sábado, 11 de diciembre de 2010
La crisis y la helada en cel
La crisis, la helada en Cel.
Sobre las tierras de Cel observada Angelillo como el paisaje, los colores, el animo habían cambiado.
Recordaba Angelillo mirando sus campos su vida en las islas Británicas, cuando tenía por obligación que escuchar a algún manager que había visitado el levante español de donde Angelillo era nativo y le expresaba su sorpresa de que allí hiciera frío.
Sin duda los ingleses esperaban que siempre hiciera calor y hubiera sol en la costa de España. Desconocían la fuerza de las estaciones en este país.
Angelillo concluyó que los ingleses son un pueblo con nulos conocimientos de España, y en general de cualquier tema, opinaba que eran como los norteamericanos, personas con muy poca cultura e inteligencia.
Los ingleses que conoció Angelillo en Londres, y que habían visitado la región del levante en otoño-invierno siempre le comentaban su sorpresa repleta de decepción al haber visitado Valencia con lluvias y frío como si estuvieran en su patético y deprimente islote. La lluvia valenciana no entraba en la propaganda de las agencias de viajes.
Las gentes de levante, cuya inteligencia es más o menos como la de los británicos o los de nueva york, también creen lo que cuentan las agencias de viajes, que el suyo es uno de esos lugares del mundo donde el clima es siempre parecido, agradable y donde las estaciones apenas se notan.
En las tierras que poseía Angelillo en el termino de Nules, tan al este que daba con las dunas del mar las estaciones transforman el paisaje.
Todo o vive o muere, todo es diferente con el cambio de estación.
Llegó a Cel el otoño demasiado pronto vestido de invierno asesino.
Los latinos en general no son conscientes del invierno hasta que llega.
Se dan cuenta del cambio cuando lo tiene encima: los colores del paisaje, al atmósfera, las frutas, las hortalizas, todo ello cambia con las estaciones en esta parte del mundo, incluso el pulso de las vidas.
La existencia cotidiana estival en las calles con la llegada del frío intenso concluye, y deben permanecer los latinos levantinos en sus casas alejados de sus vicios unos días.
El latino vive como si fuera siempre verano hasta que llegan las heladas, y se sorprende de su terrífico poder.
Cel fue devastado por una helada a principios de diciembre, fecha en el que entro un frente polar.
Al bajar Angelillo a sus tierras observo las ramas y troncos de muchas hortalizas de un verdinegro plástico casi de oleo de rembrant. En ese estado podían hallarse las filas de pimientos aun sujetos sus esqueletos coloridos en el armazón de las cañas.
Esos colores de las plantas no parecían naturales, aunque estuvieran en la naturaleza.
Escapaban de lo vivo, para algún necrofóbico le hubieran resultado agresivos a la vista.
Angelillo se quedo fascinado observando el espectáculo, era como estar frente a un Caravagio.
El paisaje sonaba con las notas de un violín mientras el viento helado le quemaba los ojos.
Las hojas pendían de las hortalizas aun ennegrecidas como si el fuego hubiera pasado por ellas.
La helada había dejado ciertos sentimientos de tristeza, nostalgia y desconcierto en Angelillo.
Rememoraba los días estivales mirando a esas plantas irreconocibles, cuando las matas de pimientos arrojaban sus frutos verdes y rojos , al igual que las gruesas berenjenas cuyo negror destacaba entre las frondosas hojas.
La vida en Cel aquellos días de verano era agradable, fértil, intensa, llena de una rica gama de colores y variabilidad de vida: insectos, mariposas, fragancia de flores y comida. Muy diferente a la actual que había sido modificada por la fuerza de la estación.
Desprendía la huerta una fuerte humedad de las hojas mojadas y muertas.
Un olor muy penetrante a pimientos descomponiéndose impregnaba el ambiente.
La tierra estaba roja como un ascua tras la helada, parecía inflamada y tan indignada con la naturaleza como Angelillo.
