miércoles, 8 de agosto de 2012

II,III jornada, despertares del perroflauta Sigfrido

El perroflauta que escuchaba a wagner. Episodios nacionales de Angelillo de Uixó.
II jornada. Despertares del perroflauta Sigfrido.
El sol amarillea los corazones en la mañana, las plantas marchitas de falta de agua en los campos que rodean la ecoaldea, la tierra envejecida y cansada, polvorienta, hambrienta de amor y de azada. El gallo chigón y despierto, sonámbulo de la noche y del día, pica una lombriz y canta: kikiriki, kikiriki. Un perroflauta o quizás un perro levanta la oreja, amontados en una pagola decorada las paredes de duendes, elfos, pitufos; yacen cuerpos desnudos estampa viviente de reencarnaciones de Bacos. Sombreados por el cañizo del techo, roncan y suspiran los nacidos para el amor, la felicidad y el festival del rototom, ángeles frágiles, neuróticos, elegidos por un Dios justo, descansan hasta el medio día con sus imperfecciones. A Sigfrido se acerca la vaca Luciana necesitada de ser sus ubres exprimidas. Muge suave sobre su oído. -Muuuuu, muuuuu, muuuuu- le dice luciana. aparta bicho, ¿no te das cuenta que soy infeliz?- le dice el noble y hermoso Sigfrido con una mirada de pena. Muuu, muuu, muuu- le contesta impertinente Luciana con dolor en las ubres y sudores tan fuerte cómo una mujer lactante que no tiene un cachorro que le desahogue, gotean unas gotas blanca por el establo. Sigfrido se pone unas mallas y sale a la calle, observa con dolor las cinco pagolas, la casa de paja, las tres caravanas, dos furgonetas y las tiendas de campaña que forma la ecoaldea. Escucha maldecir a la vaca Luciana, una vaca que ríe cuando se acuerdan de ordeñarla. Da una vuelta por el caos. Encuentra telas de colores por el suelo, pucheros con restos de comida donde brincan las ratas y meten el hocico los perros, tropieza con un trozo de manguera y cae . Raudo se levanta esperando no haber sido visto. Una gota de lagrima resbala sobre su porcelanica mejilla. De sus labios temblorosos se desprende un lamento desgarrador, posa su mano en su suave y tersa frente para comprobar si tiene fiebre: -Oh dios mio, destino aciago ¿por qué me dejas caer en tal infortunio? No me saque el FP de electrónica, ni trabaje durante tantos años en Porcelanosa para acabar convertido en perroflauta- el noble Sigfrido mira las eras, tras ellas el pueblo de Vall d' Uixó oculto para ellos, despierta resacoso de la fiesta de toros, sangre y batuecos. Sigfrido entra en una caravana y busca el consuelo de los brazos de su hermana. -Hermana, hermana, Bella Mari- susurra Sigfrido avanzando en la oscuridad chamanica y perfumada de incienso vigilado por la mirada mística de estatuillas de panzudos budas, mascaras africanas. Vislumbra con dificultad colillas, objetos de madera indefinidos, cucharones, pucheros de bruja y caperuzas negras, sandalias, tangas, pantalones, lagartijas que corretean cazando mosquitos. En el fondo de la caravana, en un colchón redondo, encuentra varios cuerpos amontonados que palpa. Una mano se enlaza con la suya, suave, aterciopelada, le guía hacia sus senos. Sigfrido los toma, une sus labios a la desconocida. Cuando termina sale. Un perro se acerca a olerle y saludarle, le ofrece un hueso que deja a sus pies y que esquiva Sigfrido sin olerlo. En el establo aun está su maleta sin abrir. Saca colonia, desodorante, cuchillas de afeitar y un pequeño espejo. Hace varias muecas practicando la operación de cirujano de abrirse las venas. La vaca luciana embiste dolorida por la falta de ordeño. Sudores y acaloramientos cómo de menopausica intimidan a Sigfrido que despavorido se aleja. La vaca resopla, muge y se tumba en la paja inquieta, nerviosa. El noble caballero cuya neceser y maleta quedan junto a luciana, hace un intento de recupera las cosas. La vaca al verle mueve la cola contenta y señala sus ubres sin que Sigfrido lo entienda. Este salta y acapara lo que puede. Se aleja de la maroma del animal cuya pezuña a lo Atila furiosa se arrastra por el suelo. Sigfrido de la maleta saca el retrato de Hitler enmarcado, y lo cuelga de una pared del establo para darle calidez de hogar. Algo más sosegado y tranquilo se asea. Enciende su pequeño transistor a casete y escucha a Wagner. Una vez rasurado su