sábado, 10 de noviembre de 2018

Azucena histérica. ciudad neurótica


I.
La mujer que aún siente la fiebre de las flores en las sienes
 Sube por los muros tras los cuales se lamentan los heridos
Y se tumba entre las enredadera para hacer un nido.
En las azoteas las iguanas vigilan entre las alambradas de los edificios.
La Cuidad neurótica observa desde lo alto hacia abajo,
 con el ojo siempre fijo en  cada una de sus criaturas.
No existe el cielo en las ciudades,
 solo las cloacas llenas de bares, museos, palacios, burgueses y pobres.
Las hierbas tienen fiebre,
 como la boca de los  muertos que imaginan un mundo mejor.
Los políticos, los científicos,  y psiquiatras amansan a las masas furibundas:
“La locura es clemencia, la obediencia es salud, la personalidad es respeto,
La estadística es la  única salvación de las hordas
Elevaros por vuestros méritos y vuestro esfuerzo.
Adorar el tornillo y la fuerza.
Despreciar a los que se burlan de nuestra inteligencia”
Cantan las hordas exaltadas.
“Clemencia histérica, clemencia histérica”
Un perro es deja atrapar por los alambres de espinos de la ciudad neurótica
Y va poco dejando su vida y su piel colgada en las alambradas.
En un poema queda su vida reflejada:
Intento escapar de la ciudad arruinada.
Angelillo  de Uixó.
II.
Azucena.
Y en el silencio del monte,
donde los lagartos tiemblan si oyen hablar del hombre.
Solo se escuchaba un reguero de agua que bajaba
serpenteando cuesta abajo en busca del horizonte.

Y al bajar del monte a la ciudad que enloquece
mis nervios se destemplaron al ver mis ojos lo que vieron;
Hombres como perros ladran atados en las esquinas,
mujeres al suelo tendidas, con el rostro amoratado.
Cuidando junto las tapias de los bares
que no le falte al sumiso, el pienso y las cervezas.

Y más allá otras mujeres, llenas de pelos rancios.
Mujeres con pelo de lana y gargantas llenas de sapos,
escupen entre sus dientes venenos de cuellos largos.
Escupen su veneno hacia el submundo que espera
ver a Vall d´UIxó sufrir.
Los muertos en los barrancos se hartaron de ser copiados
y esperan el poder ver a Vall d´Uixó martirizado.

Cada ventana , cada puerta, abre un nuevo manicomio,
pero en el no habrá cabida para locos sin cencerro.
La policía huele a los cuerdos y los persigue,
cuesta abajo en la riada.
La gente se refugia en los muros de la locura para salvarse,
y rasgan sus vestiduras, para que nadie confunda a locos con miserables.
Nadie, nadie, nadie quiere estar sano,
nadie quiere la cordura, si para ello se tiene que atar las manos.

Nadie, nadie, nadie puede estar bien.
Solo los muertos dominan las ansias de libertad.
Resucitando con polvos de talco cada madrugada,
con la lengua almidonada para no poder hablar
y así negar la razón.

Buscando amor y cordura esto fue lo que encontré;
a la última persona que fue lógica en Vall d´ Uixó,
y se tiró por el puente de San José para huir de la locura
buscando un mundo mejor.

Ángel Blasco y Mercedes Bou Ibáñez.

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