miércoles, 12 de enero de 2011
Tierras de leyenda
CEL tierras de leyenda.
Cruza errante por sus campos la sombra de Angelillo cargada con la azada, pareciendo desde lejos un guerrero ballestero en busca de batalla donde descargar su arma.
Su rostro se ha endurecido en las últimas estaciones, su piel tostada por el viento y el sol se ha curtido.
Las tierras de CEL situadas en las cercana villa romana de Benicato , Nules, fueron reabiertas hacia ya unos meses por este nuevo agricultor.
Despertó la tierra con las primeras faenas de su letargo, y como si se hiciera una oración al necronomicon , brotaron las raíces profundas de la maldición luceferina que tienen las tierras de España.
En ellas están sepultados ancestrales odios, resentimientos y venganzas.
Los episodios nacionales goyescos marcados por las crónicas negras provocados por la rudeza y salvajismo de las gentes de huerta, adoradores de cristo que practican todo tipo de vicios cuando tienen cuatro duros, pronto irían en su resentimiento contra la vida a buscar al forastero.
Dejaron al principio que ese ambiente envolviera poco a poco Angelillo.
Este desconocía los problemas que tendría con las malas gentes de la sociedad de riegos.
Solo sabía de las venganzas campesinas ibéricas por referencias de las leyendas, al igual que se sabe de vampiros en transilvania por habladurías.
Incluso aunque varias personas se lo advirtieron:
Ten mucho cuidado Angelillo con los campesinos, son los últimos hombres sobre la tierra y muy peligrosos por ese motivo.
Angelillo se rió de ellos haciendo sonoras burlas.
Angelillo se dedicaba a ver crecer sus plantas, y a ordenarlas a modo de un gran jardín lleno de sensualidad. Quería hacer de aquella tierra un lugar para el amor.
Tal fue su acierto en la disposición de la huerta y la belleza que desprendía, que siendo Angelillo una persona poco propensa a la voluptuosidad, en diversas ocasiones sin que fuera culpa suya ni de las mujeres que fueron a visitar esa huerta, cuya honra y honor debe quedar protegido, sucumbieron a los placeres carnales como unos vulgares libertinos.
El culpable de esta seducción fue sin duda el ambiente tan rico en aromas, la frescura de la huerta, la plenitud de las flores abiertas, los frutos desparramado por la tierra dispuestos para su recolección.
Esto debió exaltar sus instintos más primarios, siendo un pecado que todos debemos perdonar a estas inocentes criaturas.
Tal aconteció en esos primeros meses de CEL, que en una visita una chica de ciudad, ingenua como son estas gentes cosmopolitas en todo lo que se refiera a la tierra, se quedo boca abierta al ver todas aquella variedades de plantas.
A la señorita de ciudad, de gran inteligencia y mejores sentimientos, supo comprender el trabajo de Angelillo. Su huerta le pareció más propensas al placer, al hedonismo, que a la alimentación a la que estaba destinada. Así se lo manifestó a Angelillo.
Angelillo hábilmente, con su sinceridad habitual, sin pretender ser un seductor, y profundamente encantado de estar con alguien que le comprendiera, le contestó muy contento y emocionado por su observación, que él pretendía hacer arte, poesía, antes que un negocio lucrativo.
Sus miradas se compenetraron.
Constantemente la chica en su visita le hacia preguntas del tipo:
-Angelillo ¿Esta planta que es esa?
Angelillo le respondía:
- Esto es una pepinera, ves, ya están dispuestos para su recogida algunos pepinos, si quieres coge varios y los probaremos.
La inexperiencia de la chica en cuestiones agrícolas era tal que incluso le pregunto a Angelillo:
¿Y como debo recogerlo? tengo miedo de hacerle daño a la planta.
La ternura de aquella chica conmovía a Angelillo, y sentía un nudo en su corazón cada vez más grande.
Toma corta con esta navaja ese pequeño brote a modo de cordón umbilical que une la planta con el fruto.
La chica llena de ilusión, con una docilidad admirable se agacho, los cosecho siendo para ella la primera vez.
Mientras Angelillo hacia de guía y maestro enseñándole su sistema de caballones, marcos de plantación, la chica le hacía muchas preguntas.
Sus preciosos ojos verdes claros estaban muy abiertos. El aire limpio del campo junto con la brisa del mar encendía sus instintos, ya había dejado algo de color sonrosado a sus mejillas pálidas acostumbras a carecer de luz por trabajar en una oficina.
Como tenía alguna dificultad para moverse por los caballones, ya que tenía miedo de aplastar las plantas, angelillo como buen caballero se ofreció a darle la mano para que se sintiera más segura.
La señorita... aun se quedo más sorprendida cuando vio las galeras donde se enredaban las judías por las cañas cubriendo completamente con un manto de hojas toda esa estructura.
No volveremos a explicar al lector que al ser de ciudad desconocía lo que era aquello.
Angelillo le invito a introducirse dentro.
-Ven, pasa conmigo y veras como dentro se esta muy fresco, es como una cueva perfumada.
La chica acepto ya que el calor a principios de septiembre era grande.
Lo hizo de muy sorprendida de todo aquello, acaricio las bachoquetas que colgaban casi con una curiosidad infantil.
Apartando las ramas se introdujeron del todo dentro de la galera, los dos cuerpos quedaron en la oscuridad de aquella selva frondosa. Como era incomodo moverse entre las ramas y no se veían apenas sus cuerpos se entrelazaron de una forma casual y...
Durante el verano la huerta fue un lugar de encuentros, de alegría, lleno de vida.
Angelillo no sospechaba que los acontecimientos en un intervalo de tiempo pudiera cambiar tanto.
Hacía las navidades el frío intenso había borrado completamente el rastro de aquellas galeras con judías que tantos buenos momentos le habían hecho pasar.
Los nerviosos pájaros que se posaban inquietos sobre las cañas habían emigrado.
Ahora solo las blancas garzas bajaban al campo, las enormes águilas se enseñoreaban marcialmente del cielo.
Una pradera verde venida de tierras cercanas y que se extendía por doquier le daba a las tierras aspecto de abandono, de monotonía.
Aun así la vida seguía y la fertilidad pese ataques diversos parecía inagotable.
El 11 de enero amaneció con calor, una enorme aurora roja de divisaba desde vall d' Uixó, y el mar cercano a Cel lanzaba destellos blancos como espejos flotantes entre su azul claro.
Angelillo bajo atraído como un hechizado.
Aquella tierra tenía una atracción difícil de entender en la mente de Angelillo.
La seducción y la esperanza volvía en forma de cosecha cuando más dolor sentía angelillo tras el ataque de la comunidad de regantes que querían su expulsión, y por eso le inundaban los campos todas las semanas. Aun así la tierra estaba dispuesta a atraparle, a sepultarle, y él caería por que esa caída estaba llena de poesía.
En solo 7 brocolis saco angelillo varios kilos de ese fruto, las lechugas estaban perfectas, de espinacas cosecho varios kilos.
La huerta estaba otra vez hermosa, voluptuosa , seductora, tral las heladas y los ataques del regador.
Se enredo con falsas promesas otra vez a Angelillo.
Era imposible dejar todo aquello, en la mente de Angelillo siempre estaba aquella tierra a la que se ama y se odia.
Angelillo de Uixó
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