rostro, axila, pubis, se deja caer aburrido sobre la paja, esperando los acontecimientos. Luciana lo llama: muuuu, muuu, muuuu. Sigfrido la mira y llora bajo la mirada de Adolfito. Dos cabezas rastafaris se cuelan por la puerta del establo, una es un perro de lanas y otra un engendro ennegrecido, barbudo, alto, de largas melenas pringosas donde las moscas que se posan se quedan pegadas. Al ver a Sigfrido le lanza saludo budista y los respeto a Gaya. Sigfrido le devuelve el saludo con tímido: hola. El rastafari escucha místico la música desconocida, contempla el garabato al oleo de Hitler pintado por un artistas ambulante de Malí residente en Minglanillas. Luciana suplica que la ordeñen, el perro ladra al ver una rata, y el rastafari se sobrecoge asustado al observarse en el pequeño espejo y ver unas tijeras, una cuchilla de afeitar y espuma para la barba. Luciana desesperada, ardiendo de calentores cómo una monja tras la regla en semana santa tira de la maroma y golpea con los cuernos las paredes del establo que retumba. Sigfrido sale detrás del perroflauta despacio y curioso sin comprender que le pasa. En la ecoaldea se empiezan a levantar los seres de luz con los estómagos rampantes, hambrientos y sedientos. Acuden a los restos de vino don Simón y se desayunan ponche con marihuana entre abrazos y miradas de amor. Unos niños semidesnudos, descalzos, se acercan a Sigfrido atraídos por su aspecto diferente. Hola niños. Hola, ¿nos das clase?- le dice un niño de hermoso colores por la vida campestre. No soy maestro- le responde Sigfrido extrañado de la pregunta de ese proyecto de futuro ser humano. Cualquiera puede ser maestro, toda persona puede enseñarnos y formarnos cómo personas libres. La semana pasada nos dio clase un camarada anarquista que se refugio con nosotros unos días tras pedir derecho de auxilio en la ecoaldea. Estaba perseguido por el sistema represivo capitalista. Nos enseño a hacer cócteles molotov- le dice el más mayor del grupo de 5 churumbeles. !Qué ricura!- cínico responde Sigfrido que mira cómo los rastafaris le miran y hablan de él. El nuevo inquilino para deshacerse de semejantes engendros molestos les manda con las autoridades en las que recae la tutela : ¿por qué no vais con vuestros padres y que os enseñen ellos? En posición socratica, bohemia de 12 años y humanista precoz, una niña mellada, hermosa, larguirucha con trenzas rubias y la ropa sucia con descaro de Pipi Calzas Largas responde: No podemos hacer eso, no sabemos quienes son nuestros verdaderos padres, la madre paridera aquí nunca denuncia al padre, ni tiene método de cual de todos ha sido. Cuando nacemos ella renuncia a nosotros para que toda la comunidad nos cuide. En la ecoaldea vivimos en hermandad y en cualquier casa en la que entremos se nos cuida y hacen de papa y mama. Tu eres nuestro padre putativo ahora. El resto de chamacos con sus ojillos diminutos, rostros de felicidad, labios sucios de nocilla, asienten con sus cabecitas peludas e idealistas a la disertación marxista- froidiana- feminista de la superdotada precoz. Extienden sus manitas pringosas para que juegue con ellos. El hermoso ario Sigfrido siente su corazón sobrecogido, se deja caer en una roca y llora:- Oh Dios mio,Dios mio,¿Donde me ha metido mi hermana? Maldita crisis económica. El albergue para desahuciados era mejor que esto, Dios mio, Dios mio, ayudame, no me dejes caer en el mal y la inmoralidad. Los niños le abrazan y aprenden la lección del día entusiasmados. Sigfrido hace la señal de la cruz, los niños sin bautizar le imitan. Varios rastafaris que se han metido en el establo para ver el espejo y las cuchillas de afeitar salen cómo una manada de potros. Luciana desesperada muge. Bella Mari hermosísima, bohemia, venusiana, con aroma a sexo va al encuentro de su hermano. Es portadora del aura del amor y el deseo. Los niños que abrazan a su hermano abrazan a la doncella cuando llega. Agarra entre sus brazos al más pequeño que juega con sus enormes pechos tersos terminados en unos pezones sonrosados y grandes, el más mayor besa su delgado viente y Bella Mari le sonríe candorosa y maternal. Poco a poco los niños amorosos y aleccionados se van retirando en busca de nuevos aprendizajes paulovianos en la escuela de la gusanera de la vida.
