sábado, 16 de octubre de 2010

Con vuestra ayuda seré el mejor





Luchar por ser el mejor.

Unos trabajadores del banco Sabatel avanzaban hacia un cliente.
Iban vestidos con trajes impecables: pantalones de pinza negros, americana, camisa blanca perfectamente planchada, y unas corbatas bien anudadas alrededor de sus gargantas que caían completamente rectas sobre sus pechos.
El peinado de los trabajadores del Sabatel consistía el pelo hacia atrás, chafado y engominado, y las mujeres lo llevaban recogido en melena.
Los rostros de los empleados eran asombrosamente juveniles, excesivamente para su edad que superaba de media los 40 años.
Era imposible encontrar algún pelo de barba en los varones de tan rasurados que iban.
Carecían sus caras manceberas de arrugas de tantas pomadas con las que se frotaban.
Tanto los hombre como las mujeres desprendían sus cuerpos agradables aromas de colonias de perfumerías caras.
Tenían todos ellos un aspecto de maniquís de escaparate.
De tan cuidados y elegantes que iban daba repugnancia su visión.
Dos empleados del banco sabatel le arrancaban a un cliente insolvente con sus dedos de manicura un cheque al portador.
El cliente había acudido al banco con el cheque emitido por el Sabatel para reforzar sus argumentos de lo pobre que era.
Aunque paso largo rato contándoles todas las miserias que había pasado en la vida, que eran muy grandes como la de todos clientes proletarios del sabatel, no le salvo de que los banqueros le exigieran que les pagara. Como no quería hacerlo empezaron a forcejear.
El cliente sin mucha resistencia, sintiéndose sobado por las manos limpias, suaves y asquerosas de los banqueros le entrego el cheque.
Acaba de perder todo su dinero que fue a parar al banco.
Los trabajadores observaban indiferentes al cliente que les miraba sin saber que hacer.
Era consciente el cliente del error cometido de haber acudido al banco para hablar de su situación de deudas con un cheque, pero la fuerza de la costumbre de acudir cuando se le requería para pagar le hizo ir.
El cliente por un instante se lamento de haber entregado el cheque sin violencia, observaba como volvían a sus asientos los empleados.
Opinaba que debía haber defendido el cheque con uñas y diente, haber agarrado los ordenadores y tirárselos a la cabeza de los banqueros, incluso haber atracado el banco, pero hizo lo que había hecho toda su vida, pagar al banco sin más.
Atravesó el cliente melancólico, ligero de dinero y lleno de vergüenza por ser tan cobarde las puertas blindadas y cargadas de alarmas del banco.
Observo asustado las calles repletas de gente y se adentro en ellas.
Los trabajadores ya habían olvidado un incidente tan habitual en ese edifico y estaban mirando unos albaranes cuando el gerente les llamo.
-Tu y tu venir, tengo un trabajo de calle para vosotros- les dijo de forma autoritaria.
Los dos empleados se miraron la corbata para ver si estaba bien recta y la camisa bien metida en los pantalones. Cuando comprobaron que así fue siguieron hasta al despacho al gerente.
Este se tiro en la potranca de su oficina tras desabrocharse el botón del pantalón.
Haciendo una señal a un trabajador le indico con el dedo índice que trajera unos póster que estaban apoyados detrás de la puerta.
El trabajador se fue directo hacia ellos y volvió con el póster como un perro adiestrado que trae los domingos el periódico. Se quedó detenido frente a él esperando más instrucciones.
El gerente con el dedo le indico al otro trabajador que limpiara de trastos de la mesa.
Inmediatamente el trabajador tras estirarse la corbata que noto ligeramente torcida empezó a desalojar la mesa de trastos.
Una vez hecho todo los dos trabajadores se quedaron quietos en espera de nuevas instrucciones del gerente.
Este le hizo una señal al que custodiaba el póster que lo dejara en la mesa, y así lo hizo, volviendo cuando lo dejo a su posición de espera.
