domingo, 26 de diciembre de 2010

Cuando Hitler lloró.





Cuando Hitler lloró.

El día de navidad del año 2010 transcurría frío, con una gran aglomeración de gente en los comercios del valle de Uixó, y en general en cada lugar de España, pese a estar en medio de una crisis económica.
Una gran parte de la población estaba en la indigencia, la otra permanecia indiferente abarrotando los comercios. A estos la crisis todavía no alteraba su ritmo de vida pese oír hablar de ese estado en los supermercados, en la televisión, en la boca de algún familiar. En definitiva era un rumor lejano, de otros, por eso no debían preocuparse más que de comprar y tratar de hacer su vida lo más normal y feliz posible.
Angelillo ese día realizó la visita a un amigo que por desgracia vivía en ese tipo de agrupación humana llamada: familia.
Cuando llamo fue recibido por la madre de su amigo, siendo rápidamente presa de una de esas conversaciones habituales que se producían en estas unidades.
Angelillo no iba realmente de visita, si no a pedir unos temporizadores que necesitaba, componentes químicos y material electrónico, pero su amigo no estaba ya que había salido al bar.
Cuando se disponía a la retirada fue secuestrado por la madre de su amigo que le invito a unos polvorones y café mientras le refería anécdotas de la visita que acaba de recibir :
-¿Conoces a la mujer y el niño que han salido? - le pregunto a Angelillo mientras calentaba el café.
-No- contesto angelillo.
-Pues me extraña, ya que vive muy cerca de donde tú. Yo te contare quien es- le respondió como si angelillo le interesase saber quien era.
Angelillo resignado agachando la cabeza se dispuso a soportar la explicación pensando: “Desde luego, seguro que me lo contarás, incluso hasta quien la desvirgo”
- Esa mujer que has visto es lo más vanidoso del mundo, La Josefa le llaman, estaba arruinada el otro día, vino pidiéndome 100 euros para pagar la luz por qué no tenía ni para eso, y hoy viene con hijo arreglada a más no poder para enseñarme chuleando la ps2 que le ha traído Papa Noel. Doscientos euros le ha costado, y así con una sonrisa me lo ha dicho. ¿Que te parece angelillo?
Angelillo alzando los hombros en forma de ademan le contesto adoptando el papel de persona comprensiva con la mujer consumista para no herir los sentimientos de la madre de su amigo y seguramente de la Josefa expresando sus pensamientos sobre ambas arpías histéricas:
-Es navidad, supongo que a lo mejor se la ha regalado Papa Noel o le habrá tocado en la feria.
La mujer sirviendo el café y notando la indiferencia de Angelillo sobre el cotilleo cambio de tema para indagar en sus regalos:
Y a tí Angelilo ¿que te han traído?
El amor de la humanidad- le respondió de forma cínica Angelillo mirando el café caliente que constituía el desayuno de angelillo.
Y que Angelillo, de novia qué, no te haces ninguna como mi hijo.
Pues de momento no...
La mujer interrumpiendo la frase de Angelillo como si hubiera recordado algo, pego un grito, se levanto , le agarro y se llevo a otra parte de la casa:
- Ahora que me acuerdo te enseñare lo me que han traído a mi y mi hijo Luis, mira ven al salón grande.
Angelillo avanzo por el pasillo de la casa decorada con fotos de familiares, cuadros horteras de barcos sobre la mar, y demás decoración de personas de clase obrera que quieren parecer burgueses.
Llegaron al salón contiguo. En el se hallaba un abeto talado por el tronco, sus ramas empezaban a secarse. Se sujetaba el árbol sin raíces por la presión del peso de la tierra sobre la soca. Bajo del moribundo árbol se amontonaban paquetes llenos de regalos, alguno de esos regalos crearon tan poco interés a quienes estaban dirigidos que quedaron sin abrir. Las tripas de angelillo le sonaron sin que la madre de Luis que iba de una lado a otro ordenando los objeto lo escuchará.
La mujer llena de orgullo le mostraba los regalos a Angelillo que pacientemente y con una media sonrisa aguantaba el castigo.
Finalmente pudo salir.
En la acera respiro el viento frío y se fue a su casa.
Las calles estaban llenas de bares a rebosar, en ellas los borrachos se peleaban, lloraban, cantaban villancicos, o simplemente veían la basura de la televisión donde alguna presentadora ligera de ropa vendería algo.
Angelillo sin comprender el motivo que le empujaba a meterse en unos de esos bares lo hizo. Previamente a esa conducta se metido la mano en el bolsillo y contó las monedas que tenía. Confirmo la cantidad sumándola dos veces por si acaso, ya que el hacía unos días tuvo una experiencia desagradable comprando el pan. La cantidad sumada era suficiente para un café.
Entro en el bar “alegría de la huerta”
El bar olía a fritanga y su atmósfera estaba cubierta por humo del tabaco. Sonaba música de la radio, algo parecido a villancicos aflamencados cantados por gitanos españoles.
Se apoyo en la barra, a su lado izquierdo apareció un cuerpo humano de voz ronca por el alcohol, golpeo el vaso vació de whisky sobre la mesa y pidió otro.
Una camarera rumana fue presta a servirle.
En el lado derecho de Angelillo se postraban sobre la barra dos farandules que reían. Lo hacían de un tercer hombre que se distinguía del resto de parroquianos por no estar borracho. El hombre pidió otro vaso de agua mineral, sus modales eran excesivamente considerados para el lugar.
