miércoles, 8 de agosto de 2012
El perroflauta que escuchaba a Wagner. Episodios Nacionales de Angelillo de Uixó
El perroflauta que escuchaba a wagner. Episodios nacionales de Angelillo de Uixó.
Código: 1208082093289
Fecha 08-ago-2012 14:57 UTC
I jornada. La ecoaldea de Vall d' Uixó y la ciudad gitana de Texas.
Luna redonda sobre el establo. Cielo parpadeante y encendido de astros cubiertos por el suave manto algodonero de nube siniestra y rasgada que oscurece la luz candelera. Transciende su romántico brillo a rostros iluminados por antorchas y hoguera. En la tierra bailan y brincan la amorosa humanidad campestre de Vall d' Uixó. Algarrobales solitarios sobre bancales muestran sus raquíticas ramas donde acoge su nido, la rata. Las vainas esperan colgantes la mano calorra que agarre su misero fruto. Oliveras, esparraguera, zarza moras, zarzaparrilla, pinares caóticos y curvos por las lomas, el terreno: piedras rodeno. Alrededor de estos bancales pagolas y caravanas de la ecoaldea. Tras la loma donde se esconden, cargada de cruces cristianas que recuerdan a los caídos por Dios y por España, camino al pueblo de Vall d'Uixó, pintado y esculpido en rocas y arboles propaganda de España 2000 que anuncia la proximidad de las casa chavoleras del barrio marginal de Texas. Por ahí andan los perros maltratados, los gatos colgados de los alambres de las ventanas donde se tiende la ropa, y los cadáveres de los gorriones en sus nidos picados por los gallos. Se amontona el criollaje calorro- faccioso de barrio reproducido en masa y en serie por madres solteras abandonadas, o de matrimonios de conveniencia, Al monte escalan las voces quinquilleras y drogadas cantando “hosanna en los cielos” , dan palmas violentas cargadas de bronce cómo campanas de catedral. Bailan los delincuente de navaja, bastón y jeringuilla ofreciendo sus cuerpos cubiertos por camisa de volantes al señor. Los paganos gitanos evangelistas dan aleluyas camaronicas al señor de los flamencos: Jesucristo el canibalizado. Terminadas las abluciones y el baño de hierbabuena, en un rincón de la esquina del templo, el encuentro con la joven de piel cobriza. Acaba con sangre de bella en la mano y su labio partido. Es preñada la preciosilla por el calorro cristiano que le clava su viril espada bajo la falda. Olor a blancos claveles sobre sus pechos. Los seres de luz de la ecoaldea, al otro lado de la civilización, separados por una pequeña colina cargada de cruces y historia de muertes, alrededor de la hoguera, la amorosa humanidad celebra la cosecha abundante de 5 kilos de romolacha, 2 de berenjenas y cuatro de tomates ecológicos. Varios pepinos adornan el orgulloso mantel donde se extienden los frutos. En el establo, la vaca Luciana espanta las moscas con el rabo, danzan aéreas, suena la épica música de las fanfarrias de Wagner. Cerca del altavoz del transistor un joven tirado sobre las balas de paja de la vaca luciana suspira y llora. La sublime y magistral música wagneriana evoca al rey Arturo, el grial, blancas armaduras, nobles caballeros, princesas, honor, honra y espadas que chirrían en bosque de robles, oscuros, fríos envueltos en nieblas y misterios. Los lamentos del joven desesperado y cautivo de su situación de miseria salen por la ventana y se cuela en el bello oído de la sin par bella Mari que baila la danza del amor brujo de Manuel de Falla.
Sus preciosos ojos de princesa verdes turquesa dirigen una profunda mirada cargada de melancolía y empatía hacia el establo. Su mirada es capaz de hacer morir de deseo a cualquier hombre o mujer, pues la belleza sin par de Mari atrae hacia si a todo ser vivo y planta existente en la tierra.
-Sigfrido me necesita- exclama con su voz de dulce sirena en la ecoaldea.
La danza se para, los rostros bellos y elficos de los seres de luz se sobrecogen ante el rubor de bella Mari, y la percepción de que la infelicidad existe en la tierra. Se abre paso entre el coro de bohemios que destrozan el anillo que forman sus cuerpos. El infinito se deshace en la cuadratura del circulo. El lamento y suspiro del joven Sigfrido hiela el fuego de la hoguera que baila mecida por el cálido poniente. La hoguera chirría con pena y arroja incandescente ascuas que caen sobre la huella leve que ha dejado en la bendita tierra Bella Mari. Gaya, la madre tierra, que es lesbiana y feminista, besa las palmas del pie desnudo y cargado de cascabeles de bella Mari, la más bella criatura que vive en la tierra. Venus, con su luz blanquecina sigue encelada los pasos de la joven. Sus cabellos rubios y largos le caen hasta la cintura, son mecidos por el viento. Una suave melodía de violines wagnerianos, el poema musical del encuentro de Isolda con Sigfrido da la bienvenida al establo a Bella Mari. Muge Luciana que mira con deseo a bella. Una suave mano, dulce, blanca, pura, femenina, adornada de cascabeles, pulseras de colores con estrellas y delfines, toca amorosa el hermoso y ario cuerpo de Sigfrido, cuya figura y pose es la de un adonis apolinio extendido desnudo sobre la paja. Sus muslos musculosos y fibrosos, tersos, indefensos en esa posición de adolescente desconsolado reciben la caricia de su bella hermana. Repliega la pierna derecha ante el tacto suave y cálido. Se vuelve y mira con sus ojos azules y profundos el rostros de su hermana que le habla arrodillándose frente a él.