-Coño, extender el póster sobre la mesa para que lo vea que todo os lo tengo que decir. No tenéis sangre- les dijo con ira el gerente.
Inmediatamente los asustados trabajadores del banco lo empezaron a extender tropezando entre ellos con sus brazos. Cuando desenrollaban una parte la otra se enrollaba.
Como entre ellos no se comunicaban por miedo a disgustar a sus superiores que veían mal que los trabajadores hablaran entre sí, no podían coordinar que parte iba extender uno y que parte el otro, de un póster de más de tres metros.
Se trataba del cartel de una campaña publicitaría bastante estúpida que habría servido para engordar las rentas de algún publicista sin talento.
El póster en cuestión era la imagen del entrenador del Barcelona diciendo disparates sobre la necesidad de ser los mejores con ayuda de los demás y paridas por el estilo.
El destino de los carteles era empapelar las paradas de autobuses para publicitar el banco.
Los trabajadores del sabatel en su labor de desenrollar el póster ante su superior se habían bloqueado de tal manera que eran incapaces de hacerlo.
Temiendo causar una mala impresión al gerente por tanta incompetencia, los trabajadores desesperados buscaban algo que hiciera de pisa papeles.
Uno de ellos palpando por el suelo sin saber lo que cogía coloco un pesado porta fotos cuyos marcos eran de oro y marfil, muy afilados. Al cogerlo se corto en el dedo el trabajador.
Dentro del marco estaba una foto en la cual se veía al gerente inclinándose ante figura del fundador del banco sabatel Mr Milui.
Esta foto era la que más apreciaba el gerente, por eso la enmarco en oro y marfil.
Le era más querida incluso más que la de boda, debido a que en ella se representaba su vida: el sometimiento al deber y exaltación a la obediencia y servidumbre.
Al ver el gerente que profanaban su foto se puso histérico a chillar saltando de la potranca hacia ellos con la correa quitada:
- Imbéciles ¿que hacéis? inútiles es que no sabéis hacer nada. ¿Cómo os atrevéis a profanar mi amada foto?
Los trabajadores del sabatel horrorizados empezaba secretar un sudor frío que resbalaba sobre sus rostros gomosos , brillantes, bien conservados y de varones imberbes.
Aunque la gran mayoría de trabajadores son seres sin autoestima, dignidad, orgullo, ni su vida tiene el más mínimo valor, y están acostumbrados al látigo del encargado, aun con todo ese entrenamiento veréis ante los gritos siguen poniéndose nerviosos.
Los gritos hicieron que se les cayera la foto al suelo y que el póster se enrollara de nuevo, ya que los trabajadores asustados lo habían abandonado retrocedido hasta una esquina buscando en ella refugio.
Uno de los trabajadores empezó a tener un ataque de ansiedad por los gritos.
Empezó hiperventilando y degenero en un ataque epiléptico.
Perdió la consciencia y dio con el suelo enrollándose como una cucaracha. Se agitaba entre brutales espasmos que hacía que su cabeza se golpeara contra el suelo produciendo un sonido espantoso mientras la agitaba frenéticamente a un lado y a otro de forma muy brusca, semejaba a una lombriz cuando la han partido en dos y se retuerce con el cuerpo seccionado y dividido entre el barro.
De su boca salia espuma blanca que ensuciaba su limpia camisa y la americana, y salpicaba los zapatos del gerente que contemplaba el estado del marco y la foto.
Su compañero miraba horrorizado sin saber que hacer, esperando una orden que no se producía.
El gerente llevando contra su pecho la foto de su jefe escucho el politono del himno de España en el móvil, rápidamente se puso el aparato en el oído.
Halo, halo- dijo
La llamada era de Mister Milui, el presidente en persona del sabatel.
Ante su voz el gerente se metió la corbata entre los pantalones, se los abrocho, y se pasó la mano por la camisa para comprobar que no tuviera ninguna arruga.