Las hojas amarillas, marchitas, consumidas sobre si mismas de las bachoquetas y del garrofón le daba un ambiente romántico a las galeras construidas con cañas sobre las que se enredaban estas plantas.
Los pájaros se posaban sobre los caballones observando toda la desolación cantando alegremente mientras buscaban los últimos insectos moribundos para darse un festín.
En la parte posterior del campo las plantas de invierno como las espinacas, todo tipo de coles, acelgas, guisantes resistía bien las gélidas temperaturas.
Varias decenas de coles habían sido atacadas por los conejos, seguramente arrastrados por el hambre entraron en Cel.
¿Que les hizo tras la helada adentrarse a estos animales a unas tierras marcadas con excrementos y orín de perros que avisaban de su presencia?
La angustia, el apetito y el saberse derrotados es único móvil del heroísmo. Y como héroes conquistadores se introdujeron los conejos en estas tierras para caer entre las fauces de un pastor alemán.
Angelillo examinaba los pimientos, berenjenas, y demás hortalizas heladas y las coles devoradas. Aunque podía ser desalentador no era suficiente para que Angelillo se sintiera mal, ya que la vida no es más que un continuo ir y venir de aflicción en aflicción.
El sufrimiento y el dolor es el estado natural del hombre.
Fuera de estas tierras estaba la famosa crisis financiera que arrojaba todos los día a mucha gente a la pobreza.
Angelillo miraba sus campos desolados y escuchaba las noticias por la radio del coche donde se comunicaba una vez más el hundimiento de la bolsa y la cifra de parados, así como movilizaciones de unos sindicatos que más que estar indignados, parecían por las declaraciones estar descolocados por los acontecimientos.
Volvió al pueblo de Uxió y se encontró Angelillo con el desfile de la asamblea de parados.
Los parados eran gente sin personalidad, ni cultura sindical. Populacho preocupado por esa abstracción de la crisis en la que se refugiaban políticos, sindicalistas, empresarios para crear un mundo más acorde a sus intereses.
Al igual que las estaciones, la crisis había cambiado el paisaje del pueblo, incluso la fisonomía de la gente cuyos rostros eran más graves, más delgados.
Había subido alarmantemente el número de personas que ingresaban en los pabellones psiquiátricos o se suicidaban.
Al principio se le dio en el pueblo cierta importancia a los suicidios o los ingresos psiquiátricos, luego cansados todos de mala noticias se acepto como algo normal que tenía que ver con la crisis y no se le dio importancia. Incluso se recibían estas noticias con agrado ya que justificaba la precariedad de las personas, le daba transcendencia al momento histórico.
Todas las semanas en el pueblo de suicidaba algún padre de familia o lo ingresaban en un asilo mental.
Angelillo llego al lugar donde estaba la manifestación.
Los cabecillas sindicalistas estaban allí intentando que su voz se escuchara ya que se jugaban el puesto. No era el suyo un interés por sus semejantes, ni por la justicia social como los sindicalistas de antaño que se jugaban la vida por acudir a una manifestación. En esta crisis era al revés, por no acudir se jugaban el jornal y acabar como la tropa de parados que tenían que capitanear.
Se escuchaba la voz de los dirigentes de izquierda unida, Comisiones Obreras, UGT , movimientos anti globalización, y demás hordas falsas izquierdistas hablando tímidamente del capital sin criticarlo demasiado, con un respeto irritante de los derechos humanos del enemigo burgués que no tiene tanto respetos por los derechos humanos de los pobres.
En el discurso a los parados los lideres de la causa hablaban de lo diferentes que eran ellos del burgués al amar tanto a la humanidad que incluso respetaban la vida de los que la destrozaban.
Al fin y al cabo que iban a decir- ! Un sindicalistas del siglo XXI en España es un sindicalista, y no un héroe!