-Sigfrido, hermano, no te lamentes de este destino, vive en paz y amor con nosotros, ama la tierra, a la madre gaya. Disfruta del ocio, del baile. Olvida tu anterior vida de asalariado.
-Oh hermana- le dice el rubio Sigfrido de largos cabellos vikingos ondulados y dorados besando ardorosamente la mano de su hermana. La desliza hacia sus turgentes pechos envueltos en una gasa transparente mientras con la otra agarra a la bella arrodillada sobre él. La conduce a su ancho y fornido pecho donde puede escuchar los latidos de su herido corazón. La cervatilla bella Mari descansa sobre Sigfrido. Los dos hermosos cuerpos arios yacen juntos y ardorosos. Se posa un rayo de luna que ilumina sus puros rostros repletos de inocencia y palabras de consuelo capaces de enternecer hasta a un judío.
Hermana, mi querida hermana, se que me ayudas acogiéndome en la ecoaldea, en estos momentos en que me han embargado el piso, el coche, la moto,la barca a motor, la vídeo consola, pero he de confesarte que sufro de ver tanto desorden, miseria y estar rodeado de gente sin iniciativa. Mari, yo no se vivir sin ambiciones, el ocio me aburre tanto cómo el trabajo. Mi futuro de rascar las hierbas del campo sin jornal es para mi un infierno. No siento la misma alegría ante un tomate maduro que tu, ni tus compañeros, ni me felicito de vender 5 kilos de melones en un mercadillo agroecológico. Oh, Mari, Mari, el encuentro de ayer cuando me explicaron y enseñaron vuestro mundo fue traumático. ¿ Por qué el chaman de la ecoaldea no me hace caso sobre mi proyecto de cultivar con tractores, contratar peones inmigrante para que labren todas las tierras y plantar miles de hortalizas y vender a gran escala? Luego con los beneficios podemos comprar deuda soberana y bonos del estado a un 7% de beneficio. Con eso podría pagar mis deudas, recomprar mi piso a bankia. Hermana, debemos tener ambiciones- Sigfrido besa la mano de la bella Mari, la paja pegada en sus cuerpos y cabellos les da el aspecto de adolescentes despreocupados de los sucios interese de un mundo gobernado por el inferior judío mercader cuya coronilla se adorna por una kipa y tienen nombres cómo: Rodrigo Rato, Rajoy , Rubalcaba y Juan Carlos.- ! Qué Dios, Ala, el 15-M, el tribunal supremo, los anarquistas, UPYD, las asociaciones de consumidores, y los ecologistas acaben pronto con ellos!
Bella Mari , cuya mejilla derecha recibe un haz de luna besa a su hermano en la boca horrorizada de escuchar tales palabras. Mari nacida para amar y servir al amor, incapaz de tener una conversación que haga contrariar a nadie y le haga sufrir, besa con sus carnosos rojos labios el cuerpo de su hermano que suspira extasiado y erecto. Levanta Sigfrido la túnica de vestal de su hermana. La muchacha piadosa, devota y beata se coloca sobre él, santificando su hermoso cuerpo desnudo al verdadero amor al prójimo. Baila Bella Mari sobre el cuerpo de su hermano. Desde la ventana del establo varios perroflauta contemplan la escena con alegría y felicidad. Los lamentos de Sigfrido desaparecen, ya pueden bailar y danzar de nuevo alrededor de la hoguera que súbitamente prende su fatua llama repleta de espíritus del bosque del secano de algarrobos y oliveras de Vall d' Uixó. Prende hasta los 20 metros de altura. Los seres mágicos y luminosos de la ecoaldea van quitándose la ropa y tirándola a las llamas para desprenderse de la propiedad y la brutalidad del capitalismo. La sin razón de los prejuicios son purgados cómo los herejes en la inquisición. Hacen el amor los perroflautas en una hermosa orgía de hombres con hombre, mujeres con mujeres, hombres con perros, perros con gatos, el gallo del corral con un rosal, inclusive los hay que practican el convencionalismo aburrido y decadente de hombre con mujer. Venus sonríe triunfadora, las fanfarrias de Wagner con trompetas y violines se mezclan con profundos suspiros, jadeos, cuerpos que chocan unidos. Los cascabeles del tobillo de bella Mari suenan en percusión sobre sus nalgas y por la vibración del movimiento que agita su concupiscente carne al ritmo del sube y baja, armoniza la sinfónica metálica con su melodía de suspiros y jadeos de placer ghospel y soul entrecortados de: ahhh, ahhh,ahhh, aaaaahhhhhhh y uhhhh, ayy, uhhh,ahhhhh.
El grillo chirría del calor y el sapo solitario, melancólico y noctambulo croa entre la hierba húmeda. Los gitanos y quinquilleros de vall d' Uixó, violentos y asesinos salen en busca de chatarra. En el pueblo de Uixó, en sus barrio céntricos de la milenaria judería poblada de blancos decrépitos, ancianos pensionistas de raza latina y habla valenciana, quedan recogidos en sus casa visionando el tiempo por la televisión. El toro embolado corre por las calles maltratado y apaleado por los gachupines que hacen méritos de valientes para conquistas a una golfa en pantalones cortos y escotada de menos de 15 años que se vende por cocaína. Los caciques desde las balconadas de las calle más anchas, acompañados de autoridades, curitas, monjas y sus mujeres viejas, aristocráticas, feas, engalanadas con mantón de manila, peineta y blusones de falleras, se exhiben autoritarios, competente y plenipotenciados junto la bandera nacional atada a los hierros forjados del balcón. En las calles los trabajadores parados, serviles, batuecos y tradicionales acuden al toro.
