viernes, 15 de marzo de 2013

Acto I. Los entierros. Crónica de un suicidio en dos actos

Acto Primero. Los entierros. Cementerio de Vall d´Uixó. Rodeando la alta tapia nobles cipreses mecidos por el viento oscilan cómo un péndulo. La puerta principal de forja es acunada por golpes de aire. Sus bisagras chirrían contestando al silbido del poniente. El blancor de las paredes contrasta con las nubes bajas que traen tormentas invernales en un Marzo de escarchas, aguas y muertes. Claveles, magnolias, azucenas, acompañan amarillentas y tristes en angostas jardineras de hojalata o plástico la fotografía marchita de los finados encajonados en las colmenas de las paredes donde reposan y se transforman. Varias lagartijas se recogen sin leer los epitafios ante el sonido de unos pasos acompañados por el llanto de una mujer. Su dolor: desgarrador y sincero. Legiones de cruces cuelgan por todas partes. Un muerto, una cruz. Las sombras de las cruces se posan al paso de un féretro hecho con cartones. Es trasportado en una carretilla. Lleva el cuerpo de una bendita inocente de tres años. Cinco vecinos de Vall d´Uixó, pobres de los que viven en casetas de las montañas, y a los que los servicios sociales les deniegan auxilio y compasión. Mal vestidos en pana negra siguen al sacristán Recaredo Centelles. Hacen camino acompañando a la muerta por la necrópolis con un cirio encendido. El viento aúlla afilado y mortal. Arrastra consigo flores, hojas, y apaga los cirios constantemente. Las nubes que empuja contra Vall d´Uixó están cargadas de agua y nieve. La madre, Ofelia llora histérica. -Mi hija, mi hijita, muerta por la tos- se golpea mirando los cartones mal grapados. -Nada se pudo hacer Ofelia, son cosas de la vida. Hay que resignar la voluntad y aceptar. Yo perdí dos hermanos en la guerra. Uno murió intentando subir a un tren lleno de civiles que huían del frente de Nules a Valencia. El otro murió con 6 años en un bombardeo alemán cerca de este lugar.- El suegro, consternado por el pasado, con la mirada de hierro de un hombre acostumbrado a tratar con penurias trata de tranquilizar a su yerna. -Por la tos y por nuestras miseria Jacinto. Hoy no estamos en guerra, estamos en el siglo XXI- le responde la mujer furiosa- si tu hijo hubiera encendido los días de frío la calefacción nuestra niñita estaría viva- se pega puñetazos en los ojos de rabia e impotencia. Su marido con lágrimas, dolor de pecho, fiebre, y una profunda tos trata de tranquilizarla. -Ofelia, Andreita tuvo un derrame cerebral al romperse una vena del cerebro de tanto toser. La gripe este año nos afecta a todos. Gente que tiene calefacción también tiene gripe. Además ¿Como iba a poner la calefacción si nos han cortado la luz? Por favor Ofelia, te lo suplico. Debemos estar unidos- trata de abrazarla, ella lo rechaza. No, no- le pega fuera de sí Ofelia a su marido. Yo quiero irme con Andreita. Y tú, quiero que te vayas lejos. Vete, vete, asesino- le pega de nuevo Ofelia a su marido que recibe arañazos y bofetones sin defenderse. Los familiares y el sacristán la tranquilizan. Le dan un sedante que hace su efecto al momento. Ofelia se aferra mareada y a punto de desmayarse al féretro. Rompe los cartones en que han envuelto al cadáver. La niña cae de la carretilla. Se da un sonoro golpe que le rompe una pierna. La madre también cae produciéndose un esguince en un dedo. Sobre las baldosas besa el viento los cabellos rubios del cadáver, se esparcen cómo los granos del trigo. Parece un ángel. Sonríe inocente cómo dormida, con los ojitos redondos sellados por pequeñas pestañas entrelazadas, aun brillantes, y las manos en cruz sobre unos pechos no formados que nunca serán besados. Va toda de blanco, y tiene su piel el color de la cera. -Por favor señores, por favor- les amonesta Recaredo. Un operario que les acompaña trae cartones nuevos y meten en ellos a la niña. En la otra parte del cementerio reservada a los panteones se produce el entierro mediático del empresario Almela. Miles de personas despiden al cacique asesinado por avaricioso. ! Hizo su fortuita en la época de Franco en un pueblo cómo Vall d´Uixó! Sin que ello haya hecho sospechar a la izquierda. También en un hipócrita ejercicio democrático han sido invitados, y en un pleno han llegado a guardar un minuto de silencio traidor, por ese cadáver. Recaredo Centelles saluda al alcalde Óscar Clavell. Acaba de entrar engalanado con un frac negro de forever young y brazalete Nike de luto. En sus manos de manicura, junto a sus lacayos lleva una lujosa corona de flores pagada con el dinero que da el ayuntamiento para vales de comida de los indigentes que ayunan ya por el