martes, 8 de marzo de 2011
Sacrilegio Revolucionario
Sacrilegio revolucionario.
Largas filas de desempleados caminan por el pueblo de uxió exigiendo entre cantos y bromas una vida digna. Charcos sin apenas agua de una ligera tormenta salpican las calles. Se refleja en el agua plateada los rostros de la compañía tristes y sombríos, sonrientes y chistosos.
Pasa la comitiva frente a un mercadona. Unos fardos de carne inmóvil con los ojos rojos de la anemia observan desde el suelo el carnaval.
La carne humana despreciada en la acera junto a la puerta del mercadona va ataviada con plásticos para proteger los dornajos de la lluvia.
Humillados, postrados de rodillas, esa carne latente mira a los parados de mala gana, exhalan vapor por sus orificios nasales y la boca al respirar debido a la humedad, son tres negros mendigos repartidos por la entrada del supermercado. Están los tres cuerpos envueltos en plástico con los brazos en cruz y circunflejos.
Cesan las risas de los manifestantes, pasan guardando un silencio violento. Ninguno desea que sus ideales se vean comprometidos públicamente pareciendo indiferentes al drama de tres negros a los que realmente a nadie importan, quebraría está conducta el sentido de la reivindicación.
Cuando vuelven la esquina todo esta olvidado, reina el buen humor, los jóvenes anti sistema entonan la dulzaina, y como jóvenes llenos de alegría y sin conocer las amarguras de la vida brincan y hacen el amor en los rincones de las calles.
Frascuelo, un veterano del paro, campeón de todos ellos cuya suma de desempleo supera los 9 años, tras dos copas de coñac, con su habitual carácter agriado por la existencia, envalentonado por la masa se siente el portavoz del drama de todos los obreros oprimidos y quiere hablar. Coge el micrófono y tira dos petardos a un charco que al mojarse la mecha no hacen explosión. Suena por el altavoz sus gárgaras, imita a un cantante de opera:
-Figaro, figaro...
Los manifestantes se ríen y Frascuelo atusándose los bigotes se anima.
Con dificultad para retener el aire grita:
- Pedimos trabajo, señores y señoras, vida digna y patrones buenos, solo queremos pan y trabajo.
A la frase todos los congregados agitan la banderita roja y realizan una carga de petardos. La detonación fracasa en un 60%. Una insignificante nube blanca de la pólvora se mezcla con los vapores del día. La policía escucha desganada, apoyada sobre el coche bostezando y con ansiedad epiléptica por irse a casa para ver el partido de fútbol. A los petardos ni siquiera le prestan atención. Al fin y al cabo un acto revolucionario en el siglo XXI es una comedia.
Las autoridades que reciben la algarada están apoyadas en el balcón, sonríen vehementemente y exclama la alcaldesa a la encargada de los recursos sociales del pueblo con hondo pesar:
! Pobre gente! con lo graciosos que son, es una pena que les vaya tan mal.
¿ Sabéis que piden, desde aquí apenas se entiende? ¿ Más fútbol, pan, qué? Si es pan tirarles harina. Si quieren fútbol les construiréis un nuevo estadio cuando inventemos un nuevo impuesto. Los hermanos ventura realizarán el estadio. Dialoguemos con esta gente tan agradable y tolerante con nosotros.
-Que bien tocan la dulzaina y la zambomba- exclama a jefa de los recursos sociales sin quitar los ojos de un joven anti sistema con rastras, esbelto y con una gran flauta en los labios.
Entre la procesión de desempleados había dos rostros famélicos y serios que no reían los chistes de la congregación, eran los de Angelillo y Jesús.
Se acerco por detrás un compañero con dificultades para andar al haber ingerido varias copas de coñac Napoleón. Haciendo una carga al estilo bonapartista abordo a Jesús que se había parado a pedir unas monedas al concejal de urbanismo. El concejal amablemente se las dio, ya que aunque era corrupto también era el más generoso ciudadano con los mendigos del pueblo, mucho más incluso que el padre Tomás. Una de sus aficiones era dar limosna a los pobres. El concejal jamás salia de casa sin calderilla debidamente dividida para sus pobres, como él cariñosamente les llamaba.
El camarada Bonaparte acercándose a Jesús le reprime violentamente.
-Compañero, no mendigues, piensa en la dignidad obrera, piensa en el grupo, eso es humillarte y humillarnos.
El camarada empieza a gritar al balcón de las autoridades:
- Trabajo, trabajo, venimos por trabajo, ayudadnos, ayudadnos por dios, pedimos trabajo, trabajo, trabajo, hemos venimos a emborracharnos y a por trabajo...