Bella Mari colmada de orgasmos, al terminar , coloca su trasparente y sacra túnica de seda sobre su hermoso cuerpo. Su hermano queda tendido, desnudo y bañado por la luz de la luna sobre la paja. La luna huye, huye, cargada de deseo, de amor y de muerte. Carne negra de toro en el pueblo de vall d' Uixó al terminar la orgía en la ecoaldea le apunta con sus aspas menguantes. La legua morada de la bestia sobre la tierra. Unos gachupines le arrancan las pezuñas y el carnicero afilando los blancos aceros se acerca. La luna se ha ido.
II jornada. Despertares del perroflauta Sigfrido.
El sol amarillea los corazones en la mañana, las plantas marchitas de falta de agua en los campos que rodean la ecoaldea, la tierra envejecida y cansada, polvorienta, hambrienta de amor y de azada. El gallo chigón y despierto, sonámbulo de la noche y del día, pica una lombriz y canta: kikiriki, kikiriki. Un perroflauta o quizás un perro levanta la oreja, amontados en una pagola decorada las paredes de duendes, elfos, pitufos; yacen cuerpos desnudos estampa viviente de reencarnaciones de Bacos. Sombreados por el cañizo del techo, roncan y suspiran los nacidos para el amor, la felicidad y el festival del rototom, ángeles frágiles, neuróticos, elegidos por un Dios justo, descansan hasta el medio día con sus imperfecciones.
A Sigfrido se acerca la vaca Luciana necesitada de ser sus ubres exprimidas. Muge suave sobre su oído.
-Muuuuu, muuuuu, muuuuu- le dice luciana.
aparta bicho, ¿no te das cuenta que soy infeliz?- le dice el noble y hermoso Sigfrido con una mirada de pena.
Muuu, muuu, muuu- le contesta impertinente Luciana con dolor en las ubres y sudores tan fuerte cómo una mujer lactante que no tiene un cachorro que le desahogue, gotean unas gotas blanca por el establo.
Sigfrido se pone unas mallas y sale a la calle, observa con dolor las cinco pagolas, la casa de paja, las tres caravanas, dos furgonetas y las tiendas de campaña que forma la ecoaldea. Escucha maldecir a la vaca Luciana, una vaca que ríe cuando se acuerdan de ordeñarla.
Da una vuelta por el caos. Encuentra telas de colores por el suelo, pucheros con restos de comida donde brincan las ratas y meten el hocico los perros, tropieza con un trozo de manguera y cae . Raudo se levanta esperando no haber sido visto. Una gota de lagrima resbala sobre su porcelanica mejilla. De sus labios temblorosos se desprende un lamento desgarrador, posa su mano en su suave y tersa frente para comprobar si tiene fiebre:
-Oh dios mio, destino aciago ¿por qué me dejas caer en tal infortunio? No me saque el FP de electrónica, ni trabaje durante tantos años en Porcelanosa para acabar convertido en perroflauta- el noble Sigfrido mira las eras, tras ellas el pueblo de Vall d' Uixó oculto para ellos, despierta resacoso de la fiesta de toros, sangre y batuecos. Sigfrido entra en una caravana y busca el consuelo de los brazos de su hermana.
-Hermana, hermana, Bella Mari- susurra Sigfrido avanzando en la oscuridad chamanica y perfumada de incienso vigilado por la mirada mística de estatuillas de panzudos budas, mascaras africanas. Vislumbra con dificultad colillas, objetos de madera indefinidos, cucharones, pucheros de bruja y caperuzas negras, sandalias, tangas, pantalones, lagartijas que corretean cazando mosquitos. En el fondo de la caravana, en un colchón redondo, encuentra varios cuerpos amontonados que palpa. Una mano se enlaza con la suya, suave, aterciopelada, le guía hacia sus senos. Sigfrido los toma, une sus labios a la desconocida. Cuando termina sale. Un perro se acerca a olerle y saludarle, le ofrece un hueso que deja a sus pies y que esquiva Sigfrido sin olerlo. En el establo aun está su maleta sin abrir. Saca colonia, desodorante, cuchillas de afeitar y un pequeño espejo. Hace varias muecas practicando la operación de cirujano de abrirse las venas. La vaca luciana embiste dolorida por la falta de ordeño. Sudores y acaloramientos cómo de menopausica intimidan a Sigfrido que despavorido se aleja. La vaca resopla, muge y se tumba en la paja inquieta, nerviosa. El noble caballero cuya neceser y maleta quedan junto a luciana, hace un intento de recupera las cosas. La vaca al verle mueve la cola contenta y señala sus ubres sin que Sigfrido lo entienda. Este salta y acapara lo que puede. Se aleja de la maroma del animal cuya pezuña a lo Atila furiosa se arrastra por el suelo. Sigfrido de la maleta saca el retrato de Hitler enmarcado, y lo cuelga de una pared del establo para darle calidez de hogar. Algo más sosegado y tranquilo se asea. Enciende su pequeño transistor a casete y escucha a Wagner. Una vez rasurado su rostro, axila, pubis, se deja caer aburrido sobre la paja, esperando los acontecimientos. Luciana lo llama: muuuu, muuu, muuuu. Sigfrido la mira y llora bajo la mirada de Adolfito.
