48 horas más para Miguel Ángel Blanco,
de Angelillo de Uixó.
Bajo la cruz que esculpe su silueta de plomo entre las tejas, repica grisácea la campana de la ermita San Antonio tiñendo el cielo rojo de mazazos estridentes. Vísperas de la festividad del santo. Barbudo, calvo, con el rostro arrugado, cejudo, ataviado con túnica roja, bastón de santo, y : cerdos, patos, corderos a su alrededor. de esta guisa se le representa dibujado en unos azulejos en el pórtico del templo. Fuego de hogar de una humilde caseta bajo de la ermita. Chisporrotea la lumbre en una madrugada de escarchas. Una olla borbotea preparando caldo de algas, ortigas y espinacas para desayunar. Un flautín suena entre un conjunto de perros de luto, y una lágrima resbala por una mejilla seca y anémica.
- Oh poeta dime:- ¿ por qué llora tu flauta que entona una melodía demasiado triste a mis oídos desde hace 48 horas?
La flauta desafina y el poeta envuelto en su capa ante la silueta esquemática de un perro que es una carantoña de la muerte, un dibujo de perro de un niño de parvulario, corre aterrorizado a encerrarse a su cuarto cubriéndose el rostro con las manos.
-Oh poeta dime- ¿ Por qué le temes a la muerte, tu que les has cantado a la vida? Tu que te alzas con tu voz pura y sensible sobre la inmunda especie humana que espera la condenación eterna mientras a ti, oh poeta, oh Magno, oh Angelillo, se te abrirán las puertas del paraíso y reinaras junto a Jesucristo.
El animal se ha levantado de forma automática, cómo impulsado por unos muelles. Idiotizado camina con las retinas desprendidas blanquinosas y legañosas. Sus pasos ortopédicos son cómo los andares de los contrahechos que caminan con muletas y se hunden en los charcos. Lleva el perro 48 horas agonizando.
El poeta se acurruca y escupe a la vida mal diciendo el semen que su padre utilizo para engéndrale entre las sabanas . Armado de valor, con flauta en ristre abre la puerta, sale a la calle y respira el aire fresco del día; y Pam pam pam pam- toca el poeta la flauta del Apocalipsis. El resto de perros espantados huyen monte arriba, y Miguel Ángel Blanco, el perro al que le han cortado el hilo de la vida las hilanderas, al oír esas nota busca el lugar más tenebroso de la casa. Allá se acurruca meditando en sus pecados.
-Oh perro que muchos nombres has tenido, Miguel Ángel Blanco, Apaleado...pero ¿ No te llamaba a ti Careto el cazador al que servías y que te abandono cuando te hiciste viejo e inútil? ¿ y no es cierto, oh perro, que a veces fuiste negligente y algo ladrón, y si podías sisarle algún lebrel que abatía tu dueño se lo sisabas para comerlo a escondidas y volver a su lado fingiendo que no habías visto nada?. Ahorra repasa tus faltas cómo debe hacer tu dueño, que abandonarte enfermo también es cosa grave. De ladrones en vall d”uixó: entre cazadores, alcaldes, mecánicos de coche, electricistas, banqueros, dentistas y médicos, la cosa está muy reñida; pero: he de añadir Miguel Ángel que a tu antiguo dueño lo conozco, y sobre sale en este arte. Tendrá una muerte digna a la vida que ha llevado y ha hecho llevar a los de su alrededor.
El poeta abre la tierra. Llora el hoyo que abra de acoger a la bestia que adopto lleno de ternura y compasión, viendo en ella un mártir cómo al liberal Miguel Ángel blanco. 48 horas le dieron al poeta de vida por ese perro un entendido, aconsejándole liquidarlo cuanto antes. Y esas 48 horas se han convertido en cuatro meses. Por tres veces el veterinario ha estado apunto de subir para ponerle la fatídica inyección en la nuca. Las 48 horas se han convertido en 48 horas más. El fuego de la pasión acaricia al poeta, y las flores crecen a sus pies con sus lágrimas. Pues el Magno, el poeta, no camina por el barro cómo el resto. Los caramillos, las flautas, suenan silbando entre ramas mecidas por el viento de las cañas de tu huerta. Sobre el bancal en el que te hayas, oh poeta, una sombra te tapa el sol. Una figura espantosa, andaluza, oriunda de Despeñaperros, montada en su motociclo vespino para a tu lado. Oh poeta, es el subnormal de tu vecino. Habla el subnormal. Gesto de fastidio, violencia y odio contenido hacia su superior: el Magno. Sentencia el vecino.