alma de Almela. Enrique Sandez, conejal de seguridad, y servicios sociales, y alguna otra concejalía turbia que no se sepa, y de la que cobra por decir en dos idiomas a sus jefes: Si, Yes. Acompaña plañidero a la diestra al alcalde en su acto tanatos- electoral. Acuden cómo cuervos a la carroña de Almela. Una carroña muy querida por el movimiento de liberación caciquil y la asociación uxense: Fuerza nueva emprendedora. Dejando la corona a los pies del féretro, el Alcalde se dirige a los familiares: - Oh hijos del fecundo Almela, todas mis condolencias y las del pueblo de Uixó. Aquí estoy yo para serviles. Abre los brazos cómo una mariposa que va a sacar el néctar de una flor, y envuelve con sus alas a los hijos del empresario. Los abraza entre flases. Busca la foto que a los subnormales de raza blanca votantes del PP gusta. Apoyándose sobre el féretro de oro y marfil de Almela, cubierto irónicamente por la bandera constitucional de España. El alcalde frente a las cámaras, flanqueado por sus felones esbirros que han ensayado la trata, de rodillas ante la bandera y el féretro, anuncia: - Emprendedores, comerciantes, banqueros y gentes de bien. Puedo comunicarles- da un golpe sonoro al féretro sonriente cómo los del CSI cuando atrapan al malo en un puticlub - Habemus culpables asesinus. Hemos cazado a los asesinos de Almela. Ha sido la criada y el mayordomo, criados rumanos, que además de su atroz crimen estaban amancebados sin estar casados. Oh- exclama la gente- Los hijos de Almela se miran y buscan donde pegar una patada de desahogo. Al no encontrar nada le dan al féretro que se queja también por la sorpresa. El cadáver de Almela se retuerce dentro del ataúd. - Será puta la tía- se dicen los hermanos sintiéndose engañados. Sus mujeres se sonrojan y les entra la vergüenza de las risas de los que están en el cementerio. Una a la otra, en fraternal circunstancia embarazosa que une, se dicen al oído en confesión: -Menuda era la rumanita. Le vendrá bien estar en la cárcel. La Chari le contesta con risa ahogada: -Allí a ver quien la desfoga. Igual algún policía con la porra. La Ambrosia dándole la razón le recuerda: -Favor que nos ha hecho, ahora tenemos la herencia. Que se rían de nosotras los jornaleros muertos de hambre del pueblo. Mientras andemos calientes. Sacan de un bolso de piel de cocodrilo unos collares de diamantes que exhiben ante los batuecos que frenan las risas. Le vuelve al pueblo la envidia. Un periodista levanta la mano e interpela al alcalde: ¿están seguros que han sido un par de novios? – pregunta suspicaz. - No procede esa pregunta- levanta el dedo el alcalde amenazante al periodista- ¿usted duda de nuestra sapientísima policía formada en la academia de policía de Vall d´Uixó? Han dicho lo que han dicho los agentes, y no se debe dudar. Siempre es la chaca y el mayordomo ¿quién querría robar a un prohombre del mundo empresarial amado por todo el mundo y honrado hasta la medula? Solo unos rumanos son capaces de hacer estos actos. Un vallero con dificultades económicas le hubiera pedido trabajo, y Almela se lo hubiera dado. Él siempre contrataba gente del pueblo. Era un patriota. El pueblo de Vall d´Uixó aplaude las razonables palabras de su alcalde. Gritan: -President, president. El alcalde pone la mano en el oído haciendo cómo que no oye. Enrique Sandez anima al personal dando palmas y levantando los brazos para que el público grite. Entra la banda municipal de Vall d´Uixó vestidos de mariachis tocando versiones de Paloma San Basilio del que era devoto Almela. En la otra parte del cementerio, arrinconados por las paredes repletas de nichos se produce el contrapunto. Ofelia enloquece de rabia con el dolor de la muerte de su hija a la que meten en el nicho. El enterrador hace sonar la paleta, apremia en la faena a su nuevo peón con el que reflexiona mientras trabaja: -La soledad acompaña a los desgraciados hasta en la muerte, y la música y la fiesta a la de los ricos. Venga Manolin, tira más yeso que quiero terminar pronto esto. No lo soporto más. Creo que me voy a emborrachar. ¿Vendrás conmigo al alegría de la huerta?- Su nuevo peón, un ingeniero en telecomunicaciones con master en robótica e ingeniería espacial que solo ha encontrado trabajo eventual de enterrador, de rodillas frente al capazo donde termina de pastar el yeso, le pasa el material a su jefe, y se ofrece a acompañarle en la borrachera. Licencia de Creative Commons
Os llamó a todos y no contestasteis, de Angelillo de Uixó. Crónica de un suicidio en dos actos by Ángel Blasco Giménez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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