Dos cabezas rastafaris se cuelan por la puerta del establo, una es un perro de lanas y otra un engendro ennegrecido, barbudo, alto, de largas melenas pringosas donde las moscas que se posan se quedan pegadas. Al ver a Sigfrido le lanza saludo budista y los respeto a Gaya. Sigfrido le devuelve el saludo con tímido: hola. El rastafari escucha místico la música desconocida, contempla el garabato al oleo de Hitler pintado por un artistas ambulante de Malí residente en Minglanillas. Luciana suplica que la ordeñen, el perro ladra al ver una rata, y el rastafari se sobrecoge asustado al observarse en el pequeño espejo y ver unas tijeras, una cuchilla de afeitar y espuma para la barba. Luciana desesperada, ardiendo de calentores cómo una monja tras la regla en semana santa tira de la maroma y golpea con los cuernos las paredes del establo que retumba. Sigfrido sale detrás del perroflauta despacio y curioso sin comprender que le pasa. En la ecoaldea se empiezan a levantar los seres de luz con los estómagos rampantes, hambrientos y sedientos. Acuden a los restos de vino don Simón y se desayunan ponche con marihuana entre abrazos y miradas de amor. Unos niños semidesnudos, descalzos, se acercan a Sigfrido atraídos por su aspecto diferente.
Hola niños.
Hola, ¿nos das clase?- le dice un niño de hermoso colores por la vida campestre.
No soy maestro- le responde Sigfrido extrañado de la pregunta de ese proyecto de futuro ser humano.
Cualquiera puede ser maestro, toda persona puede enseñarnos y formarnos cómo personas libres. La semana pasada nos dio clase un camarada anarquista que se refugio con nosotros unos días tras pedir derecho de auxilio en la ecoaldea. Estaba perseguido por el sistema represivo capitalista. Nos enseño a hacer cócteles molotov- le dice el más mayor del grupo de 5 churumbeles.
!Qué ricura!- cínico responde Sigfrido que mira cómo los rastafaris le miran y hablan de él. El nuevo inquilino para deshacerse de semejantes engendros molestos les manda con las autoridades en las que recae la tutela : ¿por qué no vais con vuestros padres y que os enseñen ellos?
En posición socratica, bohemia de 12 años y humanista precoz, una niña mellada, hermosa, larguirucha con trenzas rubias y la ropa sucia con descaro de Pipi Calzas Largas responde:
No podemos hacer eso, no sabemos quienes son nuestros verdaderos padres, la madre paridera aquí nunca denuncia al padre, ni tiene método de cual de todos ha sido. Cuando nacemos ella renuncia a nosotros para que toda la comunidad nos cuide. En la ecoaldea vivimos en hermandad y en cualquier casa en la que entremos se nos cuida y hacen de papa y mama. Tu eres nuestro padre putativo ahora.
El resto de chamacos con sus ojillos diminutos, rostros de felicidad, labios sucios de nocilla, asienten con sus cabecitas peludas e idealistas a la disertación marxista- froidiana- feminista de la superdotada precoz. Extienden sus manitas pringosas para que juegue con ellos. El hermoso ario Sigfrido siente su corazón sobrecogido, se deja caer en una roca y llora:- Oh Dios mio,Dios mio,¿Donde me ha metido mi hermana? Maldita crisis económica. El albergue para desahuciados era mejor que esto, Dios mio, Dios mio, ayudame, no me dejes caer en el mal y la inmoralidad. Los niños le abrazan y aprenden la lección del día entusiasmados. Sigfrido hace la señal de la cruz, los niños sin bautizar le imitan. Varios rastafaris que se han metido en el establo para ver el espejo y las cuchillas de afeitar salen cómo una manada de potros. Luciana desesperada muge.
Bella Mari hermosísima, bohemia, venusiana, con aroma a sexo va al encuentro de su hermano. Es portadora del aura del amor y el deseo. Los niños que abrazan a su hermano abrazan a la doncella cuando llega. Agarra entre sus brazos al más pequeño que juega con sus enormes pechos tersos terminados en unos pezones sonrosados y grandes, el más mayor besa su delgado viente y Bella Mari le sonríe candorosa y maternal. Poco a poco los niños amorosos y aleccionados se van retirando en busca de nuevos aprendizajes paulovianos en la escuela de la gusanera de la vida.
Hermano ¿Cómo te encuentras?- le dice acariciando su melena rubia que besa.
Mal Mari,no soporto este lugar.
Ya te acostumbraras.
No, no creo.
¿Y qué harás? Somos el futuro los alternativos, la economía ha quebrado, no hay trabajo, te han embargado el piso, el coche, la moto, las cuentas bancarias. Vivir en una ecoaldea es la única alternativa que te queda.
Oh, Mari, Oh- suspira vencido Sigfrido por los argumentos de su hermana que atraviesa cómo un alfiler su corazón de seda. Su bella hermana al verlo sufrir sintiéndose culpable por haber hecho un comentario tan cruel e inhumano se lanza ardorosa y santa a los pies del mártir Sigfrido, lo besa y cómo un trapo acepta las caricias, los besos, con el pensamiento ido en sus desgracias.
Un turbante reverencial que envuelve el cráneo más preparado de la ecoaldea se hace paso desde la pagala presidencial. El rajá Parua, el ayatola de los perroflautas se acerca a Sigfrido y Bella Mari.