Angelillo sin quererlo debía escuchar la conversación entre los farandules y el señor pedante educado.
Comprendió en seguida que la persona educada se trataba de un homosexual, de esos que niegan su condición aunque sea evidente. En el bar todos lo sabían y por esa diferencia se reían de él. El homosexual había ido al alegría buscando el calor de seres humanos, aunque lo ridiculizarán, eso debía ser mejor para él que la amarga soledad en navidad.
Los dos farandules se burlaban quevedescamente de cualquier cosa que dijera el homosexual, este los miraba con compasión y paciencia.
Cuando llego Angelillo empezó una broma muy habitual del repertorio del alegría.
El hombre homosexual pregunto la hora a uno de los farandules. Este apurando el trago de su cerveza ni miro el reloj, le contesto:
-¿Hora o polvo? ¿Que has dicho?- Y empezó a reír sonoramente.
El otro farandul guiñándole el ojo al primero contesto :
-Ha dicho polvo, y empezó a dar manotazos sobre la mesa moviendo el vaso de café de Angelillo.
El segundo farandul animado por los golpes sobre la mesa, envalentonándose sobre los deshechos humanos del lugar y llevándose un dedo a los labios hizo callar a todos los inhumanos del bar. Dirigiéndose a la compañía de borrachos grito:
eh, gente vamos a cantarle una canción al amigo. Hace más de un cuarto de hora que no se la cantamos.
Y empezó a cantar:
Chupa pollas, chupa pollas, chupa pollas.
El resto de farandules del bar continuaron a coro:
Chupa pollas, chupa polla.
Lo hacían dando palmas.
El homosexual sonreía y permanecía totalmente indiferente.
Se escucho una voz en el fondo del bar refiriendo al homosexual que dijo:
Que bien sabe comportarse el muchacho.
Angelillo sorbió un poco de café, sentía una profunda repugnancia de presenciar esa escena. Había en ellos algo familiar, le recordó la personalidad de esos tipejos la del autor del ultimo libro que estaba leyendo: el Main Kampf de Hitler.
Lo cierto es que cuando angelillo leía a Hitler, acostumbrado a vivir en un mundo cosmopolita, al leer el repertorio de barbaridades hitlerianas vertidas en el Main Kampf se divertía mucho.
Calificaba la obra de interés político menor, acostumbrado como estaba a la dialéctica compleja del marxismo.
La de Hitler era un chiste, un lanzador de exabruptos como los de la gente del alegría sin ninguna idea detrás, pero tuvo el genio de hacer un mundo más humano a través del horror.
Sin duda la obra de Hitler se debió a muchos momentos pasados por este autor entre gentes como las del alegría.
¿Cuantos bares tendría que haber pisado Hitler para hacer su obra, y para decidir acabar con gente como ellos en el nombre de un mundo mejor?
Si hubiera estado allí habría ido a su casa, llorado y tras sobreponerse de semejante conmoción habría escrito un capitulo sobre gentes de bares y la necesidad de acabar con ellas en el nombre de las tabernas arias.
Millones de lectores habrían estado de acuerdo con él, incluso los propios borrachos del alegría.
Angelillo salio del bar repleto de sentimientos de amargura , de tristeza y frustración hitleriana, tanto era su pena como la de las gente que estaban dentro cantando chupa pollas al homosexual. En ese instante le habían puesto una plumas y un sombrero de mujer mientras desfilaba entre los machos.
Al salir a la calle sintió Angelillo nuevamente el viento frío helado, era navidad, nada indicaba ningún sentimiento de fraternidad, más bien las caras de las gentes experimentaban el mayor de los desprecios a sus semejantes, y no era para menos en este lugar.
Se sabia que en el pueblo de Uixó era navidad por los villancicos y las luces, por el ir y salir de personas de los supermercados.
Los rostros de los habitantes eran igual de malcarados que habitualmente.
Los dos años de crisis económica, 2008 al 2010, no estaba siendo lo suficientemente fuerte para rehacer a las personas. Seguía habiendo un pueblo español indiferente al sufrimiento del resto de sus compatriotas.
Lo mejor de las personas necesariamente tenía que venir de una situación caótica de cerco absoluto y barbarie sobre sus vidas, aquí residiría el espíritu de esperanza y regeneración del mundo.
La deshumanización de las gentes de Uixó contrastaba con la humanidad de las tropas alemanas en Stalingrado.
Angelillo sin esperanzas en la vida, fue uno de los primeros en percibir que todo esfuerzo era inútil, la situación estaba perdida. Con la crisis condujeron a más de un millón de personas como ganado a la miseria, y allí estaba enganchados por todas partes aguantando cada cual su vela y escuchando mensajes de ánimo del gobierno y de esperanza de los sindicatos.
La gente ya antes de la crisis había perdido la humanidad que dejaron tras de si las tropas alemanas rendidas. Todo el mundo era un cretino en el 2010 que se preocupaba de si mismo.
Para que aflorara los sentimientos más elevados en el mundo se debía ponerlo en un cerco similar al de Stalingrado.
En esa situación la vida cotidiana cambiaría, sería más reflexiva conviviendo con la muerte, la suciedad y la miseria. La gente se amaría más.
Angelillo reforzaba sus argumentos leyendo cartas de navidad de los soldado alemanes de stalingrado, donde también tenían el mismo concepto de inutilidad de la vida que Angelillo.