Oh maravilloso día- dijo el gerente- que tiene ha bien llamarme señor Miliu,. ¿En que puedo servirle a vuecencia?
Grandísimo majadero, déjese de peloteos- le respondió Miliu- he pasado por una calle de Castellón acompañado de unos accionistas del banco , actrices de cine, y Paco Gardiola el entrenador del Barcelona. Estaba con estas personalidades presumiendo ante las cámaras y nos hemos encontrado que muchos carteles están sin colocar, y que bajo algunos había pobres mendigando, ensuciando con su presencia el nombre de mi banco.
¿Quiere decirme por qué no ha llamado a la policía que soborno para que los detengan o se los lleven a mendigar a la competencia?
Incluso he ido a hablar con uno de ellos, que se ha atrevido a identificarse como un tal Angelillo, y como estaban las cámaras no he podido mandar a mis subalternos que le pegaran. Le he pedido por favor que se fuera. El muy necio no se ha movido, incluso me ha extendido la mano pidiendo dinero y he tenido que darle una moneda de dos euros.
!Y no se ha ido, sigue ahí tocando la guitarra, y encima desafina el bellaco!

-Señor Milui- decía el gerente de rodillas balbuceando- perdóneme, no tenía ni idea que se dignaría a venir a Castellón tan pronto, le esperaba para la semana que viene. No se imagina la de incompetentes que tengo aquí. Hoy iba a mandar colocar los carteles, le juro que estoy adiestrando en la faena a nuestros muchachos, pero ya sabe como son los trabajadores, incapaces de hacer una a derechas.
Escúcheme bien sabandija inútil-le dijo Milui chillando- quiero esos póster colocados antes de que el sol se ponga, y ningún mendigo a menos de un kilómetro, o les acompañara usted en esa vida. Haga lo que tenga que hacer, amenace, golpee a los empleados, pero coloque los carteles. ¿Me oye saco de pulgas? Y que queden bonitos.
Como mande vuecencia- balbuceo arrastrándose por el suelo el gerente.
El trabajador epiléptico cuyo escroto no había podido aguantar más se había orinado encima, cosa muy habitual entre los trabajadores y trabajadoras de las grandes corporaciones. Tras este último y sensible acto dejo de respirar al tragarse su propia lengua.
El espectáculo era grotesco, se veía el cuerpo metrosexual de un banquero estándar cuarentón muerto, apestando a orín y con la americana sucia de sus propios vómitos y babas.
Su compañero paralizado por los nervios contemplando la escena horrorizado esperando instrucciones.
Pasaron varios minutos que parecieron una eternidad mientras el gerente meditaba aturdido por la palabras amenazantes de Milui.
Finalmente reacciono, dirigiéndose al trabajador difunto y al vivo les grito mientras caminaba hacia la puerta:
Están despedidos.
Salio corriendo del despacho que cerro con llave quedándose los trabajadores dentro.
El trabajador al escuchar que le despedían se le nublo la mente.
Pasó su vida por delante: La hipoteca, las letras del mercedes, el dentistas del niño, la moqueta nueva, los plazos del viaje de un crucero en pascuas por Israel...
Sufrió un ataque de miocardio, su cuerpo de derrumbo fulminante sobre su compañero tras dar un ultimo suspiro.
El gerente se fue hacia varios trabajadores, al verlo con la expresión desencajada empezaron a temblar.
Selecciono a los trabajadores que estaban en el almuerzo junto a la maquina de cafés.
Tu , tu , tu, y tu la nueva- seguidme, presto.
Los empelados y empleadas dejando los bocadillos, los cafés, y pasándose las manos por los pechos para comprobar que la corbata estaba bien recta y metida en los pantalones le siguieron a dos pasos de distancia como mandan las normas de la jerarquía bancaria.
El gerente entro de nuevo al despacho seguido por sus serviciales empleados que caminaban sin mirar siguiendo los pasos de su líder.
