Dedicado a mis amigos de foro motos y poetas:
Angelillo de Uixó.
dejo un poema envuelto en gasolina a mis amigos moteros y poetas de Vall d´UIxó tras salir de una cuneta de Nules a la que conseguí llegar , in extremis, para parar una NS de 125. En ella circulé varios kilómetros a la deriva como Lucifer y sus huestes en su caída al infierno por la autovía en dirección a Castellón, tras romperse la válvula de admisión provocó que la moto fuera a toda velocidad. En mis intentos de frenar esquivando coches y camiones buscando una salida a la autovía, no conseguía bajar de 50 kilómetros hora frenando al máximo, y tenía la sensación de que los frenos se fueran a romper. Mi pensamiento en los cinco o siete minutos que pasé dando tumbos, funcionaba solo en modo reflejo e instinto de supervivencia tras los primeros dos minutos críticos de desconcierto, creo que estos fueron los más peligrosos.
Entre mis parpados pasan 2 minutos,
avanzando por una autovía con una moto sin control.
Mis ojos buscan contra que frenar,
mientras coches y camiones que son una amenazan para mí, me amonestan con sus pitidos.
El cable del gas silba dado más y más velocidad a la moto,
la válvula de admisión se ha roto, y no hay forma de frenar.
Busco huir al campo intentando reducir la velocidad
y salir de la autovía.
Veo flotando una rotonda a la que me abrazo.
Siento cerca de la rodilla el asfalto que acaricia la chapa de la moto , produciendo alegres chispas que se descomponen en el aire cuando me enderezo para salir de la rotonda.
Respiro con alegría porque el camino es más libre con naranjos floridos a los lados.
Viajo solo por una larga recta sin coches cerca dando tumbos a toda velocidad.
Mi mente está atenta y frenada en el movimiento.
No hay nada más que velocidad mientras veo acercarse la gasolinera y un camión cisterna que sale de ella al que voy directo como una flecha.
Unos segundos de silencio cruzan eternos por mi cabeza girando como una rueda sobre la decisión que voy a tomar.
Tiro de frenos hacia mí como los remeros cuando navegan.
Los frenos parecen perezosos al vigor de la velocidad que chilla cabreada con el motor rabiando luchando por su libertad que nos va a matar. Consigo liberar una de mis manos que suelta el freno y el manillar para girar la llave.
Se produce un gran chispazo que detiene la moto contra la tapia de una gasolinera de la que sale un empleado. Desde la cabina del camión que se vuelve hacia mí como un enorme gusano que se enrosca, asoma la cabeza de un hombre de bigotes rubios que me grita dirigiendo contra mí una señal de estar loco, mientras hay gente que me rodea pongo los pies riendo en el suelo junto mi NS 125 DAELIM que parece más hermosa e inofensiva que nunca.
Angelillo de Uixó.
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