Hace saludo santón de pacha mama, besa la tierra polvorienta y muerde unos granos de polvo que escupe entre toses bendiciendo la tierra que queda pegada a sus burbujas blanquinosas y espesas de saliva.
Sigfrido saluda a la autoridad que no ha sido elegida y aceptada por el grupo debido al verbo hecho Parua que entiende de todo: el cosmos, el espíritu y el aire.
-Santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad en los cielos cómo en la tierra Gran Parua- le dice el rubio Sigfrido al moreno de turbante y ojos de salmonete.
-Paz y amor hermano Sigfrido, llegado del mundo convencional- contesta reverencial el santón con dos bachoquetas en a mano y un manojo de perejil que muerde con sus potente dientes de roedor.
Deseo por gaya que tu noche en el establo haya sido dichosa.
Por Jupiter y Saturno que lo ha sido - le contesta improvisando el santoral perroflauta Sigfrido.
Bella Mari que atiende el dialogo es feliz escuchando cómo las dos criatura hijas de un Dios múltiple y de diferentes pensamientos se unen en el respeto a la humanidad.
El santón ofrece perejil Sigfrido, mira a su hermana que le hace señales para que muerda.
Sigfrido toma el perejil y come, se escuchan en la tribu aplausos y oles.
Dentro de unos días te construiremos una tienda siux, podrás elegir la muchacha o muchacho que desees para que pase contigo el ciclo lunar. De momento debes iniciarte con Luciana.
Gracias maestro- le responde el apache Sigfrido.
Una pregunta- le dice Parua al girarse cuando se marcha, al entrar en el establo he visto un retrato muy extraño, el de un hombre con bigote corto y uniforme, he sentido ante su presenciarse malas vibraciones, cómo el de alguien capaz de matar a un perro ¿es acaso un dios o profeta tuyo traído del mundo convencional ?
Si Parua, es un icono de mi mundo. Le prometo que no tengo conocimiento de que matará a ningún perro, de lo contrario, le juro que quemaría el retrato- le responde Sigfrido.
¿ Se puede saber quien era?- le pregunta curioso Parua que nacido en los años 60 en un poblado hippie de Ibiza desconocía la civilización occidental.
Si maestro- responde Sigfrido- fue el último cruzado antes de la llegada del gran Bin Laden. Se llamaba Hitler. En los años cuarenta del pasado siglo se dedico con sus caballeros oscuros a buscar el grial, una copa en la que bebió Cristo en su última cena, tiene el poder de dar la eterna juventud y traer la paz universal a los hombres. Hitler era ademas un discípulo de Platón que creía en el gobierno de los justos, una especie de elegidos, los más aptos para gobernar, en su caso casualmente serían él y unos amigos suyos de un partido político que se montó. En definitiva gran Parua, buscaba lo que tu y las buenas gentes de aquí buscamos: otro mundo posible, por qué este es un desastre.
¿ Y que le paso?- pregunta Parua y varios perroflautas que se han acercado y tumbados escuchan atónitos el relato fantástico.
Sigfrido le contesta escéptico con el mundo:
Al final paso lo de siempre, sufrieron unas conspiración del resto del planeta que deseaban que las cosas quedarán cómo hasta entonces, especialmente los americanos y los judíos que no les interesa el cambio, los asesinaron a todos.
Oh, oh- exclamaron todos los perroflautas sobrecogidos con la leyenda espirituosa del santo grial. Los niños tan inocente cómo hitler y sus caballeros, idealistas platónicos que pretendían cambiar las cosas gritan: podemos llamar a la ecoaldea Hitler cómo ese santón espiritual que quería cambiar el mundo.
Votemos, votemos levantando las manos, moviéndolas- exclama Parua eufórico.
III jornada. De como el perroflauta Sigfrido encuentra a su perro.
Bueno hermanos y ¿para ganarse la vida, que hacemos? ¿ trabajamos o qué?- pregunta ambicioso Sigfrido pensando en pagar sus deudas, desde la factura de vodafon, al espejo de agua de su embarcación motora atracada en el puerto de burriana y precintada por la caja rural San Isidro.
Los perroflautas se miran unos a otros desconcertados.
-Va muy rápido el nuevo- responde un camarada pelirrojo con cierto parecido a Asterix.
Suena a capitalismo, a estrés ,a locura pro sistema- maldice por lo bajini una joven perroflauta.
¿De que va ese?- pregunta un moreno rastafari indignado y violento pensando que su mundo tranquilo se acaba.
La voces van subiendo de tono al sentirse intimidados por la divagación anti espiritual y redentora del trabajo que contradice el espíritu de la ecoaldea y su única pancarta publicitaría colgada en la entrada del poblado, reza el manifiesto perroflauta: El trabajo no hace libres. Parua cómo chaman de la paz y garante de la ley, el orden y el estilo de vida perroflauta manda una misión de forma inteligente al caballero Sigfrido para que se despeje y se aclare las ideas.
Joven, veo que no tienes perro ¿no es así?
Cierto, no tengo- responde Sigfrido.