El líder de repente giro a la derecha muy rápido, sus serviciales empleados debido a la inercia y que no miraban más que la espalda del gerente siguieron rectos.
Fue todo el rebaño a tropezar con los cuerpos de sus compañeros muertos.
La primera en dar el traspiés fue Amanda, una joven rubia muy sensual y bonita que estaba embarazada de ocho meses.
Era el primer empleo de Amanda, lo tuvo que coger sin acabar sus estudios de economía por haber quedado embaraza sin esperarlo. Le sobrevino la gracia cuando estaba en una fiesta de universidad con un grupo de pijas y pijos que bebieron más de la cuenta y dieron sin precauciones riendas sueltas a sus instintos de adolescentes.
Como Amanda era hija de un ultra católico militante del partido popular anti abortista, y ella era una joven cobarde que no quería que la tiraran de casa, tenía que tener el niño aunque deseaba abortar.
Amanda no había querido acogerse a la baja por miedo perder su empleo del que estaba muy contenta y agradecida, ya que le permitía ir al corte ingles con las amigas y comprar ropa interior los sábados.
Del tropezón salio despedida varios metros dando con su enorme panza de embaraza a punto de parir con el suelo.
El golpe fue muy violento y sonoro, parecido a un huevo cuando se rompe pero amplificado, su precioso cuerpo de poco más de veinte años se destrozo.
La joven Amanda la había casi espichado, semejaba derrumbada sobre la moqueta a un toro cuando le dan la estocada y cae sobre la arena agonizando, en espera suspirando con dificultad por los mofletes la estocada definitiva.
Se produjo una enorme hemorragia de sangre y placenta que desde su entrepierna se deslizaba cuerpo abajo. Estaba tirada en el suelo con los brazos abiertos en cruz y la boca pegada a la moqueta sin fuerza suficiente para ponerse en pie.
Empezó a dar gemidos lastimeros pidiendo ayuda y ahogándose con lágrimas que sorbía.
Ayudadme por Dios- gritaba retorciéndose de dolor sin poder moverse- Mi niño, mi niño se muere.
La gran hemorragia la consumía y su vida se iba por entre sus piernas.
El olor verdadero de un banco empezaba a aflorar en el despacho: aroma a sangre, a placenta, a orín, a miedo, a muerte.
Cuando Amanda tropezó también lo hicieron el resto de sus compañeros.
Rafael era uno de esos muchos desgraciados que suelen haber trabajando en los bancos.
Llevaba una vida insípida, sin sobresaltos, y le quedaban dos días para jubilarse cuando dio el gran tropezón.
Del impulso salió despedido, dando su ojo con el canto afilado de oro y marfil del marco de la foto del gerente.
El ojo se le vació al instante quedándose pegada dicha víscera sobre la foto del presidente y el gerente.
Con el marco en las manos que apretaban con fuerza chillaba histérico el cíclope Rafael.
Empezó a caminar ciego tambaleándose como un peonza y embistiendo el aire con el marco. Avanzaba por la habitación convertido en un Polifemo que golpeaba cuanto encontraba.
Tropezó con el bulto de Amanda con el que se desahogo ciego a patadas y puñetazos.
Finalmente Amanda la espicho.
Dando manotazos cada vez más desesperado, presa del dolor empezó a correr por el despacho tropezando con las esquinas, la puerta cerrada, los muebles.
Se dirigió a la única salida, la ventana, que atravesó con la cabeza llenándose el que fue un inmaculado rostro cuidado con pomadas, en un ser de deformidad indescriptible.
Todo cubierto por sangre, sin ojo, y con enormes cicatrices de los cristales que le había abierto la cara de parte a parte salio por la ventana disparado cayendo al vacío.
El despacho del gerente como símbolo del poder se situaba en los más alto del edificio que era de doce alturas.
El cuerpo de Rafael fue a dar sobre el capo de una ambulancia que llevaba a un trabajador herido en accidente laboral.
