De huerta a huerta voy;
Como la abeja a trabajar de flor a flor.
Pero a mí me aguarda la sangre y el dolor,
En la flor y frescura de mi huerta,
Por la gente que me acecha en mi labor.
Al huerto voy, al huerto llego, al huerto me doy.
Como la abeja va a morir al defender su trabajo,
Aguanto la puñalada
que han darme por la espalda.
Son hombres de mi pueblo la muerte,
Que no ocultan su alma enferma de guadaña.
Entran airados como bestias a los huertos.
Su empeño es causar
dolor como el mío la labranza.
Mis herramientas son la azada,
los suyos las pezuñas y las garras.
Su triste recompensa es verlo todo destrozado.
Bestias más que bestias,
no las hay en los
montes más que estos hombres.
Recolectores de la miel de los zánganos;
El dolor y el pesar de los agricultores.
¡Caerá sobre ellos un extraño signo de justicia.
a estos hombres
enemigos de las huertas!
En los sombríos callejones los veréis llorando.
También dentro de oscuras tabernas inmóviles ,
con los ojos asustados, los oídos taponados
arrojando sus cruces del cuello al suelo,
sangrando por la mente cruzada como los barbechos.
Orinan su temor en las tapias y jardines,
con el corazón en la suela de los zapatos.
Estalla contra ellos la nada de la que huyen despavoridos.
De la nada a la nada se ahogan en el dolor causando
sufrimiento.
Como un inmenso mar de sangre que los encuentra son
tragados.
Para ser escupidos en un inmenso pedregal de dolor ,
Acantilados sembrados de huertos de rojos amarantos.
Allí arrastrados con los agricultores se encuentran todos
destrozados.
Angelillo de Uixó.
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