jueves, 2 de diciembre de 2010
El camino, historia de la peregrinación al caminas
El camino, la peregrinación de Angelillo
Las tierras de cel ( comuna agrícola libertaria) se adivinan entre las cientos de pequeñas parcelas de naranjos que se extienden desde la ventana de Angelillo hasta el fin del horizonte, que se acaba allá donde el mar es sepultado por el cielo.
Entre esa ventana, tras a la que se asoma un par de ojos humanos llenos de fuerza, energía, coraje y rabia, y las tierras de Cel hay 12 kilómetros de distancia.
Suspirando al amanecer se tira Angelillo colina abajo sobre su bicicleta.
Va cargado con una abultada mochila que cuelga sobre su espalda, donde lleva más de 3 litros de agua, comida de campaña para el día, una vieja hoz oxidada, y un par de grandes navajas.
Se desliza el ciclista hacia las calles de Uixó envueltas todavía en sombras que se van disipando.
Suena el silbido de la rueda sobre el asfalto, el sonido de algún radio roto, el chirriar de la vieja cadena oxidada y necesitada de lubricante, y el viento producido por el movimiento.
Avanza, avanza, la maquinaria ligera de Angelillo mientras se van apagando las farolas.
Su esbelta silueta deformada por la ropa que la viste: una larga y anacrónica gabardina, jerséis sucios hechos jirones, pantalones rotos, le hacen parecer a Angelillo un mendigo. Uno de esos de la raza de los hombres caídos, cuya presencia produce repulsión y agonía en el corazón de sus semejantes.
Su triste figura, tan alejada de la de aquellos ciclistas pertrechados con todo tipo de caros complementos para deportistas, y que utilizan la bicicleta simplemente por ocio, deporte o esnobismo fascista- burgués, y no como medio de transporte, en el inevitable cruce con Angelillo giran la cara con desprecio, al igual que las gentes que le ven avanzar por la aceras con la pesada mochila y el ridículo atuendo.
Opinan a su paso que pertenecerá a esa casta inferior que no para de proliferar por la crisis apodada: los pobres.
Pedalea Angelillo en silencio mordiéndose los labios por el frío.
El viento helado de noviembre cargado de humedad le golpea la cara.
En sus aquilianos talones siente el tormento causado por la rozadura sangrante y ulcerada del contacto de la piel desnuda con el cuero de unas botas medio rotas y con algo de humedad de los días anteriores, cuando las utilizo en la labranza y recogida en las tierras de Cel que estaban embarradas por una tormenta.
Sus fuertes rodillas y los músculos de los brazos también sienten el sufrimiento por el esfuerzo del trabajo. Se mueven por ello fatigados por las calles.
Los audis y BMW pasan a su lado casi atropellándole con la música a toda velocidad.
Lanzan desde las ventanillas los conductores miradas cínicas, donde se observa una sonrisa maliciosa, triunfadora, orgullosa y macarra.
Todos ellos van en la misma dirección haciendo “el camino”
El pueblo de Uixó termina al cabo de unas pocas pedaleadas.
Aparece frente Angelillo una intrincada red de sendas retorcidas entre naranjos. Llanas, estrechas, repletas de gravilla esparcida , remiendos y agujeros.
Está este lugar salpicado por grandes casas en desuso, tapiadas sus puertas y sus ventanas.
Son las viejas propiedades de antiguos ricos campesinos que hoy descansan bajo tierra.
Las casas, soleres de más de 400 metros cuadrados, de grises paredes, dos plantas y techo de teja a dos aguas, son testimonio de la austeridad y riqueza de esas gentes que vivieron en este lugar a principios y mediados del siglo anterior.
Seguramente se trataría de seres miserables que no gozarían de sus bienes y que se pasarían la vida cuidando sus naranjos, rezando y cometiendo de vez en cuando vicios abominables únicamente imaginables en la mente pervertida de un campesino con algo de dinero y beato, o de un sacerdote.
A la espalda de Angelillo queda atrás la sierra de espadan.
Las montañas han perdido la gama de colores blancos, azules claros y amarillos del verano. Ahora son moradas, azul oscuro con algo de violeta, parecen más distantes.
Los coches de clase alta y camiones no paran de pasar por el lado de Angelillo, y a su derecha se divisa el poblado íbero de Orlei, donde hace 2.800 años tuvo su tiempo de gloria la vida humana.
