viernes, 22 de marzo de 2013

Acto II y III. La patrulla y donde se descubre quien tala los árboles.

Acto II de la sinfonía. De patrulla. Coro de voces de ancianos del pueblo que introduce la escena. En una caseta de San Antonio aparece Varinia, una perra husky. Sus ubres cargadas de leche son capaces de alimentar a un Rómulo y a un Remo. Su mirada azul es limpia y feliz, semejante a aquellas que ya no se ve: la de las personas y los animales libres que aman la vida, que juegan, que ríen. Pasea Varinia cuando le abren por la mañana la puerta de la caseta. Lo hace entre los bancales de algarrobos, almendros, olivos. Va siempre seguida del único hijo que le queda, el pequeño Calígula, el resto de la camada, siete preciosos cachorros no menos bellos que Calígula han sido adoptados por gente del pueblo. ¿Qué será de los cachorros? Nada bueno les depara, ¿por qué Magno desmayo tu resolución? ¿ acaso no te vimos los ancianos que todo lo observamos y juzgamos con la experiencia que da la vida con un cubo lleno de agua? ¿No pasaba por tu mente sumergir los cachorros aun con la sucia placenta y los restos de la sangre del parto para que no sufrieran, tal y cómo hacen las madres sensatas?¿ No hubiera sido mejor matarlos antes que un subnormal del Vall d´ Uixó los adoptará?¿ No viven cerca de ti, Oh Magno, maltratadores de personas y animales, gente sin formación, sin oficio, sin carrera universitaria, y que le rezan a ese falso Jehová con la navaja guardada? ¿No pueden caer en sus manos los bellos cachorros de aquella que es libre, ríe, goza y juega? Se despide el coro de ancianos del pueblo, la vieja raza autóctona de Vall d´ Uixó que guarda los bosques, la moral, el orden y las charcas. A continuación sigue la escena en la humilde caseta de montaña. En ella un hombre bueno, bienaventurado, y conocido en el pueblo cómo el Magno observa con ternura a Calígula, la cría de Varinia, aquella de grandes ubres que solo conoce el amor, el juego y la libertad, en un mundo, el animal en Vall d´uixó que es de esclavitud y de dolor. Reflexiona el Magno con una taza de café en la mano sobre la sencilla felicidad de sus bestias que los maltratadores que le rodean no comprenden:- Los animales y las personas deberían vivir en paz, en igualdad, entre risas y amor. Pero esto siempre fracasa. ¿Por qué naufragamos los justos ante la tiranía de los gobiernos, de los jueces, de las leyes, y sobre todo ante esa despreciable masa llamada pueblo? Maldito sea el pueblo, la gente llana, tanto cómo el poderoso. Ejecuciones en la guillotina de unos y otros. Abajo el pueblo, abajo el tirano.- el Magno vehemente, humano, semejando a Erasmo de Rotterdam se levanta tras decir estás santas palabras. Coge una vieja cámara Nikon fotográfica. Se abriga para salir a la calle tras estornudar. Es un marzo de frío y sequía. El grajo aun no ha anunciado la primavera cuando ya las primeras brevas se forman.- El tiempo ha enloquecido y la gente con él.- exclama acariciando a Varinia . El animal cómo de costumbre le sigue. La guarda en el amplio corral donde trota feliz, Calígula queda durmiendo en su cama. -Varinia, luego pasearemos, tengo que patrullar- le dice al animal que le lame la mano entendiendo- El mundo es una porquería, nadie hace lo que es justo, lo que es bueno. Todo es corrupción porque nadie hace lo correcto. Ha recaído sobre mi la lucha contra el mal. Oh que difícil misión tengo. Es domingo. Las campanas repican, los drogadictos y borrachos del pueblo que no se matan de camino o se pierden regresan a sus casas. quía, quía, el arbolito no está. quía, quía, mi algarrobo no está, todo se perderá, las montañas sin árboles caerán, las charcas se secarán, la fuente no reirá, las niñas no se casarán- se escucha una voz enloquecida en el paraje de balsa de cristal, sin embargo hay mucha sensatez en esos enigmas y acertijos. Escena III de la sinfonía. Donde se descubre quien tala los algarrobos. Coro de venerable ancianos autóctonos, custodios de los bosques