domingo, 22 de septiembre de 2019

¡ Ahí quietecito!- Vidas de mierda en Vall d´Uixó.

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Cuando me había sido notificado por mi abogado que tal día de noviembre íbamos a juicio por mis publicaciones satíricas  por Internet, decidí dar un paseo para despedirme de la vida . En mi triste y angustioso camino de Vall d´Uixó a Alfondeguilla , sintiendo una espada clavada en la sien que iba avanzando por mi cabeza a cada paso antes de dejar de existir, no podía apartar de mi pensamiento, de igual modo como cuando se está enamorado de una bella muchacha , a  la comunidad nacional de jueces y fiscales que quieren un pueblo de paz y bien. Todo escritor y autor dramático será un enviado de Dios, y este  tendrá un mandato de escribir  sobre lo bien que va todo en la tierra , especialmente en España, y terminará la última estrofa  dando gracias al rey , diciendo amen y recibiendo la paga por su trabajo. El resto que no haga esto,  será acusado de incitar al odio y apresado, siendo las cárceles el mayor lugar de libertad de expresión  y creatividad del reino de España.
Era la tarde noche del 19 del septiembre, el día anterior celebraba el inicio de mis clases del grado superior de paisajismo y medio rural, y 24 horas después planeaba mi muerte.
Lo que  menos se puede esperar de la justicia en España es justicia, y menos cuando se tiene la razón. Estaba todo perdido. Solo esperaba el momento adecuado, acumular suficiente fuerzas, y dar por fin el salto a otro mundo mejor.
De vuelta del paseo, subiendo por las escalinatas de  las piscina y caminando por la rivera del barranco Belcaire junto la grutas de San José, vi a un muchacho junto los aseos públicos  sin camisa, estaba  gritando a  alguien a quien no podía ver, pidiendo que le dejaran ponerse la camisa.
Déjame ponerme la camisa ¿ es qué me vas a disparar?
Me extrañó brevemente  lo que acaba de oír, tras la sorpresa recordé que desgraciadamente seguía vivo y en Vall d´Uixó. Continúe subiendo los peldaños de la escalinata,   y dirigí mi mirada a ese lugar, pero al llegar arriba perdí la visión del muchacho. Se había movido y la escena transcurría detrás de los aseos, pero se podía oír perfectamente otra voz. Una voz desagradable, ronca, carajillera, anciana y violenta, que entonaba la melodía de la policía:
¡Ahí quietecito! no te muevas a ahí hasta que venga la policía;- ahí quitecito.
El muchacho que había visto fugazmente bajo las farolas con las manos levantadas y sin camisa, era un muchacho de tez olivácea, más alto que yo, bastante  gordo, me dio la impresión que aquella mole dotaba de una gran barriga , debería pesar cerca de cien kilos, sin embargo estaba detenido por una voz anciana y débil. Supuse que debería estar siendo apuntado con una escopeta.
Reconstruí rápidamente la escena. Cerca de los paelleros de las grutas de San José hay un par de casetas frente la pista de baile, patinaje y los aseos. Era fácil deducir lo habitual y cotidiano en Vall d´Uixó. EL pan nuestro de cada día de los pandilleros. El muchacho sin camisa había intentado robar  en una villa,  y el propietario le había pillado. Salió de la casa probablemente con la escopeta de caza, y en estos momento lo tenía secuestrado hasta que llegará la policía.
Sabiendo   que las fuerzas de seguridad  solo le preocupan los presos políticos, y lo que manifiesta la gente por Internet, hasta que no terminarán de ver y anotar  los diferentes perfiles de facebook, twitter, youtube, no saldrían a intervenir  en delitos reales como en un atraco, violación, asesinato, amenazas, trafico de drogas, tiroteo,  secuestro, robo retención, incendio…
Generalmente en Vall d´Uixó cuando llega la policía ya se ha se hecho viral el vídeo del tiroteo, la violación  o el incendio.
Por mi parte, entretenido con una escena  tan cotidiana, y familiar de Vall d´Uixó, dejé de pensar en mi suicidio. Me tumbé  contemplando  las estrellas sobre un banquito instalado junto una fuente. Se escuchaban los grillos , y a intervalos  la voz del hombre que retenía al muchacho cuando  el otro se movía un poco:
¡Ahí quietecito hasta que llegue la policía! Ahí quietecito te he dicho.
Sobre mi cabeza aparecieron flotando unas grandes luces, como las de un avión, pero habían  muchas  más y no parpadeaban. Se trataba de la estación espacial que pasaba sobre mi cabeza.
Menudo circo se llevan esos astronautas- me dije- mientras aquí nos matamos y nos morimos de hambre, el gobierno presume de que da miles y miles de euros para subir a esos gilipollas de astronautas al espacio para dar vueltas sobre nuestras cabezas. Se podía ir al infierno la estación espacial y contarnos como es como sus potentes cámaras de vigilancia.
Al cabo de un cuarto de hora llegó la policía local. Nunca los había visto acudir tan rápido ante una situación de emergencia , sin duda no habían parado en el bar a tomarse algo antes de llegar.
La historia la de siempre, vidas violenta, la mierda no solo flota en la acercas, aquí esta en todo el tejido social, en el corazón de la vida, con su desempleo crónico, el odio puerta con puerta en cada casa, la violencia de unas instituciones psicopatitas , con unos políticos de una izquierda aburguesada, embrutecida ideológicamente, egoísta, y una derecha reaccionaria con tic fascistas, unas fuerzas de seguridad y una justicia  indescriptibles en lo que pueden llegar a hacer con un ser humano, con  unos medios de comunicación y sindicatos  que amparan el terror mediático y el control social, y unos narradores, escritores, poetas, autores dramáticos , que nos cuenta que vivimos en un mundo feliz donde nos ayudamos controlando nuestras emociones.
Vivir en este lugar  es un infierno. Todos los meses alguien se suicida para no soportar el terror de vivir aquí , en este valle de lágrimas de mierda ¿  para qué?
Continúe mi camino siguiendo al coche de policía como si fuera un coche fúnebre,  pronto desapareció de mi vista y se perdió en la oscuridad y las tinieblas.
Esta historia terminó oficialmente como siempre:
-Aquí no ha pasado nada señores, un romano se ha puesto nervioso y ha secuestrado  a un cartaginés que merodeaba su villa  dando palmas.
Váyanse a su casa, que aquí no hay nada que más que ver.
Angelillo de Uixó.






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