Pues hoy tu trabajo consistirá en buscar un perro, no debes vivir sin perro que te acompañe. Nosotros hoy tenemos mercado de baratijas, ya lo veras más adelante. Primero tocaremos el tam tam para atraer clientes ,y después les venderemos petacas de lana, pulseras curativas, piedras sanatorias y piedras normales. Participaras dentro de poco, conforme te integres. No sufras que tendrás tu oportunidad de vender. Primero empezarás vendiendo por las casas con plantas que repelen mosquitos,biblias rastafaris y pulseritas- Parua hace una mueca de dicha ante sus experiencias sobre el placer del parloteo de la venta ambulante en la calle repletas de transeúntes, el correr acera arriba y abajo gritando: venga nenas que me lo quitan de las manos. El ver las viviendas de los proletarias, donde los esclavos de clase obrera están encadenados a la rueca del sistema capitalista, mientras ellos, los perrofluatas gozan de la vida goliarda, y hoy están aquí mañana allá, viviendo aventurasen esta perra vida.
¿ Iré entonces a comisión?- pregunta Sigfrido haciendo cabalas sobre los beneficios libres de impuestos y cambiables por bonos u otras mercancías.
¿Qué es comisión?- pregunta Parua subiendo el unicejo y el tercer ojo hasta la tela del turbante.
Un incentivo sobre la ventas, un valor que me quedo de la plusvalía de la mercancía por el trabajo de la intermediación.
Los perroflautas se miran jeroglíficos intentando descifrar el significado de las palabras, Parua por decir algo amable le responde con un: Si, eso mismo, y luego lo ponemos todo a la caja común.
-¿ Y tenéis caja común?- pregunta interesado Sigfrido.
-Claro, allí guardamos dinero, garbanzos, lentejas y los cachorros recién paridos, ahora nos vamos a buscarnos la vida. Ve y encuentra tu perro Sigfrido.
El joven caballero sale solo de la ecoaldea galopando con una cadena, un collar, un puñado de frutos secos y una calabaza con agua. Bella Mari le desea suerte. Camina por los campos estériles de Vall d' Uixó donde la sombra de Caín y del calorro, del merchero, del chulito de falange y el batueco son una amenaza y una maldición para vida. Anda colina abajo entre pedregales, al este el azul del mar y la Meca. Pequeños aguiluchos sobrevuelan su cabeza. Encuentra una calavera de perro.
Debo estar cerca de alguno- se dice Sigfrido contemplando las cuencas vacías de los ojos y los marfílicos colmillos del cráneo de un perro.
Bajo una higuera escucha el bramar a unos cobrizos. Sigfrido por precaución les esquiva sin darse cuenta de que mientras pinchan con un palo los higos más altos,las criaturas que nacen del clavel y el charol le echan el ojo avizor.
Cerca del barrio de texas, en Vall d' Uixó, escucha ladrar a una jauría de perros. Acude hacía allí. Los gachupines deambulan entre charrara, de los coches viejos sale música reguetom y ballenato, en los asiento esnifan jóvenes. Las fuentes de agua no paran de chorrear y al chorro acuden una nube de avispas sedientas.
-Hola guapo- le dice una adolescentes esplendida, melosa y candorosa, de larga melena, tatuajes y morena- Si me invitas a cocaína te hago lo que quieras-
No gracias- le responde Sigfrido mirando los perros que deambulan con pinta de maltratados y abandonados.
Bajo de un furgoneta cargada de melones encuentra los restos de lo que fue un enorme perro de presa cuyas costillas asoman por la piel, sus terribles filas de dientes, poderosas en otros tiempo le hacen parecer algo ridículo. Tiene el cuerpo lleno de bocados de otros perros y bastonazos con vara de abedul han dejado la sombra de sus golpes en rosáceas cicatrices, las mismas marcas que esconden avergonzadas y sumisas la mayoría de mujeres de Texas.
-Vaya amigo, que aspecto más lamentable tienes. Estás de suerte, vas a tener un hogar- le dice conmovido Sigfrido. Se agacha y escucha por si no respira el monigote. Acaricia al agotado animal que lame su mano con su lengua reseca. Sigfrido saca la cartera y camina en dirección al ultramarinos. Comprar unos huesos y una botella de agua que da al animal. Sale de debajo de la furgoneta.
El perro de presa sigue a Sigfrido que vuelve a la ecoaldea junto a su nuevo amigo.
Sus compañeros ya están apalancados acariciando a su hermana y a otras bellas hembras.
-¿ Ya estáis aquí?- pregunta Sigfrido-¿ no ibais a vender al mercado?
Si- responde un perroflauta estirando las piernas y bebiendo sangría.
-¿ habéis terminado ya?- pregunta perplejo Sigfrido mirando el reloj del móvil sin saldo y viendo que no ha pasado ni hora y media desde que se fue.
-Si- responde una joven desnuda que le hace cucamonas al perro de presa y le da besos en el hocico mientras este le mueve el rabo.
-Vaya- dice Sigfrido cada vez menos sorprendido, tomando asiento y aceptando sangría que le ofrecen a él y al perro.
-Es muy bonito, te traerá fortuna tío -le dice un rastafari que se echa a dormir.
-Eso creo, eso creo- responde Sigfrido estirando los pies y colocando sobre su fornido pecho a una moza que pasa vestida únicamente con una pluma en la cabeza.
IV jornada. Luna, espuelas, muerte y gitanos.
La tarde cae cenicienta, marchita y triste sobre la patria latina en crisis. En la ecoaldea de Vall d' Uixó , la ciudadanía apátrida, ajenos a la situación nacional, los corazones rebosan de alegría y dicha, alguna planta muere por falta de cuidados, y las eras se van dejando por falta de rentabilidad que se suple con la reventa de bisutería made in china a los civilizados funcionarios power flowers de las ciudades.