de Vall d´Uixó. -Oh Magno, están talando los algarrobos que un día plantamos. Todos hablan del asunto en los bancos de piedra donde tomamos el sol, que si fulano de tal es un fill de puta, que si mengano lo es más, que si el ayuntamiento consiente, que si la policía no sirve para nada. Pero ninguna voz acusa ni pide justicia. Nosotros los ancianos te invocamos. Ve Magno hacia la balsa de cristal aunque estés constipado, el viento hoy será calido. Allí encontraras a un demente. Interrógale porque sabe más de lo parece. Los locos, los locos, lo saben todo. Surge la sombra difusa y esperpéntica de un anciano junto a un algarrobal talado, se marchita el viejo entre dolores de conciencia. Su mente senil parece perdida por el Alzheimer, guarda terribles secretos entre esas neuronas descompuestas. El Magno observa la bárbara tala, grita a los cielos. A paso ligero llega hasta el viejo. El anciano da vueltas alrededor de un tocón, agitado habla solo, levanta las manos al cielo. No advierte la presencia del Magno. -Anciano ¿se encuentra bien?- pregunta piadoso, suave cómo el trino de un canario. -Quia quia, la sombra me la han robado- contesta con estás aladas palabras el viejo. El viejo es feo a rabiar, tiene la cara parecida a una oveja , su rostro moreno cómo el de un aceitunero. Viste pantalones pana raída, a la antigua usanza, y aun conserva el negro blusón sobre la camisa. - A todos nos han robado la sombra. Viejo, no hace ni una semana me senté en este algarrobo a descansar, con el croar de las ranas de fondo. Tuve un feliz sueño. Había en el una mujer morena, bajita, delgadita, madurita, muy elegante, algo aburguesada aunque vaya de izquierdas- le replica bucólico el Magno. El viejo no dice nada. Una lágrima que solo puede nacer de un lejano recuerdo resbala poco a poco sorteando las arrugas. -¿su mente perdida recuerda algo?- le habla cómo un buen psicólogo el Magno. -Quia, quía- responde el engendro secándose las gotas y haciéndose el loco. Algo me dice en mi corazón que usted sabe más de lo que parece. Seguro que se pasa el día dando vuelta por aquí. Viejo venga conmigo, hablemos del pasado, de los montes, de la vida- el Magno observa en el garabato con Alzheimer un testigo de los hechos al que interrogar. ¿le gustan los algarrobos verdad?- le pregunta. Quia, quía, más que a un tonto me gustan los algarrobos, y los naranjos, y los almendros- responde muy atinadamente. El anciano ante esa pregunta empieza a hilar recuerdos- Yo tras la guerra plante muchos de estos árboles, y buenos kilos de algarroba daban. Alimente, vestí, di educación a mi hijos durante años con la venta de la algarroba. Antes se pagaba bien, antes de cocot y el de Almenara- responde enderezándose el viejo. Su mirada ahora cambia, cobra humanidad y fuerza. Ya no parece alguien con el mal de Alzheimer. El sentido común le rebrota. Una suave brisa le transporta a su juventud. Recuerda. ¿Y sus hijos le quieren?- pregunta el Magno. El anciano escupe al suelo al escuchar la pregunta. Da vueltas alrededor de un árbol. Un recuerdo fantasmal le persigue. Al futbol le prestan más atención que a mí. A veces los veo y no me hacen caso. Ni me miran. Quia, quia, de la botella salen burbujas, el aborujo hace cuco- el anciano camina hacia el paraje de San José gesticulando, hablando disparates con el aire. Unas rubias y tetonas inglesas se hacen fotos estúpidas abrazándose cómo si fueran lesbianas a la entrada del bulevar de San José. El viejo las mira con ternura. El Magno con dolor observa que hasta entre los ingleses se haya puesto de moda hacer el imbecil. Pobres criaturas, pasarán por este mundo sin saber nada, sin convertirse en verdaderas mujeres. Serán el producto de la globalización, mujeres sin conciencia. Visitaran lugares, si, de los que salen en las postales y pondrán su geta delante de la Acrópolis, del Partenón, del Coliseo, de las Torres de Serrano. Compraran souvenir en Hungría de Atila, en Micenas de Agamenón. Pero que lejos están de estos sensatos y piadosos héroes. Para ellas la vida es diversión, una postal bonita, sin contenido, una postal que llevarse a la tumba. Si supieran los horrores que aquí ocurren- exclama el Magno observando las imbecilidades de las inglesas de mejillas semejantes a las de una gamba. -JI, Ji, Ji, se escucha próximas las risas de las chicas. De fondo tienen la montaña rocosa de las cuevas, y sobre sus rubios cabellos que adornan su cráneo vacío el poblado ibérico al que no le prestan atención. -quia, quia, ¿esta soca es de un naranjo? – pregunta observando un algarrobo talado. ¿Estamos en invierno?