lunes, 19 de abril de 2010

maltrato animal en Vall d ´Uxió






La Jauría de San Antonio.
El invierno se negaba a rendirse al no retirarse a regiones más septentrionales.
Sin ser ni su hora ni su tiempo, persistía en quedarse en las tierras de Vall d' uxió habiendo pasado más de la mitad del mes de Abril.
Los viejos ribazos medio derruidos, los campos arrancados convertidos en solares, las tierras estériles de algarrobos, olivos y almendros, las carreteras a medio construir, las casas en ruinas. Todo el paisaje aguantaba las lluvias y el frío en su decadencia, somnoliento, sabiendo que de un momento a otro podían desmoronarse y perderse para siempre.
Desde una ventana angelillo miraba las gotas que caían.
Eran las lluvias frías de Abril, traían más miseria y desesperanza a estas tierras, a sus gentes y a sus animales.
Las casas caían, los ribazos se desmoronaban, el río se llevaba las flores que habían crecido en su cauce seco y ahora arrastraban a la muerte sus revueltas y salvajes agua. Y las huertas convertidas en solares con el veneno del cielo que se depositaba allí como si estuvieran en una balsa, para quedarse corrompiéndose hasta su desaparición.
Los indigentes, los inmigrantes, los parados, la gente anciana, apenas tenían leña en sus empobrecidos hogares tras el largo invierno. Carentes de recursos económicos por la crisis para encender los calefactores, padecían el azote del frío y de esta agua destructora.
Los animales cautivos sin defensa al estar atados o emparedados, soportaban a la fuerza la insalubre lluvia.
Desde la ventana se divisaba la gran extensión de la Plana. El mar debido a las nubes bajas no se veía.
Secuestrado por la lluvia angelillo pasaba la tarde en casa.
Aquiles y Meidei, un par de perros, estaban a su lado tumbados en la cama mientras al calor de los calefactores dormían despreocupados.
Se escuchó junto al sonido de la lluvia un ensordecedor aullido procedente de las vacías casas vecinas.
Angelillo se separó de la ventana para no oír los siguientes aullidos.
Acariciando la gigantesca cabeza de Aquiles que despertó desperezándose, empezó a hablarles:
-Largo es el tiempo que estáis conmigo, sin embargo desconozco todo vuestro pasado. ¿Que historias guardáis en vuestro desconocido lenguaje?
Se dirigió a una perrita pequeña aun dormida que acababa de abrir los ojos:
Meidei, recuerdo cuando te encontré, ibas por el medio una carretera de doble sentido detrás de los coches. Poco faltó para que te atropellará.
Y tu Aquiles, te hallé en lo alto de unas peñas. Saliste de entre la roca como un león al escuchar mis pasos. Tu figura majestuosa se alzaba sobre ese páramo salvaje. ¿De donde venías? ¿ Y que hacías en ese desértico lugar? Inhóspito hasta para un experto cazador como tu. ¿ Acaso deseabas una vida ascética? A veces me arrepiento de haberte convencido de que vinieras conmigo ¿ y si hubieras sido más feliz allí?
Mientras decía esto se acerco más a Aquiles y le abrazo susurrándole:
Falta poco para tu tercer aniversario, el día en el que decidiste bajar de allí para unir tus destinos con los míos. Volveremos como todos los años al lugar de peregrinación, tuya será a costumbre la libertad de quedarte o regresar.
Si decides quedarte en las Peñas de Mondragón, yo secundaré tu decisión.
Quemaré la casa, el coche, el dinero. Renunciaré a la sociedad humana que tanto amo y me trasladaré contigo para vivir bajo tu imperio en alguna oquedad de la dura roca.

Acercándose de nuevo a la ventana continúo hablándoles:
-Largas horas de mi vida he tratado de averiguar sobre vuestro pasado. Mis ojos han mirado los vuestros intentando atravesar la carne y llegar al alma. He sentido vuestra melancolía, vuestras penas e infortunios.
Un espeluznante aullido precedido de un rayo silencio el discurso de angelillo, se produjo la explosión del trueno unos segundos después.
Aquiles y mediei llenos de tristeza empezaron a gemir lastimeramente.
Angelillo volvió a asomarse a la ventana. La fatídica lluvia era cada vez mayor. Presagiaba infortunios y sufrimientos.
Asomado a la ventana vio sombras arrastrando sus cuerpos atados con cadenas por el fango.
Se pusieran donde se pusieran las sombras no tenían refugio.
El desficio de las sombras era conmovedor.
Se apartó de la ventana, pero antes de hacerlo un rayo iluminó la escena, era dramática.
En el corral de la casa que estaba unos ribazos bajo la suya, más de 5 perros con gruesas y cortas cadenas atadas a un algarrobo giraban alrededor de su tronco. El suelo de tierra estaba convertido en un inmundo lodazal de aguas grises.
Vuelto hacia Aquiles y Meidei que de nuevo dormitaban, sintiéndose atormentado angelillo y con ganas de conversar decidió despertarlos, y esto fue lo que les dijo:
Desconozco vuestra historia, pero os contaré la de nuestros vecinos.

