lunes, 31 de mayo de 2010

apocalipsis new angelillo







Apocalipsis new angelillo.

“Todo llega y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar”

Antonio Machado.

Pasó que hace más de 30 años asendereadas personas de oficio humilde que iban como un azacán de un lugar a otro obrando, creyeron que podrían ser hombres capaces de abrir nuevos caminos y veredas.
Compraron dos palmos de tierra para levantar unas casetas con mucho esfuerzo, poco material y bastante desconocimiento.
Batieron la roca amontonada bajos sus pies con sus huesos sudorosos, hasta conseguir alzar los muros.
Los monumentos que surgieron de ese mortero desafiaban no solo al buen gusto, sino a la gravedad, pero tenían el mérito del esfuerzo.
Con la gravedad que se da a los asuntos que cuestan sudor, sangre y lagrimas, hablaban de estas viviendas sus constructores elevándolas a categoría de obras de arte. Aunque la realidad se encontraba entre cuadra y vivienda.
Fueron muchas casas bautizadas como un miembro más de la familia, al modo que ordena la tradición. Lo hicieron con todos los honores, reunida en pleno la familia y puesto banquete especial con mantel de gala.
No cabía en pecho satisfacción mayor del que conseguía terminar su casa.
Sentían en la culminación la euforia y satisfacción orgullosa del hombre realizado que deja a la posteridad legado.
El esfuerzo titánico hizo idealizar a sus propietarios aquellos casetos.
Creían ser poseedores del Palacio de Oriente, y se percibieron cada propietario como un rey soberano del lugar.
Todos estos achaques de realeza venían de no haber tenido nunca nada, de haber fracasado siempre en todas sus empresas personales, junto con el meritorio esfuerzo físico realizado en la construcción y el no menor sacrificio de las privaciones monetarias.
Mucho fue lo que tuvieron que escamotearse haciéndose trampas y sisas a su economía de hucha para pagar los materiales.
Se hicieron 30 casetas en el paraje conocido como San Antonio.
Hubo 30 Arturos con sus respectivos 30 Camelot.
En torno a una caseta una corte constituida por una familia. Y como buena corte que se precie beligerante con el estado vecinal.
Estas gentes acostumbradas a los golpes de la vida, a la obediencia en sus puestos de trabajos, se agigantaban los domingos en ese espacio robado a la naturaleza, al orden, a la planificación.
Desde finales de los años 70 el comentario habitual tras la paella en el descanso dominical de los bueyes era:
- Si no fuera por estos momentos de tranquilidad en el cortijo.
Pero como el destino y la inclinación personal de estas gentes no era el ocio, ni mucho menos la paz, dirigieron la mirada felina a su alrededor.
Acostumbrados y embordecidos estos obreros por la fusta del burgués dada sobre sus hombros para que movieran al ritmo de las máquinas, salían a las puertas de sus casetas para despotricar ante sus vecinos por cualquier motivo.
Repetían palabras, gestos y actitudes de los encargados de los centros de trabajo en los que servían. Fue esta la escuela en la que criaron a los constructores de San Antonio.
Con tales maestros era normal que reprodujeran en su ocio tales enseñanzas.
Así que reaccionaban los bueyes como tigres en ese único espacio de su miserable existencia donde ellos debieran ser los que mandaran. Por ello allí no podían tolerar que se pusiera en jaque su autoridad o su saber por su vecino.
Las ofensas eran tratadas con gran gravedad.
Podía ser producida por las intrusiones en su propiedad de alguna rama del pino de su vecino, o podía venir de si su vecino aparcaba el coche bajo la sombra de las ramas del algarrobo que estaba al lado de su casa. Si el perro o los niños hacían ruido, si un cable de la luz pasaba por la fachada de su propiedad sin su fundamental autorización...
Por temas políticos también hubo quien se peleo en las últimas elecciones al declarar públicamente a quien voto, se enemisto con cinco vecinos de por vida que votaron al otro partido.
El caso es que durante 30 años los fuegos de las discordias no pararon de aumentar su llama.
Junto con las desgracias de la convivencia, llevaban a cuestas el natural rosario de desgracias que siempre recae en este mundo farandulero y despreciable entre estas gentes.
Las de San Antonio a fuerza de desventuras se les agrio si cabe más con los años el carácter.
La segunda generación repetían los pasos de sus padres.
Abandonaban pronto los estudios, la paciencia con el mundo, y se perdían en los bares engolfándose.
Les estaba imposibilitado el acceso al empleo a la segunda generación y se juntaba con los despidos de la primera generación.
Heridos por los cuatros costados se ganaban el cielo si existiera, al igual que el resto de obreros de España, no por sus buenos corazones sino de tanto padecer.