…- El magno no le quita el ojo al viejo con la corazonada de que su locura es de índole moral, y no está loco de verdad, si no que la ha forjado para evitar enfrentar con la realidad. - ¿Usted ha visto quien ha hecho esto, verdad?- le pregunta directo el Magno. Observa sus ojos. En anciano cuyos pelos largos de las cejas le cuelgan hasta los parpados, pestañea y se pone la mano en la boca. Hace la señal del silencio y se echa a reír. El Magno avanza hacia él. -Por favor, dígame quien ha sido. Hable sin temor. ¿Le teme al culpable, piensa que pueda pegarle? Nadie sabrá que ha sido usted quien me ha informado- intenta el Magno curar a esa mente dominada por el Alzheimer. El anciano se pone las manos en la cara y grita llorando: Él, él ha sido. Siempre es él, no tiene respeto a nada, no tiene valores. Ah, ah- escupe al recordar el rostro del culpable. Saturnino, ¿que tal va todo? Acabo de ver a tu chico con la motosierra. Menuda masacre de algarrobos está haciendo. No pasará frío este invierno. ¿No pitará el partido de fútbol contra el Moncofar? Hoy es domingo y juegan- le dice el compadre Celedonio, de 120 kilos de peso, con gruesos mofletes que se funden en la papada. Pasea por el lugar por consejo médico ya que tiene que hacer ejercicio al tener sobrepeso por comer mucho cerdo y pocas verduras. Quía, quía. Él, siempre él. Mi Agustinico. Yo no lo eduque así- el anciano sale corriendo. El Magno con asombro mueve la cabeza haciendo ademán negativo. Es un buen hombre, de los de antes- dice el Magno para si en voz alta- pero los hijos ¿acaso los elegimos? El saturnino siempre ha sido un hombre muy recto, pero mira, ha tenido mala suerte con los hijos. Son unos balas. Uno está en el Ayuntamiento y se comporta cómo un matón. Hace lo que le da gana, cómo tiene la protección del niñato del alcalde del PP. Además de haberse crecido por estar enchufado en el Ayuntamiento entrena a los chavales en el campo de futbol, y es árbitro de tercera regional. Se le han subido los humos. Y el otro hijo del Saturnino es aun peor, trabaja para hermanos ventura. Ese destroza con la retroexcavora todo lo que pilla a su paso. Si se encuentra en una calle que hay que levantar una necrópolis mora, con el odio que les tiene tira versículos de la Biblia sobre las tumbas y carga a los difuntos apuñados con la pala. Luego tira los restos a una ciénaga del barranco belcaire. Un horror lo que le digo. Tiene contados y tasados la destrucción de 5 poblados ibéricos, 12 montañas, cuatro barrancos, 13 fuentes y un riachuelo. Animales chafados, cientos: perros, gatos, culebras, lagartos, una vez decía en el bar que con una apisonadora chafo un jabalí. Nadie lo creía y nos trajo al animal que parecía un cartón. Presume de esto ante los ecologistas, y el Alcalde que mataba gatos en su juventud le premia. Sin embargo el padre, ya ve, una bellísima persona. Un hombre de bien en sintonía con la naturaleza. Los hijos le han quitado la cordura, un día de estos perderá el juicio del todo y tendremos un disgusto- el compadre Celedonio sigue su camino dejando flotar la grasa a su paso. Licencia de Creative Commons
Trabajadores de medioambiente de Vall d´ Uixó talan árboles protegidos. Sinfonía ecológica de Angelillo de Uixó by Ángel Blasco Giménez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License. Angelillo de Uixó.

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