Los oradores de rostros blanquecinos, un tanto afeminados, haciendo un esfuerzo por parecer ante los que les escuchaban como gente de gran cultura y repleta de humanidad hablaban dando pinceladas a las causas de la crisis:
- “Los mercados están descontrolados, el medio ambiente esta mal, el estado es débil y claudica, la falta moral y conciencia en los obreros, y tal y cual”...
Terminaban siempre rogando, suplicando, de la necesidad de hacer un llamamientos a las autoridades para que se dieran cuenta (como si no lo supieran) de que la nación estaba llena de pobres.
Los parados agitaban sus banderitas dando su aprobación al orador, aplaudían y sentían brevemente un momento de unión y catarsis colectiva, una especie de alivio al hacer algo sobre esa epidemia de pobreza por la crisis. Volvían a sus corazones la esperanza y el sentimiento de fraternidad.
Paso en ese momento una furgoneta con megafonia anunciando a los parados de Uixó que tenían como arma para espantar el demonio de la crisis al día siguiente una plegaria donde el discurso lo daría un cura en una iglesia y que acudieran para rezar hasta salvarse de la pobreza.
La crisis promocionaba todo tipo de salvaciones a través de la lucha social, de la espiritualidad, del comercio...
Angelillo que escuchaba en una esquina se acerco a Alfonso, un obrero que conocía.
Llevaba una bandera republicana que le hacia destacar del grupo y le daba un aire combativo del que carecía. Estaba con la boca abierta abstraído, más que por el discurso por su situación de precariedad personal que le había llevado no solo a la pobreza, si no a intentar suicidarse varias veces fracasando en sus intentos.
Había salido del psiquiátrico hacía unos días y se había enrolado en un sindicato de dóciles consignas.
Era el suyo un sindicato transformado por la crisis y envilecido por la misma, de una izquierda más que roja, negra de pesimismo shopenhariano.
Angelillo se dirigió a él y le saludo:
-¿Que tal Alfonso, dispuesto a la lucha social compañero?
-¿Eh?- Le dijo Alfonso lleno de extrañeza de estas palabras- ¿Que quieres decir Angelillo?
-¿Qué si estáis dispuestos tu y tus amigos al sacrificio por la lucha social y al triunfo de la voluntad sobre el capital arrojando una pila de cadáveres de concejales, miembros de la autoridad, nobleza y demás canalla burguesa?
¿Eh?- le dijo Alfonso- ¿Que te pasa Angelillo? estas diciendo cosas muy raras y sin sentido, me recuerda a mi compañero de habitación, el de la residencia. Estamos aquí para presionar que los empresarios de la construcción que nos den trabajo, o los banqueros, aunque sea limpiando las ventanas de las oficinas.
Se escucho de repente el estruendo de tambores, pitos y petardos.
Angelillo y Alfonso callaron de súbito, y entre la fila de obreros que formaba una falange en espera de combatir de vio aparecer a un grupo de personas disfrazadas.
Acto seguido se escucho la voz de un veterano sindicalista que anuncia:
Compañeros y compañeras, lady and gentalman, con ustedes los cómicos que representaran al hombre esclavo del capital.
Era un grupo de saltimbanquis revolucionarios con cretas pankis que iban a hacer una actuación circense.
Angelillo con expectación incierta y algo de nerviosismo por si el desenlace era el que esperaba observaba hierático la escena haciendo cábalas en su mente:
- ¿ será está una nueva arma de combate sindical , una forma de hacer propaganda, de concienciar a las clases oprimidas o una payada monumental de gente que se burla de los que lo están pasando mal y anhelan una revolución?
Angelillo no daba crédito a lo que veía, sintió una profunda depresión, tenía claro que la lucha revolucionaria acaba de morir entre las botas de los pankis.
Por las aceras la gente que transitaba aburrida de la crisis y pensando en las comprar navideñas no sabia de que iban los manifestantes, pasaban indiferente o creía que se trataba todo de una actuación de vagabundos.