Por la vereda del camino aparece un extraño personaje.
Su silueta es alargada, escueta, da zancadas largas y desgarbadas, se bambolea grotescamente, se para y arranca a correr, habla solo vociferando espantosos lamentos que hielan la sangre a quien los escucha, son como los aullidos del infierno.
Es el loco que va con su locura.
Diariamente recorre dos veces la distancia que hay entre Vall d' Uixó y Nules.
Camina sobre sus pasos en una rutina enfermiza y tan inútil que aterra a quién lo ve.
Algunos conductores de audis y BMW que de la crueldad hacen diversión y mofa le gritan esperando su violenta reacción:
- loco, loco.
El loco al escucharles estas palabras se agita convulsivo y espasmódico haciéndose daño a si mismo, ya que no tiene capacidad para hacer daños a sus ofensores.
Los conductores ríen viendo la esperpéntica figura retorcerse desesperada, lamentándose por la humillación.
Semejan sus circenses movimientos a una serpiente partida por la azada de un fiero campesino.
Lanza el loco sus puños al aire mientras se alejan los conductores riendo a carcajadas.
En ocasiones le lanzan al loco agua conectando limpia parabrisas del coche, o arrojando agua con una botella de plástico desde la ventanilla.
Y el loco actúa como les gusta.
La infernal sombra del loco se larga y magnifica entre los naranjos.
Angelillo cuando pasa por su lado lo hace en silencio, cosa que agradece el loco, hombre de vida vieja y gastada.
Cesa el loco ante Angelillo en sus gruñidos salidos del abismo al que ha sucumbido su mente, y que la sociedad entera debiera escuchar antes de desaparecer.
Una vez Angelillo ha pasado comienza su conversación con el aire desafiando a los dioses y a los hombres, hasta que pasa un coche y se vuelve insignificante.
Al adentrase Angelillo en el oscuro termino municipal de Nules se divisaba en la lontananza el pueblo que queda a la izquierda de las tierras de Cel.
Es entonces cuando el camino se vuelve industrial.
Brota un tímido cinturón de fabricas, todas ellas dedicadas al azulejo. Edificadas en medio de los naranjos ocupan 4 o 5 hectáreas.
Sin excepción se trata de azulejeras.
Unos hepáticos trabajadores de rostros pálidos de vivir sin sol se observan a través de las puertas abiertas. Sus expresiones, sus ojos, sus gestos hablan por ellos, están hartos de vivir y sus vidas no valen nada. No son más que gente embrutecida y quemada de clase obrera.
Los que ve Angelillo en su camino son los trabajadores más próximos al aire limpio, los que reciben a los camiones en los grandes almacenes.
Aburridos de cargar y descargar camiones, Angelillo presenta un divertimento en el monótono e inamovible paisaje donde no pasa nadie. Lanzan miradas bufonescas a Angelillo, ven en esta persona mal vestida, cargada como un animal, sin medios, lejos de todas las poblaciones el retrato de otro caído como el loco que al cabo de media hora pasará por ese mismo sitio.
Los trabajadores hablando entre ellos le señalan en voz baja ( como si pudiera oírles Angelillo a casi quinientos metros de distancia y contaminado el sonido con el chirriar del fuego de los hornos, los gritos de los encargados y las sirenas)
Haciendo sus cábalas comentan:
-Eh, tu ¿que personaje, no? Che, a este que le abra pasao, lo de la crisis, alguna chavalica, las drogas, che tu que personaje, eh, eh, jua.
Angelillo se llena del orgullo de que la siempre detestable y oprimida clase trabajadora le lance miradas y comentarios repletos de desprecio, sigue su camino ufano y victorioso.
Sonríe por primera y única vez en “el camino” cuando pasa delante del bar del polígono lleno de proletarios que vuelven sus miradas hacia él.
Nota el crujir de dientes de los obreros por el caído, del que opinan que es un holgazán.
Al pasar el polígono industrial se ve el pueblo de Nules.
Angelillo pasa el tramo más peligroso: una rotanda de la nacional 340 que enlaza con la autovía.
El trafico de camiones de gran tonelaje, coches, furgonetas es intenso. Una vez pasada con éxito la rotonda vuelve de nuevo Angelillo a los camino de naranjos.
La tierra en estos parajes es llana, su color ha cambiado de la amarillenta y negruzca de uxió, a la de color rojizo y dotada de una textura arcillosa de Nules.