Hermano ¿Cómo te encuentras?- le dice acariciando su melena rubia que besa. Mal Mari,no soporto este lugar. Ya te acostumbraras. No, no creo. ¿Y qué harás? Somos el futuro los alternativos, la economía ha quebrado, no hay trabajo, te han embargado el piso, el coche, la moto, las cuentas bancarias. Vivir en una ecoaldea es la única alternativa que te queda. Oh, Mari, Oh- suspira vencido Sigfrido por los argumentos de su hermana que atraviesa cómo un alfiler su corazón de seda. Su bella hermana al verlo sufrir sintiéndose culpable por haber hecho un comentario tan cruel e inhumano se lanza ardorosa y santa a los pies del mártir Sigfrido, lo besa y cómo un trapo acepta las caricias, los besos, con el pensamiento ido en sus desgracias. Un turbante reverencial que envuelve el cráneo más preparado de la ecoaldea se hace paso desde la pagala presidencial. El rajá Parua, el ayatola de los perroflautas se acerca a Sigfrido y Bella Mari. Hace saludo santón de pacha mama, besa la tierra polvorienta y muerde unos granos de polvo que escupe entre toses bendiciendo la tierra que queda pegada a sus burbujas blanquinosas y espesas de saliva. Sigfrido saluda a la autoridad que no ha sido elegida y aceptada por el grupo debido al verbo hecho Parua que entiende de todo: el cosmos, el espíritu y el aire. -Santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad en los cielos cómo en la tierra Gran Parua- le dice el rubio Sigfrido al moreno de turbante y ojos de salmonete. -Paz y amor hermano Sigfrido, llegado del mundo convencional- contesta reverencial el santón con dos bachoquetas en a mano y un manojo de perejil que muerde con sus potente dientes de roedor. Deseo por gaya que tu noche en el establo haya sido dichosa. Por Jupiter y Saturno que lo ha sido - le contesta improvisando el santoral perroflauta Sigfrido. Bella Mari que atiende el dialogo es feliz escuchando cómo las dos criatura hijas de un Dios múltiple y de diferentes pensamientos se unen en el respeto a la humanidad. El santón ofrece perejil Sigfrido, mira a su hermana que le hace señales para que muerda. Sigfrido toma el perejil y come, se escuchan en la tribu aplausos y oles. Dentro de unos días te construiremos una tienda siux, podrás elegir la muchacha o muchacho que desees para que pase contigo el ciclo lunar. De momento debes iniciarte con Luciana. Gracias maestro- le responde el apache Sigfrido. Una pregunta- le dice Parua al girarse cuando se marcha, al entrar en el establo he visto un retrato muy extraño, el de un hombre con bigote corto y uniforme, he sentido ante su presenciarse malas vibraciones, cómo el de alguien capaz de matar a un perro ¿es acaso un dios o profeta tuyo traído del mundo convencional ? Si Parua, es un icono de mi mundo. Le prometo que no tengo conocimiento de que matará a ningún perro, de lo contrario, le juro que quemaría el retrato- le responde Sigfrido. ¿ Se puede saber quien era?- le pregunta curioso Parua que nacido en los años 60 en un poblado hippie de Ibiza desconocía la civilización occidental. Si maestro- responde Sigfrido- fue el último cruzado antes de la llegada del gran Bin Laden. Se llamaba Hitler. En los años cuarenta del pasado siglo se dedico con sus caballeros oscuros a buscar el grial, una copa en la que bebió Cristo en su última cena, tiene el poder de dar la eterna juventud y traer la paz universal a los hombres. Hitler era ademas un discípulo de Platón que creía en el gobierno de los justos, una especie de elegidos, los más aptos para gobernar, en su caso casualmente serían él y unos amigos suyos de un partido político que se montó. En definitiva gran Parua, buscaba lo que tu y las buenas gentes de aquí buscamos: otro mundo posible, por qué este es un desastre. ¿ Y que le paso?