La siesta se prolonga en las horas tórridas hasta la caía del sol, al igual que el resto de nacionales que sufren por los recortes y por la prima.
A la caída del sol unas guitarras despiden a los hijos del junco y del clavel que suben monte arriba cantando: “verde que te quiero verde” músculos de mulo varonil, puñales en el bolsillo, cruces de oro del cuello, cristos resplandeciente, pañuelos con la bandera de España.
El criollaje gachupín de texas, malparidos del calorro e inmigrante de la mancha, raza esperpéntica, batueca y farandula camina entre esparraguera, zarzales y oliveras. Son cabestros hijos del cuerno cómo el toro bravo, apestan a sudor rancio de tradición, a gueto marginal, a semen y cristianismo. Avanzan los bárbaros bajo un cielo parpadeante de luna siniestra que se va a llevar muchas vidas. Croa el sapo desde la roca devorando caracoles y caracolas. Un caballo relincha y golpea con sus cascos la tierra de la que brota sangre negra. Los Camborios, los Heredia, ,los Montoya, siempre con el puñal, con la espuela asesina en la bota, con el Cristo sangrante ahorcado del cuello. Por los campos de aceitunas, de almendros, de algarrobos, todo marchito y silencioso, entre bancales, nobles trincheras republicanas, caminan homicidas, acechando, buscando venganza. Llegan a las afueras a la ecoaldea, las teas están encendidas y danzan lo mejor de la especie humana. Los ojos de los quinquis brillan de maldad. La muerte está con ellos. Sus cuerpos llenos de cicatrices, deformados por el alcohol, las drogas y las enfermedades venéreas reposan tras el escuálido tronco de los almendros. Escuchan la música hobbit irlandesa. Los hobbits de la comarca brindan con cerveza desde la pagola bar, bailan encima de las mesas desenfrenados el “ a galopar, a galopar hasta tirarlos a la mar” de Paco Ibañez. Los más veteranos en un rincón fuman en pipa hablando y exhalando humo blanco de los nuevos tiempos y las amenazas futuras. Los perros ladran, la vaca luciana que sigue sin ser ordeñada, dolorida muge con todas sus fuerzas, y Parua, el gran chaman cuyos pelos se erizan cuando un perro lobo aullá. Pide silencio:
-Algo oscuro y siniestro se acerca cabalgando a lomos de luna negra- les dice a sus compañeros.
El grupo conmocionado silencia y se dirigen a las primeras líneas de caravanas oteando el horizonte boscoso.
Juan de Dios con fusta de avellano en la mano llama a los dos adúlteros mercheros que estaban en la higuera buscándose la vida.
-Lenteja, manteca- les dice.
Los dos muchachos miran a la autoridad calorra asustados.
-No seáis cagados- venir que quiero garrurale con vosotros- les dice Juan de Dios a los chavales que obedecen.
Largar gachipe bien el suceso.¿ Han encarrujado al caimán aquí?- pregunta Juan de Dios no muy convencido de esas gentes hayan sido.
Si Juan de Dios, lo juramos por Cristo, que muramos si mentimos- le dicen los muchachotes medio cobrizos, medio blancos que nadan entre dos agua, tantean España 2000 y el mundo de las azucenas, navajas y castañuelas, desde los pisos de protección oficial en barrios marginales el gitano es un disléxico en su identidad racial.
Juan de Dios saliendo de un alcornoque da voces:
Ye, ye, payos, quiero hablar con vosotros, no temáis aporreamiento.
¿ Qué pasará?- se preguntan incrédulos los perroflautas. Intuitivamente Parua algo confuso por las formas les invita gritando al vacío oscuro:- Seáis quienes seáis sed bienvenidos hermanos, nosotros no negamos a nadie el acceso. ¿Qué significa payo? Nosotros somos hijos de la tierra, no somos hijos del Dios Payo.
Juan de Dios hace un gesto brusco y bajo la noche encendida de estrellas fugaces que se llevan las vidas avanzan por las sombras bajo la protección de la luna lunera sedienta de amores. Frente a frente queda Juan de Dios, con sus anillos de oro en los dedos brillando, sus labios gruesos de sapo, crueles cómo los de dictador y con la mirada siempre verde de sangre. Parua enfrente, con ojos de cordero no entiende nada, tiene un mal fario por qué el pelo está erizado.
Nos habéis hecho una fullería grande- dice el patriarca al Raja.
No te comprendo- le dice subiendo los hombros Parua, hace gesto de más idiota que de costumbre.
Juan de Dios llama a unos críos graduados en la Esso con suficiente y solo dos amonestaciones de la guardia civil y el tribunal de lo penal de Nules por lesiones. Hacen de traductores.
El patriarca dice que alguien se ha llevado un perro de nuestro territorio- le dice chulesco Pablito.
Es absurdo- balbucea atónito Parua- si nosotros no creemos en la propiedad ¿ por qué íbamos a hurtar un animal?
Juan de Dios le dice unas cosas a los chavales, traducen:
-Queremos registrar vuestro poblado para ver si está el perro, y dame la cartera- saca el mocoso Pablito un cortaplumas navaja y amenaza chungo a Parua.
-Bueno entrar- les dice Parua, saca la cartera y se la da al churumbel que se cabrea al registrarla.
-Tío aquí no hay nada más que el carnet de la biblioteca- Parua hace una mueca de idiota.