Un niño pequeño de clase obrera le dijo a su madre:
Mama, mama, para que quiero ver el teatro de los manifestantes.
Un sindicalista que escuchó al niño le dijo a su compañero:
Esto funciona, es una buena táctica la del teatro, mucho mejor que tirar bombas, ese niño dentro de unos años tendrá conciencia sindical.
Desde luego, incluso llegará a ser el futuro Lorca, si Federico nos viera o Miguel Hernández estaría muy orgullosos de nosotros y nuestra lucha, no se por qué no se unen más parados- le dijo grave y atento a la función de los pankis.
Los parados empezaron a aplaudir como chiquillos.
Desde las ventanas del balcón del ayuntamiento de Uixó las autoridades contemplaban el espectáculo que ocurría bajo su balcón, indiferentes y desconcertados, sin saber si aquello era un acto de protesta, un motín revolucionario popular para derrocarlos, o una actuación callejera pagada por el ministerio de cultura.
La alcaldesa de Uixó llamo al concejal de cultura que estaba poniendo una medalla al merito artístico a unos raperos y grafiteros para saber si tenía constancia de una actuación de teatro de gentes vestidas de revolucionarios con crestas pankis y banderas republicanas.
La concejala rapeando le dijo que no tenía constancia.
-Dios mio- dijo Angelillo abatido- esto es lo más deprimente que he visto en mi vida, menudo día llevo.
Empezó a caminar en dirección a su casa.
Los parados también empezaban a moverse, al pasar por un mercadona donde había pidiendo unos cuantos pordioseros varios sindicalistas envalentonados por el grupo y la actuación panki intentaron reclutar a los vagabundos que estaba tumbados durmiendo en el suelo.
Compañeros, uníos a nosotros por la dignidad de la clase obrera- les dijo muy convencido.
Y una mierda,- dejame en paz gilipollas- le contestó malhumorado el vagabundo, cuyos aspecto era terrífico. Portaba una largas barbas, le sobresalía una enorme panza y llevaba un sombrero de bucanero, parecía barba negra en versión indigente.
Los pankis se quedaron eclipsados ante su imagen, era un fetiche erótico muy atrayente a su causa.
Compañero, compañero- le dijo un manifestante- únete a nosotros y te daremos dignidad y trabajo.
Yo no quiero trabajar- les dijo el vagabundo- solo quiero que no me tapes el sol gilipollas. Yo no pertenezco a tu clase social.
-Si compañero, tu eres de nuestra clase social, eres un obrero caído por la crisis, una victima de esta sociedad, por ello vendrás con nosotros- le dijo un dirigente sindicalista que acudió para convencer al vagabundo, ya que veía que los camaradas estaban tristes de que el mendigo no se unía a la causa. El afiliar a un indigente era un golpe a la moral de combate de la tropa.
Dejadme en paz o llamare a la policía- les dijo el mendigo.
¿ Y quién te va a creer a tí? Eres solo un mendigo. Cargarlo- ordeno el sindicalista.
Al pobre mendigo lo agarraron y lo metieron en la filas obreras que avanzaban tristes por unas calles frías, destartaladas, sucias, de un pueblo de gentes miserables y mezquinas como son las personas del pueblo español.
La crisis había cambiado el paisaje de levante, la vida normal de sus ciudadanos, la cordura y la valentía.
Los latinos de Uixó estaban resignados a sufrir episodios de hambre y miseria, por doquier en el pueblo ante la crisis la gente intentaba sobrevivir a costa de quien fuera y lo que fuera, sin ningún espíritu de lucha o unión que les hiciera fuertes.
Todos aceptaban la crisis y el desempleo como una realidad ante la que sus circunstancias estaba irremediablemente sometidas.
Angelillo de Uixó, a la helada de su huerta y la caída de un pueblo cercado por la crisis.
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