Breve Historia contada por angelillo a Aquiles y Medidei sobre la colonización de San Antonio.

Hace unos 10 años avatares de la vida me trajeron contra mi voluntad a estas tierras.
Por aquí no vivía entonces nadie. Subían los domingos y los veranos los primeros constructores de estas viviendas. Son personas taciturnas, con malicia, atormentadas y envidiosas. Poseían en el trato con la gente una actitud defensiva, y esta actitud conmigo era mayor si cabe, cosa que experimentaba con un gran placer. Disfrutaba por entonces en nuestras breves palabras cruzadas, al provocar alteraciones en sus sentimientos e ideas. Me era muy fácil causarles grandes agitaciones nerviosas.
Quitando los domingos y el mes de agosto, el resto del año estaba solamente yo instalado aquí. Se escuchaba por las noches y el día, el viento y el cantar de los pájaros.
Las viejas casas deshabitadas, un par de años después de mi instalación, empezaron a pasar de manos conforme los hombres que las construyeron fueron muriendo o cansándose de ellas.
Sus herederos legítimos no tenían interés en conservar estas empobrecidas posesiones de verano, y si del dinero obtenido por su venta.
Las gente que las compraron fueron seres oscuros.
Criaturas que vagan por las fabricas y por las obras como jornaleros sujetos al yugo del burgués.
La más absoluta maldad e inmoralidad es dueña de sus mentes.
Ansiaban por encima de todo poseer inmuebles.
Encontraron en estas viviendas cercana al pueblo, pero a la vez fuera de el, un lugar ideal para ejercer lo que no podían ejercer en sus vidas: La motivación de poder.
Al no ser burgueses la sociedad les había negado este papel. Y más que el de ansiados verdugos, desgraciadamente habían llevado una existencia de victimas.
Pensaban que comprando estas casas de saldo, medio ocultas entre los ribazos y en las que prácticamente no había vecinos podrían dar rienda sueltas a sus fechorías. Así ha ocurrido.
En San Antonio, esta estirpe de Caín pretende hacer pagar a miembros de vuestra raza y otras: todos los fracasos sufridos, humillaciones infringidas, la carencia de poder, de voluntad, y el dolor por su castración moral y mental.
Dueños de las casas no compraron solo viviendas, sino que compraron libre albedrío y soberanía de vida y muerte sobre el territorio, las especies animales y vegetales de la zona.
Cuando esta horda llegó y empezó a instalarse, nunca recibí ninguna expresión cordial de vecindad. Desde el primer día los nuevos moradores que empezaron a venir de 10 en 10, jamas respondieron a saludo.
En sus rostros malcarados al declinar la tarde podía leer en ellos el libro de su biografía. La que nadie jamás contará y que se olvidara al día siguiente de sus muertes. En ellas se leía el rencor que puede albergar un corazón que lleva una existencia frustrada y desagradable. Su lectura hirió grandemente mi sensibilidad.
Las hordas del Vall d 'Uxó colonizadoras de San Antonio no vinieron solas. Lo hicieron armados de hierros, verjas, hormigón y un bestiario.
Las reformas que hicieron en más de 15 casetas que estaban medio derruidas quedaron en refuerzos de vallas exteriores para retener a miembros de vuestra especie.
Los tejados con goteras, las paredes apuntaladas no tenían ningún interés. Centraron sus esfuerzos en la instalación de jaulas y en deforestar los arboles cercanos.
El sonido del viento y los pájaros, lo silenciaron para siempre. Ahora solo se escucha a perros furiosos que transporta tanto dolor como el de sus dueños.
Los días que vienen estos hombres y mujeres se escucha la radial, la motosierra, los portazos de verjas de hierro, los remolques tirando escombros, insultos entre ellos, y se huele la desesperación ante la vida. Siento a través de ellos los terribles manotazos que da a los trabajadores.
En cada casa llenaron los patios, las terrazas, los sótanos con más de 10 perros afinados.
Debo deciros Aquiles y meidei, que los viejos perros que conocéis y con los que en las ocasiones que han salido de sus celdas habéis jugado; son sus vidas una triste historia que nadie ha contado jamás, esta gravada a fuego sobre sus pieles.
Es de esta clase de historias sobre criaturas insignificantes que carecen de amparo, de justicia, de narrador. Algunos de los cautivos los conocí de cachorros, ya han cumplido cerca de 8 años. El tiempo esta detenido en sus vidas y la esperanza ha desaparecido. Lo siento en su miradas de resignación, frustración, impotencia y odio por vivir. Las bestias sienten su aciago destino, al igual que nosotros sentimos los claros días en los que paseamos por la sierra, en los que nos revolcamos por la hierba, o cuando al galope coronamos las cumbres más altas con gran alboroto por ver quien llega primero. Siento vuestras expresiones de alegría cuando jugamos, cuando al despertar cada nuevo día subís a la cama en busca de una caricia. De la misma forma siento las expresiones de amargura y tristeza por la ruina a que han conducido sus vidas.