- pregunta Parua y varios perroflautas que se han acercado y tumbados escuchan atónitos el relato fantástico. Sigfrido le contesta escéptico con el mundo: Al final paso lo de siempre, sufrieron unas conspiración del resto del planeta que deseaban que las cosas quedarán cómo hasta entonces, especialmente los americanos y los judíos que no les interesa el cambio, los asesinaron a todos. Oh, oh- exclamaron todos los perroflautas sobrecogidos con la leyenda espirituosa del santo grial. Los niños tan inocente cómo hitler y sus caballeros, idealistas platónicos que pretendían cambiar las cosas gritan: podemos llamar a la ecoaldea Hitler cómo ese santón espiritual que quería cambiar el mundo. Votemos, votemos levantando las manos, moviéndolas- exclama Parua eufórico. III jornada. De como el perroflauta Sigfrido encuentra a su perro. Bueno hermanos y ¿para ganarse la vida, que hacemos? ¿ trabajamos o qué?- pregunta ambicioso Sigfrido pensando en pagar sus deudas, desde la factura de vodafon, al espejo de agua de su embarcación motora atracada en el puerto de burriana y precintada por la caja rural San Isidro. Los perroflautas se miran unos a otros desconcertados. -Va muy rápido el nuevo- responde un camarada pelirrojo con cierto parecido a Asterix. Suena a capitalismo, a estrés ,a locura pro sistema- maldice por lo bajini una joven perroflauta. ¿De que va ese?- pregunta un moreno rastafari indignado y violento pensando que su mundo tranquilo se acaba. La voces van subiendo de tono al sentirse intimidados por la divagación anti espiritual y redentora del trabajo que contradice el espíritu de la ecoaldea y su única pancarta publicitaría colgada en la entrada del poblado, reza el manifiesto perroflauta: El trabajo no hace libres. Parua cómo chaman de la paz y garante de la ley, el orden y el estilo de vida perroflauta manda una misión de forma inteligente al caballero Sigfrido para que se despeje y se aclare las ideas. Joven, veo que no tienes perro ¿no es así? Cierto, no tengo- responde Sigfrido.
Pues hoy tu trabajo consistirá en buscar un perro, no debes vivir sin perro que te acompañe. Nosotros hoy tenemos mercado de baratijas, ya lo veras más adelante. Primero tocaremos el tam tam para atraer clientes ,y después les venderemos petacas de lana, pulseras curativas, piedras sanatorias y piedras normales. Participaras dentro de poco, conforme te integres. No sufras que tendrás tu oportunidad de vender. Primero empezarás vendiendo por las casas con plantas que repelen mosquitos,biblias rastafaris y pulseritas- Parua hace una mueca de dicha ante sus experiencias sobre el placer del parloteo de la venta ambulante en la calle repletas de transeúntes, el correr acera arriba y abajo gritando: venga nenas que me lo quitan de las manos. El ver las viviendas de los proletarias, donde los esclavos de clase obrera están encadenados a la rueca del sistema capitalista, mientras ellos, los perrofluatas gozan de la vida goliarda, y hoy están aquí mañana allá, viviendo aventurasen esta perra vida. ¿ Iré entonces a comisión?- pregunta Sigfrido haciendo cabalas sobre los beneficios libres de impuestos y cambiables por bonos u otras mercancías. ¿Qué es comisión?- pregunta Parua subiendo el unicejo y el tercer ojo hasta la tela del turbante. Un incentivo sobre la ventas, un valor que me quedo de la plusvalía de la mercancía por el trabajo de la intermediación. Los perroflautas se miran jeroglíficos intentando descifrar el significado de las palabras, Parua por decir algo amable le responde con un: Si, eso mismo, y luego lo ponemos todo a la caja común. -¿ Y tenéis caja común?