De la brutal impresión al chocar el cuerpo de Rafael con la ambulancia, el conductor pego un volantón que la hizo volcar, estrellándose contra una parada de autobuses en la que estaban colocando publicidad del banco sabatel.
En la parada había un grupo de niños de un equipo de fútbol escolar que esperaban jugando y cantando la llegada del autobús .
La ambulancia se llevo la parada, a los niños, y los póster de Gardiola por delante, no dejando nada con vida.
El cuerpo de Rafael que entre otras mutilaciones había sufrido su amputación de la cabeza del golpe, salio despedida a la acera de enfrente.
Llego su cráneo sin ojo y desgarrado por los cristales a los pies de Mr Milui, el entrenador del Barcelona , las estrellas del cine.
-Pero ¿que coño es esta porquería?- Dijo Milui.
Las cámaras empezaron a filmar, y Milui al ver la oleada de cadáveres frente a su publicidad ordeno que los ocultaran.
Por fortuna el entrenador del Barcelona había llevado para el rodaje del anuncio todos los trofeos de su equipo, ya que el argumento se basaba en el éxito.
-Esconded todos los restos de los niños en las copas, rápido- exhorto Milui.
Acto seguido todos los mamporreros que acompañaban a Milui empezaron a coger los restos y colocarlos en la copa de la champion, la liga, la del rey...
Gardiola que estaba embutiendo en la copa de España un par de piernas de niños se sobresalto cuando una actriz tapaba con un póster con su foto a un niño.
-Oye zorra, no lo tapes los cadáveres con ese cartel que lleva mi imagen de triunfador- le grito- si no tienes donde meterlo escondelo bajo un coche.
-Y el logo del banco- le grito Milui que siempre estaba pendiente de las conversaciones de los demás para meter tajada.
Una vez ocultados los cadáveres ordeno Milui ir todos al banco para saber que estaba pasando.
Llamo al gerente por el móvil, éste de los nervios se había metido bajo la mesa del despacho.
Quedaba el gerente y un trabajador que en su tropezón solo se partió un dedo, el pequeño, que no le servia de nada y por ello no tendría que coger la baja- así se lo comunico al gerente con una sonrisa.
El trabajador estaba esperando que el gerente le comunicar las instrucciones que debía cumplir.
El teléfono no paraba de sonar.
Finalmente decidió atenderlo.
-Escuchame gusano inmundo ¿que esta pasando? - le grito Milui. Acabo de recoger los cadáveres de un montón de niños que han muerto al lado de mis carteles publicitarios ¿Que imagen voy a dar ahora? Estoy subiendo por las escaleras del banco, más vale que tengas una buena excusa o de lo contrario te vas a la calle. Contestame, te lo ordeno...
El gerente palideció, colgó el teléfono y afloro en su rostro juvenil una sonrisa cruel y liberadora.
Su inmaculado rostro de goma empezó a tener expresión humana. Los ojos le empezaron a brillar como a los hombres de verdad, y se dirigió al empleado que estaba frente a él esperando sus ordenes.
-Vuecencia ¿ Qué ordena? -Le pregunto el empleado
Ahora te lo explicare- le respondió cogiendo un busto de broce de Mr Milui. Camino hacia el empleado alzando el busto sobre su cabeza.
El trabajador sabia lo que le iba a pasar, pero debido a que estaba acostumbrado a obedecer no hacia nada.
El gerente le pego con el con tanta fuerza que le destrozo el cráneo salpicando de sesos las paredes del despacho, su rostro, y el busto de Milui.
Se desplomo en seco, en silencio y con disciplina el empleado.
Abrió la puerta el gerente, todos los trabajadores lo observaban con asombro por llevar la corbata totalmente desabrochada y sin estar recta.
Les grito: sigan trabajando y obedecieron.


Angelillo de Uixó dedicado a todos sus amigos de banca invitándoles a que cambien de empleo.

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