Los parados animados por la canción y acompañados por las dulzainas ya que el lema de la reivindicación era: por los derechos de la clase obrera y la fiesta, empezaron a tocar y cantar:
-Alcohol, alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos, alcohol, alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos y por trabajo.
Se acerco otro camarada que embriagado por el día de fiesta y de patética mendicidad laboral con una amplia sonrisa y ganas de guasa al haber visto pedir a Jesús le dice:
-En aquella esquina camarada están repartiendo bocadillos. Si todos los días hubiera manifestación comerías a diario, eh.
Dicho esto sonríe ampliamente a Jesús.
Jesús le devuelve la sonrisa ya que esta acostumbrado a estás burlas tan ingeniosas. Avanza con pasos rápidos y sin ningún tipo de complejos, asalta a la persona encargada de los bocadillos llevándose a la boca la mayor cantidad posible. Sonríe con la boca llena de migas de pan y panceta medio devorada.
Entre tanto se escucha al patriarca de la asamblea de los parados leer un panfleto, de esos incendiarios con los que se inician las revoluciones.
El capitán de los parados es un anciano tuerto de origen turco al que le faltaban también dos dedos en la mano.
Bajo del balcón de la alcaldesa las fuerza cómico revolucionarias se apostan.
Cuatro policías cercan a 12 personas, varios concejales vestidos de frac guardan la espalda de la alcaldesa vestida con peineta, mantillo y una enorme rosa en el pelo. A su derecha se encuentra un jesuita llamado Gerónimo Savedra, anciano, encorvado, de tez pálida, lampiño y ataviado con habito. Habla al oído de la alcaldesa con su lengua bífida seseando.
La alcaldesa solo está atenta a los movimientos del flautista y no nota los salivazos del jesuita que le dice:
-Vuecencia, piense usted que aunque parezcan los manifestantes comediantes y posiblemente lo ssssean además de danzariness, son tan peligrosos como aquellos hacedores de los carmina burana, Los goliardos, debería mandar prenderlos y preparar hogueras para asarlos lentamente.
-Por Cristo Gerónimo- le replica histérica y pataleando la jefa de los servicios sociales de Uixó. ¿Cómo se atreve a decir eso?¿ Mandaría asar a un joven con semejante flauta? No me negara que no le ha echado una ojeada al elemento en cuestión.
El Jesuita herido en su orgullo agacha la cabeza no sin antes lanzar una mirada libidinosa al joven sindicalista.
El turco da su discurso moderado, hace chistes para que aquello no tenga la pinta de un acto anti sistema.
Todo el mundo cumple con su papel, reina la paz entre ambas partes enfrentadas. La agónica manifestación se dispersa como la pólvora de los 12 petardos lanzados a los charcos.
Angelillo y Jesús se unen a la congregación. La gente mira el reloj y todos están pendientes del partido de fútbol. Llegan rumores de que a 10000 kilómetros en la cuidad de Stalingrado se está librando una gran batalla. Juega el Barcelona y pierde. Lo que es un rumor acaba siendo una gran conmoción entre las filas de parados de todo el estado español, el Barcelona ha perdido.
Ya no hay ganas de bocadillos, ni de ir al bar, el desanimo reina entre los farandules revolucionarios, otro mundo ya no es posible, todos miran al turco en la retirada: Las banderitas desfilan a media hasta.
El turco como es medio ciego tropieza en el agujero de un charco, se da un golpe contra el suelo, se abre la cabeza y cae rodando el único ojo que le quedaba.
La alcaldesa que mira la escena desde el balcón suspira:
-!Pobrecito con los buen chico que es! Tan inofensivo, espero que le siga otro igual.
El jesuita sonríe, hace la señal de la cruz y exclama mirando al cielo:
Hágase tu voluntad señor.
Jesús se acerca al lugarteniente del turco, le cuenta sus problemas:
-Soy pobre, no tengo trabajo, estoy muy perdido en este mundo, necesito ayuda.
Angelillo escucha la conversación , anticipa la respuesta que le dará a Jesús el camarada, será de indiferencia.
Debemos ante las personas ser escépticos y nunca poner a pruebas sus principios.
Dejad que los dicen que aman a la humanidad berreen esa máxima, que los que dicen amar la ecología que lo expresen y así con todo el mundo, pero nunca pongáis a prueba los principios de esas personas.
Jesús al escuchar las respuesta del sindicalista sintió como si su corazón fuera traspasado por una bala, tiro al suelo la banderita revolucionaria y esa anécdota sin importancia fue reveladora.
Un texto de Angelillo de Uixó, Ángel Blasco Giménez para la obra algarabía.
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