Navidad de 1942, Stalingrado.
Completado el cerco por un millón de soldados rusos cada día morían más de 1500 alemanes en esa ciudad convertida en una trituradora de carne humana.
Las cartas de esos soldados llenan hoy de reflexiones, angustias y explicaciones sobre la naturaleza humana.
En algunas de las cartas los alemanes explicaban como no daban crédito a lo que les estaba pasando acostumbrados a vencer.
Imaginaba Angelillo a un burgués tipo los Hermanos Ventura, caciques de Uixó, funcionarios, o la alcaldesa y sus acólitos derrotados y en la más absoluta ruina, no dando explicación a lo que les pasaba, y en la cola de la mendicidad tragándose su soberbia, o recibiendo patadas.
Esos alemanes que durante agosto y septiembre sembraban el terror con sus divisiones panzers, ahora no eran nada, y temblaban de miedo pensando en la revancha de sus enemigos.
El pavor les había borrado el concepto de superioridad y vuelto personas humildes llenas de ternura.
Al leer otras cartas muy sentidas dirigidas a la familia donde se despedían, el lector se encontraba frente la fragilidad de un ser humano.
Gracias al cerco Ruso esos hombre pudieron morir convirtiéndose en humanos, que es mejor que vivir como lo hacían cuando conquistaban ciudades o como lo hace la mayor parte de la población mundial occidental.
Comprendieron esos soldados en el cerco que la razones que les habían llevado a stalingrado ya no existían.
Ni las promesas de Hitler, ni de la patria, ni de la superioridad aria. Absolutamente nada tenía razón.
El frío del invierno ruso congelaba a los alemanes hasta el punto de que defecaban y se orinaban encima, les era imposible desabrocharse con las manos los pantalones a menos 30 grados bajo cero. Los parapetos para refugiarse de los tiros rusos eran sus propios compañeros.
Los tiros rusos impactaban sobre los cadáveres con los ojos todavía abiertos de sus amigos, el hambre enloquecía a los alemanes hasta llevarlos al canibalismo. Los testimonios hablaban como en ocasiones los soldados alemanes si veían caer a alguien de un tiro le sacaban los pulmones, el hígado y le cortaban las nalgas para comérselas.
La barbarie se había adueñado de la humanidad en stalingrado.
Toda aquella locura nacida de la frustración de un pintor llamado Hitler, un hombre reprimido que supo tener un único merito: El saber expresar como nadie su dolor y su odio común al de muchos.
Hitler era indiferente a la suerte de sus hombres en esa ciudad, y lo era a su destino ya que en Stalingrado perdería la II guerra mundial y su vida.
Comprendida la inutilidad de la vida los alemanes se suicidaban en masa en Stalingrado, hasta tal punto que el comandante en jefe Von Paulus dio orden de que la gente no se suicidara para evitar hacerles el trabajo a los rusos. Orden que no sirvió ya que el suicido era un camino de escape de stalingrado.
La lucha de algunos combatientes que llevaban meses sin comer, alimentados con carne humana, enloquecidos, conviviendo con la muerte y la desesperación, cargados de piojos y combatiendo sobre excrementos les hizo ser conscientes de lo inútil de su esfuerzo, pero aun así continuaban luchando sin que sirviera de nada, ni tuviera sentido.
Angelillo volvió a sus navidades, las del 2010, dejando sus pensamientos sobre Stalingrado para otro momento.
Al llegar a casa encendió al radio y al escuchar el programa que estaban dando sintió un profundo malestar. Era un mensaje del Rey, desde luego ya no era bien recibido, no lo fue en el pasado pero ahora en esas circunstancias era insultante, al igual que Zapatero dando esperanzas, hablando de optimismo, de aguantar, de esfuerzos importantes y demás chorradas que dicen cuando van a liquidar a mucha gente. Todo olía a carnicería.
Se prepará un nuevo Stalingrado, el país ya esta cercado. La gente no le presta atención a los testimonios de las cartas de los suicidas por la crisis, ni al malestar de más de seis millones de personas atrapadas. En ellos queda la única oportunidad de salir del cerco, escapando con esta fuerza de las razones y la lógica de los que Hitleres que los han metido en ella.
En el mundo no hay razones, ni nada que valga la pena más que la libertad de acción.



Angelillo de Uixó, Ángel Blasco Giménez en homenaje al humanismo que transmitieron las tropas de Hitler al mundo a través de sus cartas, ese es le mayor legado de los nazis.

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