Las gentes de San Antonio portadoras de cerebros cebollescos por lo cerrado y empobrecido de su alimento tuvieron que soportar en 1986 orden de derribo.
Causo gran algarabía en la montaña y muchos esperpentos el intento de hacer algo. Cada uno iba a la suya, y miraba por si o contra si, según le diera la vena. Finalmente los propios lodos del Ayuntamiento obraron el milagro de la salvación.
En el 2006 olvidado el derribo se creían seguros y poseedores de un tesoro que cada año valía más. En ese año los que se erigieron como reyes de sus casas debieron soportar la intrusión en sus dominios de una empresa que no llegaba caminando, sino cabalgando a lomos de bulldozer.
Corría ya el año 2006 y entraron los Ventura arrasando la parte de la montaña que quedaba y maltratando a la nobleza de San Antonio.
Rieron de los “soberanos” los empresarios Ventura lanzándoles en el camino por donde subían a las casetas dos enormes piedras de muchas toneladas imposible de mover con sus medios los vecinos del lugar.
Durante un año les bloquearon el camino sin que los reyes rechistaran.
La misa dominical en San Antonio era la de siempre: pelea con el vecino, riñas a los hijos, martillazos varios para enderezar alguna obra desgastada, y dar de comer a los perros que permanecían atados y hambrientos durante la semana.
Testimonio viviente los cancerberos pulgosos de lo poco que vale la vida cuando es tan miserable. Perro y obrero se contemplaban tristemente entendiéndose entre ellos.
Cuando terminaron de abrir todos los caminos y veredas posible los Ventura marcharon con su atílico ejercito a devastar otros lugares.
Retiraron las ciclópeas rocas.
San Antonio quedo dormida nuevamente en sus vergüenzas de no ser asentamiento legal y por sus gentes con tantas penurias físicas y morales.

Más de treinta años después de la realización de estas casas, en el año 2010, el país esta casi en quiebra, entre otras cosas por los grandes desmanes urbanísticos.
Por ello esta de moda entre una nueva generación los grupos de lectores que sufrían el mismo mal que Don Alonso Quijano. Dichas quijotescas personas afectadas por un medio ambiente degradado buscan refugio no en las novelas de caballerías, sino en novelas de ecología de muy mala redacción literaria.
En dichos volúmenes, unos maestros sabedores de ecología idealizan la vidorria de gentes que viven en casa de paja, adobes y demás materiales innobles.
Se lanzan estos insensatos quijotescos tras leer cientos de miles de tratados de ecología que nublan su buen juicio a los caminos para realizar una revolución con una brizna de paja, olvidando la revolución del barro del que esta hecho el hombre.
Los Amadis de Gaula, Tirantes el Blaco o Don Belianís de la ecología figurativa sienten un gran pesar, casi esotérico porque la tierra de San Antonio este contaminada. Entienden que se ha cumplido la profecía mandada por su maestro y que el tiempo de San Antonio esta terminado.
Hay incluso asociaciones para hacer fuerza por el derribo de este tipo viviendas de tan reconocida mala sostenibilidad y peor arquitectura, sin que les importe ni el tiempo histórico de su construcción, ni la condición social de las personas que moran en ellas.
Así que los pobres de san Antonio sin conocimiento del poder del ladrillo, ni el poder de la paja, ni el del poder de la ley, y que realizaron las viviendas con lo único que tenían a mano: el poder de sus huesos para hacerse una cubierta donde meterse, eran malqueridos por todos.
Eran las gentes de San Antonio: acusados por empresarios que especulaban con estas viviendas, acosados por funcionarios que les decían que dentro de poco les desahuciarían , aguantaban el despotrico de ecologistas que les llamaban bárbaros e incultos arquitectónicos, y debían soportar a las compañías eléctricas que querían meterles alta tensión por encima de sus techos.
Como si los habitantes de San Antonio no tuvieran suficiente problemas matándose entre si y sufriendo los mil tormentos de su condición social, en Junio del 2010 se encuentran con una empresa eléctrica que prepara unas lineas de alto voltaje que pasaran por sus azoteas, uniéndose a las que ya pasan de media tensión.
La compañía eléctrica al igual que otras empresas que aterrizaron por el lugar ni siquiera ha tenido la deferencia de hablar con los afectados que van a sufrir un campo magnético de 75000 voltios al que debe de sumarse los que ya pasan desde hace años por sus cabezas.
Por ello no tiene inconveniente nadie: Autoridades, empresarios, ecologistas, ciudadanos del pueblo, incluso los vecinos de medio kilómetro arriba no afectados, en sacrificar a varias familias de San Antonio por la noble causa de crear a pocos metros de las casas un enorme entramado de placas solares cuya energía pasaría por las cabezas de tan ínfimos y poco respetuosos constructores.
Este ultimo atentado se hunde en el corazón duro, impenitente, resignado y humillado de San Antonio.
Sus vecino soportan los días de calor de verano, crisis económica, peleas vecinales, falta de servicios, con la resignación y ascetismo cristianos habitual. Tienen aprendida la lección de que para ellos la vida no tiene valor, ni misericordia.

A por ellos que son pocos y cobardes.

Angelillo del Vall d' uxió, vecino y afectado por los 75000 voltios de San Antonio.

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