A los pies de los bancales de naranjos aparecen nuevas figuras humanas.
Estas extravagantes figuras que parecen filas de avena plantada a los pies de los naranjos, carentes de ropa en pleno invierno, parecen atraer la atención y el interés de los BMW, audis, mercedes, camiones y tartanas que pasan por el lugar.
Por donde discurría la antigua calzada romana llevando esclavos iberos, mujeres, aceites, mijo, a la gran metrópoli, hoy es un camino de esclavas putas llamado el “Caminas” y que es el motivo de hacer muchos hombres la peregrinación del “Camino” .
Más de 25 kilómetros de putas de todos los colores: negras, chinas, rubias de rusia y Rumanía, morenas latinas de brasil...
La larga fila de este hembrar se extiende desde Nules a Castellón.
Entre el barro, las inmundas acequias de aguas residuales, los campos yermos, perros abandonados, aves de rapiña, vertederos y escombreras, se encuentran estas mujeres cuyas vidas interesan 10 minutos.
Lo que llena de gozo, deseo y alegría a las clases obreras, medias y altas, colma el amplio espíritu de Angelillo de violencia terrorista y orgullo por odiar a los seres humanos.
Entre la esquina de un bancal del caminas donde hacen guardia dos putas búlgaras muy jóvenes y bellas, se encuentra el ultimo giro del camino hasta llegar a CEL.
Las mujeres publicas no hacen mucho caso a la figura de Angelillo que no parece que este en condiciones de pagar por amar.
Las miradas eróticas de estas mujeres que nos pertenecen a todos los hombres están fijas escudillando el horizonte de la carretera, como la de los halcones que las sobrevuelan. En el asfalto encuentran uno y otro animal el alimento.
En “el camino” muchas veces Angelillo es adelantado por un pequeño carromato que ya le es familiar, son de esos que se llevan sin carnet de conducir.
Un entrañable anciano de cerca de 80 años, lleno de arrugas, viejo, medio calvo, gordo de barriga, siempre con un puro en la boca, pálido de cercana muerte, se acerca diariamente a las tierras de Cel a por una de las jóvenes búlgaras.
La adolescente convertida en una caricatura, cuando huele el humo del carromato o del puro va corriendo por la carretera como un perro extraviado que ha encontrado a su amo.
Sonriendo de forma obscena dejando entrever unos labios gruesos y jugosos pintados de rojo chillón y unos diente blancos, va hacia el carromato que frena poco a poco, el anciano pone el intermitente. Da pequeños saltitos la búlgara votando sus grandes y tersas las tetas que exhibe ante el viejo y quien pase. Levanta los brazos agitándolos como los náufragos de las islas perdidas cuando veían pasar a un barco.
El venerable anciano es junto los audis, bmw, furgonetas otro peregrino de “el camino”
A lo largo del camino se ven muchos coches parados y cercanos a estas chicas de las acequias con el intermitente derecho o izquierdo parpadeando.
Las suben a los coches, las bajan.
Entre los naranjos el que va a pie o en bicicleta en ocasiones escucha los inmundos gemidos.
Cuando Angelillo termina su jornada al atardecer y vuelve a montarse a la bicicleta, las mujeres publicas siguen en el mismo lugar donde permanecerán toda la noche.
Encienden las primeras hoguera con palets que un parado y su hijo les venden a las putas por tres euros. Esta leña la roban en las fabricas de alrededor, y de ella han hecho fortuna dos miserables, al igual que el que ha traído a estas chicas.
Las princesas maquilladas, perfumadas, casi desnudas brillan en la noche con sus reflectantes que se colocan para que no les atropellen, ya que hace unos días apareció el cadaver mutilado por atropello y arrastre de una de ellas.
El conductor se dio a la fuga y nadie vio nada, ni nadie quiere saber nada.
Ahora como medida de seguridad les han puesto chalecos fluorescentes, dando a todo este lugar lleno de mujeres semi desnudas en invierno, hogueras y chalecos reflectantes una estética de degradación difícil de soportar.
A la vuelta del camino Angelillo se encuentra con el loco saliendo de los naranjos donde espía a las prostitutas y a los clientes.
Más de un cliente y prostituta le ha apedreado cuando le han descubierto masturbándose mientras fornicaban
Angelillo de Uixó en su descenso a Cel.
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