Los calorros y quinquis entran, se quedan atónitos ante bella Mari, la mirada verde de todos ellos se clava ante su cuerpo trémulo de pavor. Está bellísima al tener aspecto del ángel indefenso, su larga melena rubia, sus facciones puras de Vírgen Santísima, tan diferente a los colores sucios de olivaceos y ocres de las gachupinas pendejas latinajas y calorras de Vall d´ Uixó. La superioridad de Bella Mari se amplifica cargada de adornos exóticos cómo cascabeles, sus piernas largas, sedosas, cubiertas por unas medias de rejilla negras delicadamente sujetas con cintas y lazos de un liguero, les hace palidecer y violentarse, sentir el deseo de unirse a ella, de devorarla cómo hacen con cristo, engullirla, matarla a golpes, violarla, amarla y venerarla muerta, moribunda, cómo a la madre de Dios. Aparece junto a Sigfrido en la otra punta del poblado el perro de presa.
-Juan de Dios mire usted: el caimán, el caimán, lo habían robado- gritan unos quinquis con el perro de presa cogido con una cadena. Se resiste cómo puede a salir de la pagola la pobre bestia.
-Por favor, por favor, lo vais a matar- gritan los perrafluatas exaltados.
Zairo, zairo, a machete, venga las facas y a pinchar, nadie se ríe de Juan de Dios-dice sádico el dictador patriarca.
Los gitanos, criollos, marginales y falangistas morenos de cante flamenco y guitarreos de Paco de Lucia del barrio de Texas, asesinos de palomas y victimas de los gavilanes del inem, el Ayuntamiento, las ETT , el fracaso escolar, la genética de sus padres de la mancha , pinchan varios vientres de hierbas, los corazones de lechuga se derraman gritando: love, amor, ay, ay, love. Un adolescente gitano que aun no se ha estrenado en el amor, coge a Bella Mari del cuello y la tumba a patadas al suelo, abre sus pechos con las mano mientras ella suplica indefensa con la mirada. Toma el calorro desvirgado su boca seca que parece de difunta. La penetra. El joven Sigfrido con una hoz corta la cabeza del batueco de Texas que rueda.
-Corre hermana, ponte a salvo- Sigfrido lleva a su hermana por la calle de las pagolas abriéndose paso con la guadaña. Parua cae abatido por varias navajas que forman un abanico sobre su pecho. La vaca luciana sin ordeñar y dolorida consigue escapar. En embestida agarra a varios quinquis cuyos cuerpos sangrantes quedan abandonados a los perros que lanzan colmilladas extirpando a bocados la carne del mal de los calorros y quinquilleros.
Sigfrido intenta desesperadamente llamar a la guardia civil, pero la falta de saldo no se lo permite, lo intenta con el 123 de vodafón.
-pague usted la factura- le repite la telefonista con voz de loro.
-Por favor señorita, la pagare, se lo juro, pero llame a la guardia civil, al ejercito, al fondo monetario internacional, necesitamos ayuda, nos están secuestrando y asesinando.
-¿ quiere que llame a Merkel para que pague el rescate?- responde sarcástica la empleaducha- haga el favor de pagar los tres euros- insiste impertinente.
Mientras habla un golpe le hace perder a su hermana que cómo Helena de Troya es llevada a hombros por unos calorro que la soban.
Rápidamente Sigfrido repuesto se pone en pie y con una quijada de burro que encuentra golpea a dos quinquis que va a darle una estocada, les revienta sendos cráneo. Persigue a su hermana que se aleja a hombros de los sátiros del agua , el atrida Juan de Dios se cruza en su camino. Sigfrido coge una navaja del cuerpo de Parua y se lanza hacia el patriarca. Grita corriendo hacia él el patriarca. Sigfrido esquiva el navajazo y le introduce por la boca la navaja atravesando dientes que suenan a cascabeles y castañuelas, cómo los de bella Mari, que ve alejarse por el hueco que le ha abierto a Juan de Dios por la nuca. Sigfrido chilla mientras a lomos de la grupa de los calorros se la llevan hacia la luna que corre, corre, corre. La ecoaldea arde y los gitanos quinquis cómo avispas dan muerte a los perroflautas.
Suena el móvil de Sigfrido, se escucha las valquirias de Wagner: param- paramparam- param- paramparam , param- paramparam. Varios cuerpos corren ardiendo hasta consumirse calcinados prendiendo fuego a la floresta del edén. Los ladridos, los chillidos, la sangre, el dolor, las furgonetas volcadas, las palmeras ardiendo, los limoneros cuyo fruto se derrite, los cadáveres, el acero blanco entrando y saliendo brillante y jabonoso de la carne no le permiten a Sigfrido atinar donde está el móvil, por fin lo encuentra en un bolsillo de su pantalón.
¿Cómo te va Sigfrido en la ecoaldea?- pregunta su amigo Felipe.
Felipe, llama a la guardia civil, nos están atacando los calorros de texas- grita Sigfrido metiendo un puñal en el ojo de calorro.
Dios mio, no jodas, ya te dije que no te fueras a una ecoaldea al lado de un barrio marginal cómo el de Texas- le responde vehemente y racional Felipe- Ya te lo dije, ya te lo dije- insiste.
Felipe , ya lo hablaremos, llama a la guardia civil rápido, tienen a mi hermana, me temo que la vendan aun burdel o la cambien por drogas para un año.
Vale, vale, ¿quieres que vaya a echar una mano?- pregunta bienintencionado el bueno de Felipe.
¿Tu que crees Felipe? Pues claro, traete la motosierra.
Angelillo de uixó.
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