sujetos subordinados, el deber de la desobediencia civil.
Al salir a la calle Colombino y Crispín vieron a través de los amplios
ventanales rosáceos de los juzgados de nules la silueta recortada y
negra de los funcionarios de la magistratura archivando papeles, yendo
de un lado para otro con dossieres, atareados llamando por teléfono,
cumpliendo ordenes y servicios diligentemente. En la puerta dos guardia
civiles a modo de estatuas armadas custodiaban la institución. Todo
ocurría del modo más natural y cotidiano al que estamos acostumbrados a
ver, y cualquier súbdito del reino de España con conciencia
institucionalizada hubiera estado encantado al comprobar que la maquina
del estado estaba perfectamente engrasada por aquellas personas con
corbata que iban y venían por los juzgados, y que dejarse gobernar por
instituciones cómo los juzgados de nules creadas por un grupo de hombres
en algún momento de la historia, era lo más indicado para su interés
personal.
Colombino y Crispín llevaban la denuncia en la mano que habían formulado
a una asistenta social que cumpliendo ordenes del ayuntamiento de vall
d´Uixó les coaccionaba a realizar trabajos sociales para el estado por
su condición pobres.
Es una suerte que no nos hayan metido en la cárcel por ser pobres el
juez- comento Colombino a Crispín reflexionado sobre el hecho de haber
acudido a los tribunales de nules y haber salido libres. Cosa que no
todo el mundo podía decir.
¿ Por qué dices eso?- le preguntó Crispín extrañado ya que se encontraba
satisfecho de haber acudido a las instituciones y creía que el juez les
daría la razón de que trabajar en servidumbre para el ayuntamiento sin
contrato, por un suelo de hambre era una coacción. Colombino sabia que
el juez se pondría de parte de la asistenta social y les mandaría ir a
picar piedra. No quiso decírselo a Crispín, pues la denuncia tenía cómo
fin educar a su amigo a que comprendiera el camino de la desobediencia
civil. Colombino buscaba dentro de si una resolución negativa, y que el
juez no le diera la razón para escribirlo en un libro ejemplar sobre la
desobediencia. Es decir basado en su experiencia, pues Colombino era
hombre de acción y no de letras y escribía solo sobre sus experiencias.
Soñaba que se vendieran muchos ejemplares y revelaran al resto de la
humanidad que el estado es el enemigo, para eso había urdido todo un
plan que pasaba por llevar las denuncias a la prensa y que no la
publicara, a los partidos políticos cómo el partido socialista e
izquierda unida de vall d”uixó y no les hiciera caso. Inspección de
trabajo debía para que su plan funcionara dar la razón al ayuntamiento.
Al final, la conclusión a la que se debía llegar es que la desobediencia
civil era el único camino cuando las instituciones estaban pobladas por
gente egoísta cuya conciencia dormitaba en apoyar a un gobierno en el
que no crían, pero lo obedecían porque les proporcionaban un sueldo
cómodo al final de mes. No era ningún secreto que el gobierno de España
gobernaba contra el sentido del bien general, incluso en la última fase
en la que se encontraba antes de las elecciones, desafiaba ya el sentido
común, habiendo entrado por razones que Colombino ni siquiera llegaba a
comprender en un estado paranoico y criminal que alienaba a toda la
sociedad.
Los escándalos de corrupción, los ultrajes a los derechos humanos, el
ataque a las libertades eran constantes. El país parecía que fuera
saltar por los aires, y sin embargo, pese a que dentro de cada ciudadano
les daba asco y repugnancia esta situación donde España a ojos del
resto de naciones había quedado postergado a un estado de ridículo y
desfachatez que observaban desde fuera entre la incredulidad y risa. No
obstante, la mayoría de ciudadanos estaba dispuesta a seguir en este
estado de animalismo, de competencia por la existencia en el naufragio
quitando de un empujón para salvarse a quien encontraran flotando en
medio del naufragio sobre un madero.
Colombino le respondió a Crispín:
Lo digo por qué no tengo ninguna confianza en que el juez se interese
por este asunto mi querido Crispín. Ni tengo ninguna confianza en la
inspección de trabajo a la que fuimos la semana pasada, al igual que
tampoco tuve confianza cuando acudí victima del desempleo a hablar con
la asistenta social. Imagina Crispín, si una trabajadora social cuyo
trabajo supuestamente consiste en ayudar a la gente te coacciona…! qué
puedes esperar del resto de poderes del estado! Toda persona que se
introduce en una institución se destroza moralmente. Es lo que ha pasado
en los partido políticos, en los sindicatos, en la policía, en los
colegios…
Las pagas que dan los servicios sociales a los desempleados no es por
ayudar a estos, si no por su mala conciencia. Es un deber que tienen,
una especie de costumbre, cómo cuando preñas a una mujer y para
deshacerte del problema le das dinero todos los meses, no porqué te
importe esa mujer, ni su crio o cría, si no por ser lo que todos hacen
en casos así.
Crispín sujetando su denuncia con las manos, mirándola con extrañeza preguntó a Colombino:
¿ Y para que hemos venido? Estamos pues haciendo el imbécil.
Colombino:
Debemos constatar la estupidez Crispín, dejar que entre la conciencia en
las instituciones y que la aplaste el estado para contarlo. Les
acabamos de exponer un problema ético a nuestras autoridades, ahora
iremos a los partidos políticos con nuestra denuncia y a los sindicatos.
veremos cómo lo resuelven, si desde el punto de vista de la conciencia,
de la justicia, del amor al bien común a sus semejantes, o desde un
punto de vista animal, electoralista, interesado, egoísta.
Lo vamos a pasar de puta madre Crispín, ya veras.
Crispín miró la denuncia con pesadumbre y empezó a reflexionar por si
solo sobre lo que significaba la desobediencia civil mientras colombino
se descojonaba.
Angelillo de Uixó. continuara.