domingo, 1 de julio de 2012

La guardia civil y la selección de fútbol de España.

La guardia civil y la selección de fútbol de España.
Código: 1207021900916 Fecha 02-jul-2012 5:26 UT
Amarillos y rojos sobre la puerta del cuartelillo. Escrito sobre los colores chillones “ todo por la patria”. Da la bienvenida al que pasa por el arco del triunfo de medio punto: víctimas de la delincuencia, y marginales esposados víctimas de la violencia de la pobreza y del empresario. También pasean por el cuartelillo caciques y autoridades, con rostros ratoniles, gesto picaresco y palabras cargadas de cinismo para quejarse de los desordenes del pueblo y robos que hacen peligrar sus intereses. Acontece que uno de los más ricos empresarios de un pueblo llamado Vall d' Uixó, un hacendado venido del mundo de la construcción, reciclado a estanciero dedicado al prospero negocio de la cría de avestruces, sufre robo de estas aves en el día de la final de partido de la selección de España en la eurocopa del 2012. Acude al cuartelillo estresado, tembloroso, mirando a todos lados por si ve las aves. Afónico de chuflar haldeando por las sendas y por el pueblo: pitas, pitas, pitas. Se siente vulnerable pese a su fachada de arrogante. Camina amenazado bajo un cielo de verano esplendido de estrellas rotas , chicharras y de luna llena a la que cantan los gitanos y los perros. Llega al cuartelillo rodeado de alambres de espinos blancos. En las casas cercanas, mesas largas repletas de comida, bebida, y a su alrededor batuecos hermanados sentados en sillas. Van vestidos en traje de gala con la camiseta de la selección, unidos al prójimo por los colores chillones y malcasados de amarillos y rojos. Miran la televisión pendientes del triunfo del equipo al que pertenecen para desatar sus pasiones reprimidas por la moral. Entra el cacique bautizándose de patriotismo por el arco hispano con sus puertas verdes plegadas a los costados. Llama a una puerta garitera donde dos agentes de rostros acerados ven el partido. Al oír los golpes , levanta uno de la rustica silla y sale con rostro de garita haciendo saludo y preguntando en que pueden servirle. Unos ladrones que hurtan bestias me han encordobado- cruza las manos el cacique en gesto de sacristán. Sudor en los labios, y odio homicida en las palabras del tirano. Aguarde un momento- suspira infeliz el agente. Queda plantado al fantoche empresario que calcula las perdidas y piensa en el castigo a los trabajadores. Estallan petardos. Los agentes, vistos por el espacio mal cerrado de la hoja de la puerta, se abrazan, saltan, se aman. Están a punto de realizar un orgía. Desde los calabozos los presos gritan: -viva España, viva España, y los agentes les abren momentáneamente las celdas para que celebren con ellos el gol. El empresario insatisfecho, pensando en su dinero contempla quieto la escena en el mismo lugar que le han dicho que espere. Vuelve el agente con la mejilla sonrojada del beso de un compañero. Al acercarse se le vuelve la cara de garita y serio le expresa marcialmente la orden recibida por el oficial: -El oficial dice que los ordenadores no van. -Es necesario prender a esos rufianes, hay que entrucharlos cuanto antes. Se han afanado mis avestruces en mis narices- el hacendado se lleva los dedos a la nariz para enfatizar la ofensa. Acostumbrado a ordenar, añade volviendo a cruzar las manos:- dígale al oficial que lo repare. El agente mirando con algo de altivez, y sin ser excesivamente pretencioso ante los ricos ropajes del cacique y sus modos autoritarios, se vuelve hacia el oficial que está viendo el partido en el despacho. Vuelve a salir. Ahora de semblante más plomizo: -Si quiere espere fuera, quizás dentro de un rato venga la conexión- Señala el agente a la calle vista desde el arco romano de la puerta. El cacique acata de mala gana desacostumbrado a recibir ordenes. Sale a la calle y se sienta en un banco de madera carcomida y sucio de excrementos de paloma frente al cuartel. Saca un pañuelo grande y blanco y lo pone bajo sus nalgas. Gira la cabeza a la izquierda debido al rumor escandaloso de voces.
Procede de las casas cercanas. Ve y escucha a varios trabajadores suyos ebrios, apoyados sobre unas mesas. El cacique mostrando dientes de tiburón hace ademan de ir a hablar con ellos para reprenderlos, cuando se desata la euforia. Levantan de forma brusca y súbita arrojando botellas de vino medio llenas al suelo que provocan al instante un hedor nauseabundo. Él, que ya está próximo a ellos vuelve raudo a los sombras antes de ser visto .Los trabajadores puestos en pie, fuera de si, liberados, desatados, repletos de un amor desconocido, erotizados. Tocan a sus mujeres , hijas, vecinas, en sus partes intimas. Son poseídos por la pasión y unión que desprende la selección española.
Les sacan los pechos de la ropa a las mujeres, juguetean con los pezones. Las mujeres, las niñas responden a las caricias con ojos brillantes, lascivos, sacando los falos erectos de padres, esposos y vecinos. La gente se une por esa fuerza prodigiosa llamada amor, en un desenfreno de concupiscencia que solo se manifiesta cuando sale al campo la selección. El cacique sabe que el poder del miedo, de la amenaza, en estos momentos no sirve de nada. Si tratara de imponerse le matarían. Se esconde en lo más profundo de la sombra de la pared exterior del cuartel por miedo a que le reconozcan. Deambula solo, excluido, insignificante, por la oscuridad solitaria de la lechosa tapia del cuartel escuchando los alaridos de jubilo, la andana de traca, los aplausos, el infernal y asqueroso ruido de la orgía incestuosa. Suenan gritos de alegría desde la garita y el chirriar metálico de las esposas rozándose en las caderas de los uniformados. Las porras morcilleras que cuelgan, bailando se acarician unas a otras. Los amarillos y rojos nacionales iluminan el aire bajo las rotas estrellas que saludan a la campeona. Vuelve a llamar a la garita. Ve a los agentes danzar grotescos y patosos con sus enormes botones de machos militarotes. Brincan y votan pequidérmicamente al compás militar contra el porcelanico cuartelero. Gritan poseídos por el amor : -España, España, España. Los coches deambulan sin sentido por las calles tocando las bocinas. España, una grande y arruinada baila alborozadas, ebria, charanguera, gitana, sonámbula. Los Españoles se funden a sus semejantes, desde el marinero patrio que besa a su capitán bajo los cañones y misiles que matarán a los niños de Afganistán del portaaviones Príncipe de Asturias, a los presos y guardia civiles de los cuarteles. España es una bacanal, hasta para las avestruces secuestradas por ecologistas. El cacique se marcha asustando, derrotado, mete la cabeza bajo la cama. Angelillo de Uixó.

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