- pregunta interesado Sigfrido. -Claro, allí guardamos dinero, garbanzos, lentejas y los cachorros recién paridos, ahora nos vamos a buscarnos la vida. Ve y encuentra tu perro Sigfrido. El joven caballero sale solo de la ecoaldea galopando con una cadena, un collar, un puñado de frutos secos y una calabaza con agua. Bella Mari le desea suerte. Camina por los campos estériles de Vall d' Uixó donde la sombra de Caín y del calorro, del merchero, del chulito de falange y el batueco son una amenaza y una maldición para vida. Anda colina abajo entre pedregales, al este el azul del mar y la Meca. Pequeños aguiluchos sobrevuelan su cabeza. Encuentra una calavera de perro. Debo estar cerca de alguno- se dice Sigfrido contemplando las cuencas vacías de los ojos y los marfílicos colmillos del cráneo de un perro.
Bajo una higuera escucha el bramar a unos cobrizos. Sigfrido por precaución les esquiva sin darse cuenta de que mientras pinchan con un palo los higos más altos,las criaturas que nacen del clavel y el charol le echan el ojo avizor. Cerca del barrio de texas, en Vall d' Uixó, escucha ladrar a una jauría de perros. Acude hacía allí. Los gachupines deambulan entre charrara, de los coches viejos sale música reguetom y ballenato, en los asiento esnifan jóvenes. Las fuentes de agua no paran de chorrear y al chorro acuden una nube de avispas sedientas. -Hola guapo- le dice una adolescentes esplendida, melosa y candorosa, de larga melena, tatuajes y morena- Si me invitas a cocaína te hago lo que quieras- No gracias- le responde Sigfrido mirando los perros que deambulan con pinta de maltratados y abandonados. Bajo de un furgoneta cargada de melones encuentra los restos de lo que fue un enorme perro de presa cuyas costillas asoman por la piel, sus terribles filas de dientes, poderosas en otros tiempo le hacen parecer algo ridículo. Tiene el cuerpo lleno de bocados de otros perros y bastonazos con vara de abedul han dejado la sombra de sus golpes en rosáceas cicatrices, las mismas marcas que esconden avergonzadas y sumisas la mayoría de mujeres de Texas. -Vaya amigo, que aspecto más lamentable tienes. Estás de suerte, vas a tener un hogar- le dice conmovido Sigfrido. Se agacha y escucha por si no respira el monigote. Acaricia al agotado animal que lame su mano con su lengua reseca. Sigfrido saca la cartera y camina en dirección al ultramarinos. Comprar unos huesos y una botella de agua que da al animal. Sale de debajo de la furgoneta. El perro de presa sigue a Sigfrido que vuelve a la ecoaldea junto a su nuevo amigo. Sus compañeros ya están apalancados acariciando a su hermana y a otras bellas hembras. -¿ Ya estáis aquí?- pregunta Sigfrido-¿ no ibais a vender al mercado? Si- responde un perroflauta estirando las piernas y bebiendo sangría. -¿ habéis terminado ya?- pregunta perplejo Sigfrido mirando el reloj del móvil sin saldo y viendo que no ha pasado ni hora y media desde que se fue. -Si- responde una joven desnuda que le hace cucamonas al perro de presa y le da besos en el hocico mientras este le mueve el rabo. -Vaya- dice Sigfrido cada vez menos sorprendido, tomando asiento y aceptando sangría que le ofrecen a él y al perro. -Es muy bonito, te traerá fortuna tío -le dice un rastafari que se echa a dormir. -Eso creo, eso creo- responde Sigfrido estirando los pies y colocando sobre su fornido pecho a una moza que pasa vestida únicamente con una pluma en la cabeza.

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