanto, cojo la linterna y una cámara de vídeo para mostrar a los varones de PP, a la bien amada Guardia Civil, y a mis queridos amigos de falange lo que hacen los ciclistas de montaña en un lugar santo. Camino por ribazos guiado por el Santo. Me lleva a una pequeña caseta de montaña cerca de las trincheras. Escucho gritos de mujeres. Me asomo y pienso que son un par de monjas violadas por los socialistas o los de Izquierda Unida de Vall d´Uixó. Las chicas están rodeadas por más de 20 hombres. Me acerco reptando más. Hay un muchacho alto vestido de militar y con turbante. Le oigo decir que es Mahoma, cuenta lo que hacen los soldados Españoles en Afganistán. Yo por supuesto estoy a favor, aplaudo en silencio sus comentarios. Me doy cuenta de que todo está en orden y de que solo se trata de unos muchachos inocentes pasándolo bien. Vuelvo a casa por las trincheras y me despido de Receredo Centelles. En casa subo el vídeo a youtube. Bebo leche y agua, rezo y me acuesto.
El psiquiatra toma unas anotaciones.
Ahora cuando cuente tres usted despertara y recordará lo que ha hecho ésta noche, tres- observa tras despertarlo la reacción de Pacheco. Su rostro es el de alguien atormentado por los remordimientos. Retuerce los labios, se lleva las manos a la cara, balbucea:
Soy, soy, sonámbulo.
Si- le dice el psiquiatra.
Angelillo de Uixó acosado, amenazado y perseguido desde el 2010 por la etnia gitana y chonis por hacer vídeos de sus carreras ilegales en el barrio de Texas. El Ayuntamiento gobernado por el PP de Vall d´Uixó es cómplice de está situación y responsable de lo que vaya a pasar.
Las blasfemias a Mahoma, de Angelillo de Uixó por Ángel Blasco Giménez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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