domingo, 16 de enero de 2011

La wolfsschance, la cueva del lobo












La cueva del lobo, wolfsschance.

La mansión de Angelillo esta ubicada en la atroz roca de San Antonio, el bastión de las águilas.
Cerca de este páramo cruza una enorme linea de trincheras del ejercito republicano, oculta, abandonada y cubierta por montaraces aliagas cuyas punzantes espinas se clavan sobre aquellos insensatos que se extravían en su camino.
Los que se adentran en ese lugar, sin darse cuenta se van alejando más y más envueltos por trincheras hasta desaparecer en un páramo siniestro lleno de horrores causados por los acontecimiento sufridos a largo de su siniestra historia.
Significan cada una de las pinchas de los venenosos matorrales que amedrantan a los viajeros, cada una de las vidas perdidas en este mundo, el poner el pie en ese lugar duele.
La sombra inmóvil de los algarrobos silvestres acogen a los insensatos visitantes con sus troncos resecos, retorcidos y negros formando el dibujo de un hombre ahorcado.
Por doquier se observan olivos salvajes que semejan a los verdugos de esas las sombras ahorcadas. Matorrales y juncos rechinan con el viento agitando sus ramas más verdes anunciando que no se siga pasando por allí.
Cerca de este lugar maldito se observan las casetas de San Antonio, son habitadas por agrestes personas de oscuros pensamientos.
Las docenas de perros salvajes del lugar aúllan como cancerberos protegiendo las viviendas de San Antonio con sus colmillos de los intrusos.
Sirven los quejidos del bestiario de faro para los extraviados paseantes.
Más de un visitante perdido entre las trincheras, los búnker, el monte y San Antonio, huyendo de un pánico del que son presa y no saben de donde viene acababan llamando a la mansión de Angelillo.
Su villa es conocida por los campesinos del lugar con el nombre de Apocalíptica.
Angelillo ejerce de señor del lugar.
Pese a su leyenda negra acoge a los viajeros permitiéndoles que se calienten en su acogedor fuego. Asiste personalmente al extraviado peregrino dándole comida y agua, incluso alojamiento a las jóvenes doncellas.
Cuando se despiden les acompaña hasta el camino que les conduce hasta el pueblo de Uixó.
Tiene una peculiaridad la mansión de Angelillo, un prodigio arquitectónico del que no fue consciente hasta el momento donde comienza esta narración.
Su hermosa guarida, por ciertos acontecimientos debía convertirse nuevamente en una linea defensiva donde atrincherarse para pasar el invierno.
La casa de Angelillo tiene tres plantas que ocupaban una extensión superior a 450 metros cuadros, y entre planta y planta hay un lugar robusto y cálido que sirve de cámara maestra para sujetar la construcción superior que hace de vivienda principal.
Angelillo llama a esta parte intermedia que utiliza muy pocas veces “la wolfsschance” la cueva del lobo.
Le servía de refugio en los días de mayor frío, ya que allí la temperatura siempre es estable.
Durante la ola de frío que la esclava de satanás “la naturaleza” le mando a angelillo para acabar con sus cultivos la paso en ese lugar.
Tiro un colchón en el suelo, varias mantas y se atrinchero en la wolfsschance con sus perros, agua y algo de comida para resistir la embestida.
Tras el ataque de la naturaleza que arruino los campos de hortalizas que trabajaba Angelillo, algo recuparada la cosecha sufrió una nueva ofensiva: la del regador que los inundo.
No se podía hacer nada en sus tierras de momento, más que esperar a que se secaran, y como en el país que por desgracia tenía que vivir, España, se había convertido en un lugar sin salidas y sin oportunidades, un enorme cementerio donde la gente se atrincheraba resignados en sus casas esperando morir de hambre por la crisis, pues esperaba...
Angelillo atrapado en el cerco se pasaba el día en el wolfsschance leyendo las cartas de los soldados muertos en ese lugar durante la guerra civil.
Esa correspondencia la encontró tiempo atras cuando iba a construir un pilar de hormigón armado.
Las cartas arrugadas, polvorientas, sucias las encontró en un pequeño pergamino al hacer el agujero del encofrado, estuvo a punto de quemarlas ya que no se podía leer nada, pero al desplegar el papel las letras cobraron vida.
La tinta volvía a su lugar y se podía leer:
Invierno de 1938, del soldado Pacheco en el bunker de Uixó en San Antonio, llamado por nosotros la cueva del lobo por la cantidad de perros salvajes que hay en el lugar, llevamos una semana resistiendo sin munición, comida, agua y a varios grados bajo cero al enemigo fascista.
Angelillo leía y releía la correspondencia de Pacheco donde contaba todas sus proezas para resistir al enemigo fascista. Pacheco tuvo la paciencia mientras combatía de dejar el nombre de sus compañeros muertos y el lugar donde se encontraban. Angelillo no podía dar credito a lo que se decía: primero su casa había sido un bunker, y luego...
Estaban enterrados la compañía del bunker, más de 40 hombres encargados de la defensa de San Antonio, en una fosa común a menos de 200 metros de su amada villa.
Angelillo al conocer esto solía pasar las tardes en la fosa común pronunciando el nombre de los muertos.
Uno de los días del encierro, mientras caminaba por la wolfsschance con los relatos de Pacheco, un folio que estaba al lado de la mesa salio volando por su propia voluntad, replegándose en una esquina de la vieja leñera.
Angelillo al cogerlo observó que había una seta en el suelo, se agacho para observarla, la arranco y tras abrir un viejo libro dio con la especie a la que pertenecía. Era comestible y de un sabor extraordinario.
Eso le dio la idea de transformar su amado bunker, su amada guarida del lobo, en un lugar donde cultivar setas.
La esperanza de sobrevivir al frío invierno volvía a brotar.

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