Breve historia de los perros de San Antonio.

Nada más llegar los colonos hace 8 años, la primera y única reforma que hicieron en estas casas medio destruidas fue levantar muros a modos de prisión. Una vez hicieron las obras llenaron los corrales de perros, conejos, gallinas, patos. Todos ellos separados en departamentos donde se afinaban. Una vez concentraron toda las razas que deseaban poseer, contentos por primera vez en sus vidas por sentirse reyes por unos segundos, encerraron a los animales desde el primer día, desde cachorros. Fueron silbando satisfechos por los caminos a sus casas del pueblo.
Como sus vidas estaban llenas de la miseria que traían sus obligaciones, siguieron con sus quehaceres estresantes de sometimiento. Entre los aullidos y las dentelladas de sus compañeros de trabajo, capataces, patronos, pasaban los torturadores de vuestra raza por mucho sufrimiento, pues sus vidas son una triste historia. Soñaban los torturadores- torturados, los poseedores de animales de San Antonio en los domingos donde gracias a una segunda hipoteca podían subir a las casetas y entretenerse con los animales de sus fincas.
Los cachorros que trajeron los recuerdo en sus primeros días. Lloraban mucho al estar solos y cautivos. Los domingos cuando los liberaban 10 minutos eran juguetones, se esforzaban en agradar a sus amos, hacían todo tipo de piruetas. Mostraban alegría por vivir.
Sus amos llenos de temores sobre la gente, de desprecio sobre la vida, no les prestaban la más mínima atención.
Armados con la radial, derribando algún muro, poniendo alambradas, cortando de raíz algún algarrobo para leña o por capricho, pasaban el día. Si el perro se alejaba más de lo que consideraran oportuno, o se le ocurría entrar a la destartalada caseta le pegaba una paliza.
Puedo daros testimonio Aquiles y Meidei, de que al quedarse solos estos bravos perros que conocéis lloraban desconsoladamente. Extrañaban las ausencias de sus amos y protectores. Poco a poco el tiempo mino su natural bondad. El llanto fue cambiando por ladridos fieros. Comenzaron el cruzamiento de navajas colmilleras entre la propia jauría. Se establecieron jerarquías muy marcadas. Dejaron de ser perros pacíficos para convertirse en homicidas. Ya no sentían amor hacia sus amos, ni hacia si mismos. No esperan nada de la vida convertida en una cadena perpetua, quien sabe por qué delito.
Sus ladridos retumban en la montaña como una amenaza, han sido ya reducidos a bestias.
Traen en los rostros cicatrices de mil peleas. Sus cuerpos soportan las picaduras de pulgas y garrapatas que los devoran. La lluvia vertida en 9 años ha surcado su anatomía. La escarcha helada que rompe las plantas se ha posado mil madrugadas sobre ellos. Sus patas caminan sobre sus propios excrementos.
Hoy llueve, Aquiles, Meidei, como ayer. Nadie les ha venido a visitar, ni nadie tiene un recuerdo para estas vidas, aúllan su infortunio arrastrando por el fango las cadenas.

Angelillo a sus compañeros de San Antonio.

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