- Poeta, poeta, aquí por culpa de ese perro enfermo que has recogido no vamos a poder vivir.
El poeta saliendo del hoyo que le cubre hasta los rodillas, cubierto sus rostro moreno de polvo mezclado con lágrimas y sudor se arrodilla; pone los brazos en cruz desando ser azotado y lapidado mientras el subnormal de su vecino escupe blasfemando sobre la tierra, profanando el nombre de Dios. La moto vespino al ralentí, en la cesta la compra: dos barras de pan de la panadería de Laura de la avenida suroeste. Los diablos toman nota del nombre de su vecino . Anotan otra falta más en el libro de los castigos y van a por más papel que ya no les queda espacio.
-No dices nada poeta- masca entre los dientes con su palillo el subnormal. El poeta espera ser bendecido por la humillación de que le escupa a la cara.
-Poeta, poeta, ese perro cuando muera apestara y no podremos vivir aquí- dicho esto el vespino sigue su curso entre un estela de humo blanco y un sonido metálico a pistón.
El poeta entra en la casa. Busca a Miguel Ángel Blanco antes de llamar al veterinario. Lo encuentra acurrucado, durmiendo plácidamente, y se sienta junto a esa piltrafa de pellejo ocre. El animal abandona su sueño y observa al ángel que tiene a su lado. En pie
bajan los dos al bancal cercano a la casa, donde el poeta y sus perros tantas tardes han presenciado el aburrido ocaso de vall d”uixó animado por el canto de los gitanos y chonis del barrio de texas cuyas almas se llevaran los demonios al infierno empujándoles con los tridentes. Pues el poeta ha tomado nota de sus muchos delitos y faltas contra sus vecinos que cometen, y ha informado a satanás con la esperanza de que le haga más caso que la guardia civil que desde que hay democracia: pecan, pecan, pecan, de dejación, de blandura. Arderán también en el infierno.
Miguel Ángel Blanco y el poeta recorren junto la senda pasito a pasito hasta el bancal contiguo a la casa.
-Oh poeta que en tu bondad absoluta y piedad deseas que el mártir, el perro Miguel Ángel Blanco que agoniza observe su tumba en vida ,cómo San Agustín y un compañero de la CGT de Castellón que se ha construido un pirámide para que acoja sus huesos mientras su alma peregrina va reencarnándose en otros cuerpos.Vade retro compañero, vade retro Alberto no acudas mi cuerpo.
- Mira Miguel Ángel, tu tumba- toca la flauta el poeta, al animal moribundo se le erizan los pelos- Camarada, tu no morirás abandonado en una cuneta cómo la mayoría de perros de vall d”uixó. De tus huesos brotaran encinas y jazmines que plantaré. Humildad y belleza, fuerza y dulzura perfumaran tu esqueleto.
- Oh poeta, que grandes son tus palabras, cual es la fuerza de tu verbo que sana. ¿ Alguien duda de que el poeta es Dios reencarnado en hombre? Miguel Ángel Blanco al ver su tumba y al escuchar la flauta del Apocalipsis viendo que la cosa va en serio, olvidándose de que apenas puede caminar da unos brincos y le vuelve la luz a su mirada. Coge repentino calor su cuerpo. Por tercera vez el poeta aplaza su muerte dando cuenta del prodigio al veterinario tras bautizarle de nuevo: Lazaro te llamaré.
Angelillo de Uixó, sano a los enfermos.
48 horas más para Miguel Ángel Blanco, de Angelillo de Uixó by Ángel Blasco Giménez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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