martes, 19 de junio de 2018

Vivir la mala vida




Uno de tantos días; había pasado como tantos sin que pasara nada más que la vida. Pensaba sobre la mala vida. Había enganchado a los perros  al trineo para cargar agua para regar la huerta a primera hora de la mañana. Las palomas de las aceras volaban cuando los trabajadores abrían los portales para irse al trabajo en sus coches. Los vehículos que acaban de arrancar pasaban por nuestro  lado. El sol iluminaba el barranco por donde bajábamos. Los perros llevaban la cabeza inclinada al suelo, trotaban despacio siguiendo el camino mientras el trineo, monótono, giraba lentamente sus ruedas subiendo y bajando entre las piedras del Belcaire. Los saltamontes nos seguían saltando por centenares entre las hierbas de la rivera de lo que quedaba de una charca casi seca en medio del barranco.  las golondrinas cruzaban por los arcos del puente de San José . Sobrevolaban nuestra cabeza capturando los insectos que formaban una nube blanca a nuestro paso. Sobre el puente se escuchaban las voces cotidianas, distantes, perdidas,  de la gente que paseaba a primera hora de la mañana. La gangrena del hastío y la apatia de tantos años de exclusión y dolor moral  a los que nos había condenado, quedaba entre los muros de mi casa resquebrajados por falta de mantenimiento. Ahora, ante nosotros se  abría la visión de nuestro huerto. El sol bañaba las hojas de los calabacines, las bachoquetas, los pimientos. Frutos de colores rojos, verdes, amarillos...  se exhibían colgando entre las cañas o coronando las mismas plantas. Kilos y kilos de generosos frutos después de tanto esfuerzo se nos ofrecía como la gloria de un general victorioso , pero insuficientes para abandonar la mala vida  y ganar esta asquerosa guerra. Los perros tiraban pacientes del trineo dispuesto a dar la batalla como algo natural, sin plantearse si ante nuestra situación de miseria, represión y ostracismo  había que rebelarse. Para mí, superados los límites de lo tolerable en el ámbito de la represión laboral , social y económica en Vall d´Uixó , era necesario  llevar la protesta hasta sus últimas consecuencia- pasara lo que pasara. Dentro de unos días, tendría lugar   una charla sobre lo que me ocurrió  aquí,  y pensaba:
 ¿ cómo puede mi desdicha hacerse eco en  otros hombres, y tejer entre nosotros un lazo de fraternidad? si hasta ahora he sido negado, repudiado, excluido, reducido hasta las consecuencias de llegar a vivir como una bestia entre la comunidad hombres que me rodea. 

Angelillo de Uixó.

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